“Lo que se les está disolviendo son los pronósticos. La movilización social sigue vivita y coleando”, trinó la profesora Sandra Borda el pasado domingo, refiriéndose al apoteósico concierto del paro.
El día anterior al concierto, dos profesoras universitarias que protestaban con cartelitos que decían “No tenemos miedo” y varios reporteros que cubrían esta protesta no violenta, fueron detenidos arbitrariamente por la Policía Nacional sin ningún cargo. La sobreactuación de la policía que llevó al aeropuerto a 80 agentes del Esmad, puso a dos mujeres y al Paro Nacional en las noticias mundiales. La Policía olvidó de nuevo que la Constitución garantiza el derecho a la libertad de expresión, a la información y a la protesta. Comunicacionalmente esta reacción exagerada fue un desastre más de Duque y sus asesores.
La USO, el sindicato que presido, hace parte del Comité Nacional de Paro. Apoyamos cada uno de los 13 ejes del pliego que motivaron la movilización y desde hace 18 días no se detiene. Hemos participado con nuestros afiliados en las jornadas de movilización y en dos ceses de actividades, que vienen siendo reprimidos por administraciones de empresas como Ecopetrol, paradójicamente, la que estamos defendiendo de su privatización. Hemos participado de casi todas las movilizaciones, de las reuniones del comité de paro y de los encuentros con el gobierno nacional y sus delegados. Estas son mis impresiones.
El gobierno no sabe por donde empezar ni qué hacer. Creo que se debate internamente entre negociar, evadir y vadear la negociación, tratando de disolver las movilizaciones por desgaste, o no negociar. Le tocó inventarse el cuento de la “conversación nacional” que no es más que un diálogo de sordos, con los mismos y las mismas, pero no con quienes estamos inconformes. Olvida el gobierno la máxima de Bauman: “El diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú”.
Por esta arrogancia del gobierno el 74 % de los colombianos está de acuerdo con los motivos del paro, Duque tiene el peor nivel de aprobación de toda la historia, y sus principales valedores, los empresarios y los medios masivos, tienen por primera vez favorabilidad negativa. Venezuela, Maduro y Guaidó, su principal carta en política exterior perdió todo valor, por la ineficacia de la Cancillería, la resistencia del chavismo y la corrupción del presidente de la Asamblea Nacional venezolana.
Duque y su gobierno de aprendices le apuestan a que diciembre les apague el fuego juvenil a los marchistas. El gobierno está jugando a disolver las protestas en las fiestas de diciembre y cree que el tiempo hará olvidar su agenda a los manifestantes. Es una pésima jugada. Eso es prolongar el conflicto, atizarlo, en enero la situación será peor, se sumarán más actores y al gobierno le quedarán dos años de desgobierno creciente.
A los dos encuentros de “Conversación” que se han dado entre el Comité de Paro y el gobierno nacional han llegado Angelino Garzón y Diego Molano. El ultimo se ha autodenominado como vocero del gobierno. Angelino por su lado ha señalado que solo es un facilitador. Como este mes inició de nuevo el rito anual por cumplimiento legal de negociar el salario mínimo para el 2020, el gobierno quiere trasladar allí temas que hacen parte de la agenda del paro, como la reforma laboral y la reforma pensional. El Comité de Paro ha dicho acertada y claramente que no.
Angelino, sabe muy bien cómo se hace una negociación. Primero debe empezar por reconocer al interlocutor. A la contraparte. Segundo, el escenario debe tener carácter de negociación, pues un simple “diálogo” o una sencilla “exploración” no arrojará nada. Necesitamos un acuerdo que se pueda cumplir y al que se le pueda hacer seguimiento. Tercero, el gobierno debe hacer gestos significativos y dar garantías para el ejercicio de la protesta, cosa que no ha hecho.
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Si el gobierno quiere pedir que se suspendan las movilizaciones, debe dejar de creer, torpemente, que un acuerdo clientelista con Cambio Radical le resolverá su agenda en el Congreso
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Si el gobierno quiere pedir que se suspendan las movilizaciones, como descaradamente lo intentó hacer antes del 4 de diciembre, debe dejar de creer, torpemente, que un acuerdo clientelista con Cambio Radical le resolverá su agenda en el Congreso. También debe, por ejemplo, comprometerse en suspender medidas legislativas o de gobierno que estén contenidas en el pliego de peticiones. Y debe silenciar el discurso incendiario de congresistas de su partido o los trinos flamígeros de la ministra del Interior, o animar a la señora vicepresidenta para que deje de hablar de que hay una conspiración. El gobierno no entiende que el país dio un salto histórico en estos 18 días.
Si el gobierno tuviera interés, propondría un cronograma rápido de reformas y medidas que se construyan en mesas temáticas, que involucren a delegados del gobierno y a los negociadores del Comité de Paro. Un grupo de mediadores de alto nivel, de las distintas ramas del poder público, puede ayudar también.
El legislativo, por su lado, si quiere ayudar al gobierno, en vez de dejarse tentar por el poder de la mermelada para aprobarle las reformas impopulares a Luis Carlos Sarmiento y demás oligarcas, debe es hundir la reforma tributaria, no tramitar la laboral ni pensional, no aprobar el proyecto de ley “Andrés Felipe Arias”, implementar los acuerdos de paz, reflotar los proyectos de la Consulta Anticorrupción y convocar audiencias públicas y debates de control político sobre los reclamos del paro. No están en esa tónica.
El gobierno de Duque no sabe qué hacer y nosotros nos vamos a seguir movilizando. Que diciembre no nos inmovilice. Como dijo la cantante Adriana Lucía: “No volvamos a la normalidad nunca. Sigamos cambiando. Sigamos despertando.”