Queridos lectores, el Titanic se hundió debido a haber subestimado los riesgos asociados al viaje, así como a la falta de planificación y comunicación de sus consecuencias, y lo peor es que algunas naciones se comportan como algunos desafortunados ocupantes del Titanic, que pensaban que no pasaba nada mientras se hundía el barco en un estado de abandono y pánico indescriptible. Si el presidente no logra estar a la altura de este desafío y de asumir un liderazgo político fuerte y responsable a todos los niveles, y, en esto, no cabe dar ni un paso atrás, corregir el equilibrio en su favor y su firme voluntad de no ceder al terror y la intimidación, o reunir valor y mantenerse firme y no ceder ante presiones y chantajes aunque implique pagar el precio del coraje cívico y político, de no actuar según el agrado de todos —aunque eso resulte impopular a corto plazo —y ejercer esta función con la fuerza moral que se requiere y la clara visión de lo que hace la dignidad y la grandeza de la persona humana, y es Duque quien tiene que expresar esa voluntad política, sería una tragedia con proporciones similares al Titanic, en donde los ocupantes de primera clase y los marineros rasos naufragarán juntos. No sería razonable, no sería responsable y no sería digno de un hombre de Estado liberal que se precie, porque lo que está en juego no tiene precio. Esa es la credibilidad de un hombre de Estado y de un político, cuya carrera política se ha caracterizado siempre por un profundo respeto de los principios democráticos y del Estado de Derecho.
Es tiempo de liderazgos políticos para construir una Colombia que devuelva a los ciudadanos la confianza en el sistema de Gobierno, esa confianza tan esencial en una sociedad democrática, y creo que hemos llegado a un punto en el que se necesita un liderazgo político fuerte y decidido que asuma sus responsabilidades y haga frente a las nuevas amenazas, a los desafíos que inquietan a nuestros conciudadanos, que mire hacia adelante, y no hacia atrás, a su pasado. El país necesita un gobierno central fuerte activo y comprometido para reestablecer la ley y el orden constitucional público, la democracia y el estado de derecho, las capacidades institucionales y normativas en la prevención social, económica y política de los conflictos en cuestión. La transición de una era a otra requiere de un liderazgo político suficientemente fuerte y sólido que nos permita capear el temporal y salir todavía más fuertes que antes, y que pueda asumir riesgos en el momento adecuado y la necesidad extrema de que se produzcan cambios; cambio y reforma son palabras positivas, pero tienen que ir acompañadas de acciones concretas.
Colombia no espera menos, y la sociedad merece mucho más, merece un lugar mucho más alto en la agenda de las políticas públicas. Se trata de un momento crítico para lograr la paz y la estabilidad duraderas en el país. Colombia se encuentra en una encrucijada de la historia, en un punto de inflexión de su existencia, donde la seguridad interna empeora y mentes débiles, amantes de la pacotilla y partidarios o simpatizantes del socialismo siglo XXI y culpados de traición a la patria imperan. Nos enfrentamos a una situación dinámica, pero expuesta a nuevos contratiempos. Nada justifica el terrorismo y la violencia urbana organizada y debemos hacer todo lo posible por poner fin al incremento de la producción de drogas y al número de acciones violentas, así como no se debe tolerar las organizaciones terroristas financiadas mediante el tráfico de drogas ni ceder ante ellas. Aunque haya sido firmado un acuerdo de paz, sigue reinando un sentimiento generalizado de preocupación en medio de una atmósfera de pesimismo, indignación y paro, como demuestran las revueltas mortales y piquetes completamente insostenibles que puede tener consecuencias impredecibles para el frágil proceso de paz que podría decirse que jamás ha despegado de la forma en que se había diseñado y probablemente pase a la historia como una de las más vergonzosas capitulaciones del estado de derecho.
Las ideologías socialistas siglo XXI han venido ganando terreno, incluso entre personas jóvenes y estudiantes jóvenes, lo que amenaza la democracia y el estado de derecho y no me perdonaría dejar de mencionar el papel del anterior régimen que durante tantos años ha gobernado este país de forma desastrosa a causa de favoritismos y corrupción. El cultivo de coca ha alcanzado actualmente niveles récord en todo el país y este cultivo está cada vez más asociado con la economía en general, así como con los crecientes niveles de delincuencia y corrupción y con las actividades de los grupos de insurgentes, lo que ha generado una situación de anarquía e inseguridad exacerbado por la presencia de elementos extremistas y el dominio de los señores de la droga.
Me pregunto: ¿acaso no ha llegado ya el momento de contemplar algún tipo de estrategia diferente?, ¿cómo debe reaccionar presidencia ante la profunda crisis que afecta al país que amenaza con alterar el proceso democrático que aún está en fase de desarrollo?
La presidencia debe reaccionar con firmeza y adoptar las medidas que sean necesarias para tener en cuenta las aspiraciones legítimas de nuestros conciudadanos y recuperar la legitimidad ante la naturaleza cambiante de las amenazas a la paz y la seguridad de los ciudadanos, no sólo con medios políticos, sino también militares. A presidencia le corresponde garantizar los derechos de sus ciudadanos, protegerlos de la delincuencia, la violencia y la agresión, así como robustecer todos los instrumentos con que cuenta la fuerza pública para garantizar el cumplimiento de las leyes, incluidas las normas, y las políticas sobre terrorismo y una nueva estrategia que se centre en la reconstrucción de la sociedad civil y contribuir al fomento de un proceso democrático y el desarrollo sostenible del país. El gobierno debe reaccionar rápidamente y con determinación ante la seriedad de los desafíos y ofrecer respuestas sostenibles a los principales retos para la paz, la seguridad y el desarrollo, y las influencias ideológicas de subregiones vecinas. Estoy de acuerdo en que no habrá progreso sin estabilidad; y estabilidad significa buena gobernanza, tropas y policía.
Duque estará en condiciones de asumir un papel estratégico en Colombia sólo cuando deje de tener miedo de plantear su propia visión y sentido de la historia respecto al futuro del país, recuperar la confianza y establecer un Estado capaz de funcionar, asumiendo con valentía política la seguridad y decoro de todo su pueblo y hablar alto, claro, con autoridad y de manera rotunda. Constituye toda una prueba de liderazgo para Duque fomentar la confianza pública y hacer que renazca la esperanza, asumir el mando y el control del buque. No habrá una Colombia fuerte sin una presidencia fuerte. Sin una presidencia de alta calidad y con capacidad de iniciativa, un mecanismo de toma de decisiones más eficaz y un papel más fuerte del gobierno que vele por los intereses nacionales, la Colombia no solo perderá su eficiencia, sino también su capacidad de funcionamiento. Presidente, no debemos olvidar nunca que quienes están más dispuestos al diálogo carecen de poder, y en cambio los violentos, los traficantes y los señores de la guerra que tienen poder no suelen estar dispuestos al diálogo. Usted es un gran hombre de Estado, un gran colombiano, trabajador incansable y riguroso, con un exigente sentido ético y con sentido práctico de trabajo, forjador de integración y un constructor de unidad, sentimos un gran respeto por su persona.
Por desgracia, el antiduquismo de algunos políticos —que carecen de la más mínima autoridad moral y que está tratando de reagruparse tras la contundente derrota—es tan grande que tengo la sensación de que algunos incluso sienten una perversa satisfacción por el caos imperante en el país. Por supuesto, esas mismas personas son las que han estado contentas de permitir que la tiranía de Maduro siga intacta, cuyo territorio sigue siendo un santuario terrorista. Deseo al presidente y al gobierno toda la sabiduría y perseverancia necesarias para conseguir la estabilización activa del país. Colombia no podrá ser conquistada ni dominada mientras haya un patriota vivo partidario de la democracia que defiende la dignidad de su patria, la libertad, los derechos humanos y el Estado de derecho y estará combatiendo y resistiendo. Amén.