Eran los ochenta, dos canales de televisión, miedo en las calles, ochenta muertos por día, Pablo Escobar dictaba la agenda de los presidentes, Colombia era inviable. El único consuelo era el Festival Internacional del Humor. El país realmente se paralizaba. Si bien el pasado lunes 16 de diciembre el programa de Caracol fue el más visto del país con poco más de ocho puntos, lo que sucedía en esa época superaba largamente los 20 puntos. Una de las estrellas era, sin duda, el español Juan Tamariz.
Treinta años después el mago tiene 76 años y empieza a trabajar, como lo hace desde su juventud, a las ocho de la noche. Por eso cada madrugada, en el comedor que tiene en su amplia casa en Punta de Boquerón, frente a la Bahía de Cádiz, se le ve manejando una baraja de más de 50 cartas, una rutina con la que ya lleva siete décadas.
Cuando nació en Madrid España era un país campesino que apenas intentaba sacudirse de la Guerra Civil que dejó a Franco como un líder sólido que mandaría con puño de hierro durante tres décadas. El bebé nació moribundo, casi muere y tuvieron que llevarlo a Cadiz a los nueve días de nacido.
La primera vez que vio a un mago fue en Madrid, tenía cinco años y quedó prendado de ese arte, tanto que aprendió rápido a manipular las cartas e incluso hacer pequeños espectáculos para que le pagaran con golosinas en las dulcerías. La magia era lo único que lo podía alejar de ese infierno que era el colegio de jesuitas al que asistía. No sólo era el castigo sicológico y físico, sino que lo que más lo desesperaba era su temprano ateísmo lo que le hizo imposible que le tuviera algún tipo de respeto a sus profesores, todos sacerdotes.
Estudió en la Escuela de Cine y, antes de que lo echaran, dirigió un cortometraje que significó el debut de Carmen Maura, la mítica actriz española. Cuando lo echaron tenía 18 años y la única ilusión que lo mantenía vivo era poder llegar a ser un gran mago. Sin embargo, el comienzo no pudo ser más difícil, hacía pequeñas presentaciones en hoteles que le pagaban dándole un cuarto para dormir y una cena, después tenían que echarlo. En esa época vivía de su primera esposa, una gallega quien lo mantuvo durante buenos años ya que no conseguía trabajo en lo que lo apasionaba. Tuvo que trabajar en una agencia de publicidad hasta que en 1974, un año antes de que muriera Franco, hizo sus maletas y se vino a Colombia.
El Festival del Humor lo consagró. Gracias a sus presentaciones en Bogotá pudo tener resonancia incluso en su mismo país en donde llegó a compartir escenarios en espectáculos junto al mítico Joaquín Sabina. En Colombia volvió a conocer el amor y en el 2008, a los 66 años, se casó por segunda vez con Consuelo Lorgia, una colega perteneciente a un largo linaje de ilusionistas. Con ella vive en esa casa grande en Cadiz, pasan las noches arropados por la música de Thelonious Monk, uno de sus héroes musicales.
Juan Tamariz ya no viene al Festival Internacional del Humor pero cada vez que un colombiano mayor de cuarenta años ve el anuncio en televisión no puede reprimir la nostalgia: hubo una época en la que Tamariz era el español más conocido de este país.
