Nos han asustado con el castrochavismo, como si algún día Chávez y Castro se hubieran sentado a escribir una doctrina a cuatro manos.
Nos han sacado a votar emberracados contra la ideología de género, como si ser marica fuera peor que ser corrupto.
Nos han clasificado en uribistas, tibios y antiuribistas, como si en realidad existiera una ideología llamada “uribismo”.
Nos dividen en “marchantes” y “productivos”, como si los que marchan no estuvieran exigiendo también mejores condiciones para los que no marchan o no paran.
Nos han metido el cuento de que se les entregó el país a las Farc, cuando los dueños de siempre se siguen almorzando el presupuesto nacional sazonado con ají o cianuro.
Nos hacen creer que una paz incompleta es más dañina que una guerra eterna.
Y les creemos, nos peleamos entre nosotros, nos dividimos y polarizamos, y pensamos que es un problema de la izquierda contra la derecha, de mamertos contra uribestias, de impunidad contra justicia, de defensores de los terroristas contra guardianes de la gente de bien.
Terror y temor: combinación que nos mantiene ocupados y preocupados. Hemos sido labriegos entretenidos jalándonos las mechas o escondiéndonos bajo las ruanas, mientras el dueño del pueblo se nos come el producido.
Pero la hora del fin del miedo está llegando y, en cambio, los grandes temores de los que han vivido del terror se están volviendo una realidad.
¿Cuáles son?
Tras el acuerdo de paz y la desmovilización de las Farc se acabó la gran excusa del establecimiento, que tenía a la guerrilla como la madre de todos los males.
Y entonces se les materializó el temor de que nos diéramos cuenta que la insurgencia no era la causa del desmadre, sino una consecuencia de un Estado ausente, de un Estado secuestrado por la corrupción, de un Estado instrumentalizado por el poder privado.
Y les surgió el temor a la paz, porque durante décadas de conveniente guerra multinacionales y muchas empresas o personas apoyaron, contrataron, subsidiaron y se asociaron con los distintos actores armados sin distinción para hacerse de la tierra de los débiles y tener control sobre el territorio que usufructuaron y con los que se siguen enriqueciendo.
Y los paralizó la posibilidad que se sepa la verdad, porque cuando los "bandidos" empiecen a hablar contarán que entre la "gente bien" hay gente divinamente criminal, mucho bandido estrato 9 y 10, ¡caray!
Fin de la ignorancia, fin de la guerra, fin de la mentira. Tres temores que no los dejan dormir, por eso quieren volver trizas los acuerdos, por eso nos embrutecen, por eso nos dividen, por eso distorsionan la Verdad, por eso nos aterrorizan. Y por eso se siguen inventando amenazas:
Amenazas como la de los tenebrosos profesores del Foro de Río, los todopoderosos Petro y Maduro con el poder mental de armar disturbios en el otro lado de América, la millonaria Cuba que envía dinero a todos los comunistas del mundo, los encapuchados que marchan (pero a paso militar) y, ahora último, saqueadores de viviendas que prefieren robar televisores usados a meterse en un almacén de cadena…
Y maximizarán cada disturbio, satanizarán cada protesta, boicotearán cada marcha, para mantenerse como los defensores de la democracia y el orden, instigando falsas dualidades: izquierda contra derecha, uribistas contra mamertos, vándalos contra gente de bien, marchantes contra productivos, en fin, unos contra otros mientras siguen legislando en favor de ellos, no de nosotros.
No debemos olvidar que en toda guerra los pobres ponen los muertos, la clase media coloca la plata y los ricos se llevan el botín.
¿Qué quieres poner en esta guerra?, ¿muertos o plata? ¿Por qué no le ponemos mejor un punto final?