¡Colombia despertó, Colombia despertó! Esa es la consigna, que sin lugar a dudas, describe el momento que vive nuestro país. Tras años de silencio obligado, de guerra ensordecedora, de censura mediática y de temor a ser señalado, encarcelado o desparecido, Colombia despertó.
Los medios, el presidente, el congreso, la clase política y económica, que se han beneficiado de la pasividad ciudadana, quedaron sorprendidos. Incapaces de comprender este, movimiento ciudadano, nutrido especialmente de jóvenes y mujeres. Recurren a las mismas tácticas; estigmatizar, generar miedo y desinformar, para deslegitimar las multitudinarias manifestaciones, de rechazo a las políticas del Gobierno y el Congreso.
Los colombianos no creen en un presidente que tiene el 70 % de desaprobación, que está gobernando para el 1% a costa de los derechos del otro 99% de la población. ¿Cómo creer en el presidente frente la evidente destrucción del aparato productivo, la violencia del campo, el desempleo, la deforestación y la falta de voluntad para escuchar?
¿Cómo creer en un congreso que hundió los siete mandatos de la consulta anticorrupción, que decidió que 32.742.00 pesos mensuales de sueldo es lo justo, frente a un salario mínimo de 828.116 y una tasa de desempleo del 9,8?
Nuestra generación alcanzó la mayoría de edad política. Somos conscientes, que si no luchamos nuestro futuro, será aún peor que, el que vivieron nuestros padres y abuelos, sin seguridad laboral, sin salud, sin educación, sin agua, sin justicia y sin paz.
A 20 días de cacerolazos, marchas, conciertos y plantones; el gobierno insiste en desconocer la voz ciudadana. Iván Duque creó un mesa de diálogo, donde no se dialoga, con una agenda de discusión que impuso y además, llevo allí a sus amigos, para equiparar las demandas de una minoría privilegiada, contra las demandas de miles de jóvenes, campesinos, profesores, ambientalistas, víctimas, trabajadores, indígenas y afrocolombianos.
El Congreso, que se mueve por intereses particulares de terratenientes, banqueros y grandes empresarios, aprobó en primer debate la reforma tributaria que regala más de 9 billones de pesos, a los más ricos del país, mientras aumenta la carga de impuestos a la clase media y los trabajadores. Esto fue posible, gracias al acuerdo entre Iván Duque, Cesar Gaviria y Germán Vargas Lleras, pronto sabremos el tamaño del plato de lechona, que el presidente repartió para conseguir los votos que necesitaba, para obtener las mayorías en el Congreso, que le permitirán seguir gobernando contra el pueblo.
Por eso las calles no callan, ni callarán. Nuestro deseo de un futuro mejor es genuino, tenemos la certeza que ese futuro de justicia social, de respeto a las libertades, de democracia participativa, sin corrupción y con dignidad para el pueblo, solo es posible si luchamos como uno solo en las calles, en los medios, en el campo y en las urnas.
Los de siempre están esperando que esto pare, que finalice. Pero esto no es el fin, esto apenas comienza, quedan notificados.