Es evidente que van a seguir apareciendo cadáveres y fosas comunes de los “falsos positivos” y demás crímenes cometidos durante el conflicto armado por la gran burguesía, el imperio estadounidense y las mafias que se apoderaron del gobierno en Colombia. No obstante, la responsabilidad política de esa horrenda masacre pareciera que no la vamos a lograr por cuanto nos hemos dejado meter en una trampa.
La misma oligarquía y el imperio han hecho creer que solo es obra de Uribe pero, como Uribe les conoce tantos y tan grandes secretos, ellos mismos se encargan de impedir que la verdad se conozca en toda su integridad y crudeza. Llevamos 9 años esperando que aparezca la “prueba reina” contra Uribe pero hasta ahora solo lo están investigando por “manipulación de testigos”.
Nuestras izquierdas, creo, se han equivocado al apuntar únicamente contra Uribe, quien solo es una ficha secundaria en el andamiaje del poder en Colombia, es una especie de capataz incómodo pero necesario para la oligarquía, y se convirtió en el escudo protector que resguarda a todo el establecimiento oligárquico y criminal.
La juventud que hoy está encabezando las protestas parece que ha entendido el fenómeno y empieza a desenmarañar el ovillo, apuntándole a todo el sistema y al régimen, y no tanto a figuras particulares que se convierten en eficientes distractores. Hay que sacudir todo el árbol y no solo una rama para lograr que todas las manzanas podridas caigan a la vez. Hay que mirar al enemigo a los ojos y no dejarnos distraer solo por la figura del sicario.
Y hay que hacerlo con método y paciencia. Duque solo es un pobre substituto, no tanto de Uribe de quien es un simple mandadero, sino del otro substituto que en apariencia “traicionó” a Uribe pero que —en verdad— nunca lo encaró de frente porque “el tipo sabe mucho” y debe tener pruebas contundentes que los involucran a todos. Y todos es todos. Hay que seguir halando de varias pitas, de todas las pitas que conforman la madeja criminal.