Por: Miguel Antonio Galvis *
En las elecciones presidenciales de 2010, en compañía de los sectores independientes votamos con entusiasmo por la formula (Mockus + Fajardo), porque representaban la renovación de las costumbres políticas, y permitiría derrotar esa opción guerrerista, abusiva del ejercicio del poder, y ligada con fuerzas e intereses oscuros provenientes de la ultraderecha ilegal y el narcotráfico.
En esa campaña el candidato Juan Manuel Santos, representaba para la opinión nacional el continuismo de ese gobierno aciago, liderado por el hoy senador electo Álvaro Uribe Vélez, que representaba la perpetuidad del conflicto interno, y nos llevaba a pasos acelerados hacia una guerra con las vecinas repúblicas de Venezuela y Ecuador.
Produjo una grata sorpresa, cuando nos enteramos que el Presidente Juan Manuel Santos, una vez elegido tomó la valiente decisión política de nombrar una comisión que buscara en su nombre, una fórmula para la salida negociada al conflicto armado con la guerrilla de las FARC, sabiendo el costo político que le traería.
Sorprendió positivamente a los demócratas cuando una vez en el gobierno, reconoció la existencia del conflicto armado interno que su antecesor negó permanentemente, intentando borrar con el silencio una realidad de 5 décadas; consecuentemente con la realidad reconoció la existencia de un despojo sistemático de tierras por parte de los grupos al margen de la ley, y decidió que las víctimas del conflicto serían el centro de la negociación, y no los victimarios como en el proceso de desmovilización de las autodefensas.
Hay que rotularlo como progresista, cuando asumió una de las principales banderas esgrimidas por la izquierda colombiana durante las dos últimas décadas: “la salida negociada del conflicto armado”. También cuando asumió como suya la bandera de la “restitución de tierras despojadas por los actores ilegales del conflicto”, que había sido propuesta durante la misma campaña presidencial por el candidato del Polo Democrático Alternativo, Gustavo Petro Urrego. Así mismo, cuando apoyó la iniciativa del Partido Liberal de reconocer los derechos y adelantar la reparación a las víctimas del conflicto armado interno, mediante la expedición de la ley 1448 de 2011, y la creación de una institucionalidad que cumple con esa deuda que los colombianos reconocemos con los más vulnerados por la violencia política.
Otro resultado que hay que reconocerle al presidente Juan Manuel Santos, es que a pesar de la andanada de la ultra derecha, logró mantener unas mayorías parlamentarias que manifiestan pública y abiertamente apoyar el proceso de diálogos y los acuerdos de paz que el gobierno y las FARC están construyendo en la Habana. Si hubiese perdido esas mayorías el 9 de marzo, el proceso de paz habría llegado a su fin.
Estoy convencido que el principal problema que hoy debemos enfrentar como sociedad colombiana, es la paz, pues ella posibilitará que en civilidad, mediante la acción política (argumentos y votos), construyamos una sociedad más incluyente, pluralista, moderna, transparente y equitativa.
Creo que nunca antes, en la historia reciente, hemos estado tan cerca de ponerle fin al conflicto armado, existe un consenso en la opinión nacional en que el proceso ha sido bien conducido por el equipo negociador. Sin embargo, es preciso decir que con los acuerdos no se está girando un cheque en blanco, como manifiesta la oposición guerrerista, los acuerdos van a ser sometidos a la refrendación del pueblo mediante un ejercicio de democracia directa.
Como militante del proceso político de los sectores independientes por cerca de dos décadas, considero que sí en la actual campaña presidencial, hipotéticamente tuvieran que competir otra vez, Santos y Mockus, no votaría por el profe, porque estoy seguro que el líder mejor preparado para materializar el proceso de paz en la actualidad, es el presidente Santos. En eso coincidimos con el propio Mockus.
Santos tiene el talante para suscribir los acuerdos de paz y liderar las reformas sociales, económicas y políticas que surjan para construir una paz estable y duradera, las cuales deberán implementarse en las próximas décadas.
Sin embargo, lo apoyare no sólo por lo que puede llegar a hacer, lo voy apoyar especialmente por lo que ya hizo, por todos los hechos ciertos y verificables que arriba he mencionado y que me demuestran que se la ha jugado por la paz, que ha tenido que enfrentar con valor los ataques sistemáticos de la ultraderecha furibunda, sin flaquear, sin basilar, con decisión.
Invito a todos los colombianos, a los demócratas, a los defensores de los derechos humanos y la paz, a las minorías, a los impulsores del voto en blanco, que con inteligencia y con independencia se vinculen a la “Ola Ciudadana por la Paz”. La paz es ahora, y todos podemos ser sus protagonistas.
@miguelgalvis
www.agendaindependiente.com
* Analista del Instituto de Pensamiento Étnico, Social y Político, IPESP; y Veedor Nacional del Partido Alianza Social Independiente, ASI.