¿Esmad y Policía, amigos o enemigos del pueblo?

¿Esmad y Policía, amigos o enemigos del pueblo?

Para nadie es un secreto que por estos días la fuerza pública colombiana ha estado en el ojo del huracán. Una opinión al respecto

Por: Alejandro Mejía
diciembre 13, 2019
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¿Esmad y Policía, amigos o enemigos del pueblo?
Foto: Las2orillas

La dolorosa y controversial muerte de Dilan, la dispersión de las protestas pacíficas durante este paro nacional, las asonadas que hicieron en distintos barrios de la ciudad, sus apariciones sin su correspondiente identificación en distintos parques y lugares donde se concentró la protesta, y la más reciente captura de una mujer frente a la Universidad Nacional que, posteriormente, fue liberada a la altura de la carrera 30, hacen que cientos de miles de colombianos los cuestionemos si el Esmad y la Policía son amigos o enemigos del pueblo.

Desde la derecha dicen que estos cuestionamientos son una estrategia desestabilizadora de la izquierda para que el gobierno de Duque se vaya a la borda. ¿Más? Pensaría, si le preguntan, y les recomiendo que hagan el ejercicio, cualquier manifestante que está en las calles. Incluso, si ha votado (¿o botado?) por él.

Sin embargo, las decenas de videos que circulan por las redes sociales, en los que se muestra a la policía y a su escuadrón antidisturbios excediendo la fuerza contra los ciudadanos, son la prueba fehaciente de que lo han hecho. Los defensores del gobierno, que están en su derecho de ejercer la democracia como quieran, mas no la mentira, dirían que están editados y que son una falacia.

No obstante, no soy enemigo de la Policía, ni mucho menos. Porque he visto cómo muchos uniformados han dado la vida por este país, cómo han enfrentado amenazas terroristas, cómo madres lloran la muerte de sus hijos y cómo hijos lloran la muerte de sus padres y madres policías. No puedo, desde mi posición de ciudadano, satanizar a una institución que ha enfrentado el terrorismo por más de un siglo.

La represión la hace el Estado a través de sus instituciones coercitivas. Sí, eso está claro. Pero, pensemos por un momento. La pelea, la lucha, la inconformidad no es solamente contra la policía, que, en muchos casos, actúa violentamente. Está bien que muchas personas quieran reformarla, que pidan que se revisen los protocolos de esta institución.

Lo que creo es que estos actúan interpósita persona, así que no les demostremos odio, rencor o rabia para que no nos vean igual. Por ahí dicen que lo que uno da, recibe.

En las calles una de las consignas principales es “hay que estudiar, hay que estudiar, el que no estudia es policía nacional”. Esto resulta absolutamente ofensivo. Representa falta de argumentos, escasez de posiciones ideológicas e incluso un insulto.

Por ejemplo, yo como comunicador social y periodista, no quiero que ofendan ni denigren mi profesión. Así como no lo quieren ni los médicos, ni los taxistas, ni los agricultores, ni los profesores. Si todos estudiáramos y pensáramos lo mismo, la vida no tendría sentido. Claro que la sociedad necesita a la Policía para que actúen en contra de vándalos y amenazas. Y, oiganlo bien, no soy uribista o arribista ¿Se les parecen los términos?

Dicho esto, exijo, como los cientos de miles de colombianos que expresan públicamente el desprecio contra todos los actos violentos de algunos uniformados, que quien ordenó el disparo contra Dilan, pague; que quien incentiva a que los uniformados a maltratar a los estudiantes, responda; que quien ordene reprimir a las manifestaciones, asuma su responsabilidad.

La lucha es, ojalá que quienes lean esto lo entiendan, contra las grandes élites políticas de este país, contra las viejas familias que están aferradas al poder, contra los políticos corruptos que manipulan, tergiversan, confunden y desinforman a la ciudadanía.

Es contra ellos que debemos tener consignas de desaprobación. Y claro que hay que hacerle un control político a la Policía y al Esmad, por supuesto que hay que rechazar rotundamente actos como la muerte de Dilan, catalogada por medicina legal como un homicidio. Pedir que no se desvíe la investigación y que el culpable vaya a la cárcel.

Imaginen este caso hipotético: la próxima protesta las personas le gritan a la fuerza pública: "Todos somos hijos del mismo país, ustedes son ciudadanos como nosotros, así que unámonos, busquemos caminos de paz y reconciliación. No somos enemigos" ¿Qué pasaría? ¿Los derrumbaríamos con las palabras fraternales? ¿Dejarían de reprimir al pueblo y lo apoyarían? Yo creo que sí. Con toda razón decía el británico Kipling que “las palabras son la droga más potente de la humanidad”.

Si nos seguimos viendo como enemigos, echándole la culpa a la Policía Nacional de todo lo que pasa, mientras en el Congreso y en los altos cargos públicos de este país se parrandean el destino, los recursos naturales, sociales y humanos, nunca resolveremos el problema fundamental de Colombia.

En todo caso, la Policía Nacional, institución armada encargada de preservar el orden público, tiene, según su página oficial, 131 años de existencia. Ha pasado por distintos momentos históricos, ha sido cuestionada por muchos sectores, ha sufrido atentados, ha estado y afrontado, sin exagerar, los momentos más cruciales de la República.

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