El derrumbe del 28 de mayo pasado en el sector de la Sinifaná, que sepultó un tramo de la vieja y maltrecha Troncal del Café, entre el kilómetro 59 y el 60, fue provocado por las obras de la autopista Conexión Pacífico 1, que se está construyendo entre el municipio de Amagá y Bolombolo, y tiene en jaque la continuidad del proyecto.
Se desatendieron los consejos de quienes, como el ingeniero geólogo José Hilario López Agudelo, de la Escuela Nacional de Minas, advirtieron que en esa zona las características del terreno no eran las apropiadas para soportar la obra y recomendaron, antes de que se iniciara, corregir parte del trazado.
Esta vía de 32.2 kilómetros y con un costo inicial de 2.1 billones de pesos, debe unirse a la Conexión Pacífico 2, entre Bolombolo y La Pintada, y complementa una red de carreteras que tienen el propósito de acercar a Medellín al Eje Cafetero y al Valle del Cauca, llegando hasta Buenaventura. Iba a ser inaugurada en el 2020, plazo que fue prorrogado hasta el 2023, pero ahora nadie se atreve a decir cuándo la van a terminar, cuánto va a costar, ni quién va a asumir los sobrecostos.
Los responsables del contrato se vanaglorian, eso sí, de haber entregado la excavación del túnel doble de la Sinifaná con 10 meses de anticipación, pero transcurridos más de 190 días de ocurrido el derrumbe, ningún empleado de Covipacífico (el concesionario que se ganó la licitación), ni de Conpacífico (el consorcio que está construyendo la vía), ni de la ANI (la Agencia Nacional de Infraestructura) ha dicho cómo y por dónde se va a unir la autopista para llegar hasta ese túnel. Allí, al lado de donde se vino la montaña, que ha seguido desmoronándose desde entonces, se estaba construyendo un puente con una longitud total de 262 metros y una altura de 45, que está paralizado desde el día del deslizamiento y que es necesario para darle continuidad a la doble calzada sin tener que cambiar el trazado o construir un gran viaducto.
Ojalá no se estén enterrando miles de millones de pesos en obras que ya están adelantadas y que pueden perderse si la magnitud del desbarrancadero y las condiciones del suelo exigen desviar parte de la ruta. Y de continuarla por allí, ojalá no condenen a sus futuros usuarios a un cuello de botella permanente, con derrumbes en los que peligrarán vidas, vehículos y bienes, como sucede desde tiempos inmemoriales en el paso conocido como La Huesera o en la Vía al Llano. Y ojalá que las declaraciones de Manuel Felipe Gutiérrez, el presidente de la ANI, donde afirma que el derrumbe en la Sinifaná es un tema complejo, que se está manejando desde el punto de vista contractual, no se presten para abrir un resquicio por el que el contratista y el constructor puedan evadir responsabilidades.
Señores Mauricio Millán Drews, gerente general de Covipacífico, y Juan de Dios Cisneros, gerente técnico, ya es hora de que ustedes se pronuncien sobre cuál va a ser el futuro de esta importante autopista a su cargo, pues tras seis meses del derrumbe de la Sinifaná, y debido a él, parece estar sumida en un trancón hasta ahora sin salida.