Godzilla, mejor el tráiler que la película

Godzilla, mejor el tráiler que la película  

Esos 50 segundos de adrenalina vendían otro film

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mayo 21, 2014
Godzilla, mejor el tráiler que la película   

Era muy niño cuando vi en un canal venezolano, a una inmensa lagartija destruir con sus afiladas garras un tren lleno de pasajeros. La criatura se movía con soltura por las calles de Tokio abriendo la boca y exhalando de ella un caudal de fuego. El monstruo, después de acabar caprichosamente la ciudad, se escurrió hasta el mar, hundiéndose en las profundidades del blanco y negro. Años después, y gracias a un convenio que hicimos en la universidad con la Embajada de Japón, la volví a ver, esta vez sobre una cochambrosa sábana en donde se proyectaba una gastada copia en 16 milímetros de Godzilla, la más conocida de las películas del genial director nipón Ishiro Honda. A la gente que asistió esa noche a la sesión del cineclub le pareció ridícula esta versión de la iguana escamada y  formando una gavilla se fueron rápido a la sala de cine más cercana para terminar de decepcionarse con el remake que había hecho Rolland Emmerich. Los fieles que iban al cineclub no entendían la alegoría que había hecho Honda no solo sobre la histeria atómica rampante en los años de guerra fría, sino sobre el terror que les provoca a los súbditos del Tenno los tsunami y terremotos que suelen atormentar a su inestable y aglomerada isla. Godzilla, ese dios mitológico, representaba nada más y nada menos que la fuerza de la naturaleza.

Eran los últimos meses de 1999 y el quiliasmo  se apoderaba del espíritu de los incautos, azuzado desde los púlpitos de los pastores evangélicos y demás profetas de ocasión. Pero el mundo no fue destruido ni por un cometa, ni por el virus de un computador, ni mucho menos por un dinosaurio salido de las profundidades del océano. Lo que sí comenzaron a escasear fueron las buenas películas pero eso parece que a nadie le importa.  El tiempo pasó y quince años después la misión de resucitar al monstruo estuvo a cargo de un novato, Gareth Edwards, quien con un ridículo presupuesto había hecho en el 2010 Monsters, una maravillosa película sobre alienígenas en donde nunca se veían los marcianos. La industria apostó por él no sólo por su talento sino que su juventud e inexperiencia les venía al pelo para controlarlo a su antojo.

Es bastante probable que la decepcionante película que ahora campea en la taquilla mundial no haya sido del gusto del talentoso director británico. Doscientos millones de dólares de presupuesto coarta cualquier tipo de libertad, sobre todo para alguien como Edwards que tiene el genio suficiente para trabajar con las uñas, reemplazando dólares por imaginación.

Al principio, cuando relucen el gran Bryan Cranstron y su esposa en el filme, Juliette Binoche, la historia parece que arranca, que nos disponemos a ver el anunciado homenaje a Ishiro Honda. Pero cuando sus personajes desaparecen, nosotros, esos pobres seres que estamos en las butacas, frente a la pantalla, nos sentimos tan desprotegidos no solo ante los kaiju que amenazan destruir la costa Oeste de Estados Unidos, sino  ante el aburrimiento que puede generar un guion pobrísimo, que está escrito solo para permitir el lucimiento de los ingenieros creadores de los impresionantes efectos especiales que tiene la película.

Que error tan garrafal haber escogido a esa nulidad llamada Aaron Taylor-Johnson, cuyas limitaciones se profundizaron aún más ante el descuido con el que fue construido su personaje. Porque solo nuestro querido Walter White se salva de la debacle. Qué triste ver a Ken Watanabe mostrando a lo largo de los 120 minutos el mismo rictus de preocupación, qué desperdicio haber contratado a Sally Hawkins, quien venía de enamorarnos con su fresca interpretación en Blue Jasmine, para acá solo ser una triste sombra que deambula por ahí, en los rincones de esta intrascendente película.

Claro, ya sé que me van a decir que esta era solo una película de monstruos que pelean y destruyen ciudades, pero… ¿no vieron el tráiler? ¿No sienten que en esos 50 segundos cargados de adrenalina nos habían vendido otra película? ¿No creen que los estafaron? Lo peor es que el hombre que escribió este guion fue  Frank Darabont, uno de los creadores de The walking dead.  En una entrevista que leí en noviembre y que encendió aún más mis ganas de ver este reebot, Darabont decía que lo que le había parecido interesante del proyecto era que “partió como una metáfora de Hiroshima y Nagasaki. Y no solo eso, sino también algunas de las pruebas sucesivas que se hicieron sobre la bomba atómica en el Pacífico Sur. La terrible fuerza de la naturaleza que viene y pisa una jodida ciudad, eso es Godzilla... Lo que estamos tratando de hacer con la nueva película es marcar diferencias, que no sea nada cursi. Tratamos de hacer algo fresco, aunque respetando la tradición de la primera película. Queremos mostrar toda la fuerza de la naturaleza. Lo que fue realmente genial, al menos para mí, es que hubo un drama humano muy convincente al que me tengo que agarrar ahora. No es el típico romance apenas disimulado. Es diferente, un conjunto de circunstancias que no estamos acostumbrados a ver”.

Si no querían hacer algo cursi pues le hubieran dado todo el protagonismo a Bryan Craston y no tendrían que exponernos la cara de pastel del insoportable Kick-Ass. Claro que vale la pena verla y disfrutar de los monstruos prehistóricos y sus huevitos, pero yo quería ver la gran película que anunciaban en el tráiler y en las entrevistas, quería sorprenderme con la metáfora sobre la destrucción atómica y no ver este entretenimiento efectivo pero perfectamente olvidable.

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