John Jairo Esquivel Cuadrado, alias “El Tigre” permanecía impávida, con la mandíbula siempre estuvo firme, desafiante, terminada en punta. Y en sus ojos no se veía ningún vestigio de arrepentimiento mientras escuchaba el fallo del magistrado de justicia y paz del 15 de enero del 2010. Recibía una condena por 13 masacres y 491 desplazamientos forzados, además de un número indeterminado de violaciones, secuestros y extorsiones. Pagó los cinco años de cárcel de Justicia y paz y siguió como si nada, delinquiendo en la misma zona hasta que el pasado 30 de noviembre del 2019 fue detenido, esta vez señalado como cerebro del secuestro de Melisa Martínez, una sobrina nieta de Gabriel García Márquez.
Entre las masacres que dirigió El Tigre la peor de todas fue la de El Salado. Ocurrió el 16 de febrero del 2000 cuando 450 paramilitares del Bloque Norte entraron al municipio del Sur de Bolívar. Terminó cinco días después, el 21 de febrero, dejando más de 60 muertos, muchos de ellos fueron asesinados a batazos, a ojos vistas de todo el pueblo, en la cancha de basket que estaba frente a la iglesia.
Jorge 40 era el hombre que mandaba en ese Bloque que impactó toda la Costa incluyendo el César y, sobre todo, el Sur de Bolívar. Con la excusa de que todo El Salado protegía a la guerrilla se metieron al pueblo. Jorge 40 organizó tres subgrupos dirigidos por “Amaury”, “Cinco y Siete” y El Tigre. Pocos paramilitares tenían más sevicia que él. Según testimonios de los sobrevivientes de él salían las ideas más estrambóticas, más macabras para asesinar. La orden de Jorge 40 era gastar la menor cantidad de munición en la masacre, por eso tendían por docenas a los habitantes escogidos muchas veces al azar. Con las culatas de sus rifles o sus bates reventaban las cabezas. Pero no sólo eso estuvieron obligados a ver los habitantes del Salado. El Tigre ordenó a sus hombres a asfixiar con bolsas plásticas a la gente, a decapitar a punta de machetes y luego dejaba que sus hombres jugaran fútbol con las cabezas de los campesinos. Todo esto lo veía El Tigre desde una silla Rimax de una de las tiendas que rodeaban la cancha de fútbol. Los sobrevivientes aún recuerdan como estallaban los vallenatos desde los potentes bafles que tenían las 4X4 de los comandantes Paramilitares. Mientras unos paras desmembraban otros violaban.
En la audiencia de Justicia y Paz del 2010 El Tigre reconoció en este testimonio la responsabilidad de una de las decenas de violaciones que perpetraron los paras en la masacre de El Salado: “Sí, la violación la hubo y se hizo por falta de control en la tropa, porque usted sabe que tanta gente en combate y eso, uno estaba pendiente que no fueran a dar bajas a tropas nuestras y si en caso tal hubo esa violación acepto por omisión, ya que no se pudo controlar el personal”. Otro recuerdo que nunca podrán olvidar los sobrevivientes eran los cadáveres pudriéndose al sol. Los paras prohibieron que fueran enterrados.
El Salado no fue la peor en las masacres en la que estuvo involucrado El Tigre. El 28 de enero del 2000 100 miembros del Bloque Norte de las AUC entraron al corregimiento de Santa Cecilia, municipio de Astrea, sacaron a siete familias enteras de sus casas, las mujeres iban en ropa interior y los pusieron en una de las esquinas del pueblo, amordazados, con las manos y los pies atados. Durante 16 horas los paramilitares saqueaban el pueblo. A las 3 de la tarde del 29 de enero El Tigre dio la orden: “hagan la fiesta”. Entonces de una de las camionetas que entró al municipio salieron tres perros pastores alemanes, botaban babaza por la boca del hambre que tenían, les habían dado una droga para exasperarlos más. Los echaron sobre los 10 campesinos que permanecieron tendidos. A dos mujeres los perros las desgarraron, al resto los mataron a tiros.
El tigre prácticamente pagó dos años de cárcel por estos crímenes, la ley de justicia y paz lo cobijó y lo benefició. Después de que salió libre se reunió con 80 de sus hombres en la Sierra Nevada y creó, junto a remanentes de la estructura criminal de Hernán Giraldo, alias Taladro, un grupo armado que entre otros daños secuestró a Melissa Martínez, sobrina de Gabriel García Márquez en abril del 2018. Por esto empezaron a perseguirlo y lo capturaron el pasado 30 de noviembre. Lo trasladaron a Bogotá pero la justicia no puede hacer nada: aún lo cobija Justicia y Paz