He creído desde siempre que cuando uno es despertado por una llamada ella va siempre acompañada por el aire de las malas noticias y esta no podía ser la excepción. En efecto, cuando apenas intentaba conciliar el segundo sueño de la madrugada de este sábado, me despertó la chicharra del celular y desde el otro lado del mundo escuché la voz inconfundible de mi amigo, que sin el menor asomo de respeto, por la hora que era, me soltó una parrafada que me dejó loco. ¡¿Ey, me dijo, ya leíste lo que salió en el periódico de hoy?! Me asusté porque acababa de soñar que estaba en un matrimonio y según los expertos en ellos, eso significaba, nada más, ni nada menos, que una tragedia.
Pero fue peor cuando accedí a la página del diario cuyo titular decía: “La extraña muerte del bagre en ríos del Bajo Cauca antioqueño”. Lo primero que se me ocurrió decirle al amigo lejano era que ahora sí nos había llevado el carajo, porque era consciente de que con la desaparición de este pez de agua dulce, que le sirvió, según cuentan nuestros viejos, para ponerle su nombre a una tierra que por muchos años gozó de muchos privilegios de la naturaleza, habíamos llegado al límite de nuestra irresponsabilidad.
Entonces llegaron los recuerdos, cómo no, de cuando una tarde soleada y el río parecía una lámina de acero que era imposible mirarlo de frente, descubrimos una serie de turbulencias casi en la mitad de su cauce y era que un par de ellos hacían su fiesta para reproducirse y era natural que así se diera porque en aquel entonces era para nosotros una rutina verlos en la transparencia del río Nechí, no solo a los bagres, sino a cuenta especie habitaban en los recorridos de nuestros ríos, como lo hacían los barbudos, los moncholos, las doradas, las sardinas, las arencas, las rayas, los bagresapos, las guabinas, los blanquillos, las picúas, los ruñecopas, los matacaimanes, las mojarras, las cacheguas y las tantas y tantas especies que merodeaban como el primer día de la creación.
Dice el informe de prensa que “Al principio parecía una bendición. Desde julio de este año, Julio Morales comenzó a pescar bagres en el río Nechí con tanta facilidad que la situación lo llenó de alegría. No obstante, luego constató que estaban muertos y tenían una pigmentación amarilla en el cuero, por lo cual reportó la anomalía a Corantioquia”. Muy triste, pensé yo cuando me acordaba de los festines que nos dábamos en la casa cuando había subienda de estos y de los bocachicos que eran capturados en las extensas ciénagas o en los espejos de agua que les servían de nidos, sin saber que años después, como ahora, recibe una la noticia de golpe de que estas especies ya pasaron de ser calificadas de cerca a su extinción, sino que les llegó la hora de abandonar al planeta cuando apenas pudieron compartir con nosotros ni siquiera el medio siglo.
Sin embargo, agrega el artículo, lo complejo es que para hacer el análisis de laboratorio se requiere capturar a los bagres vivos, lo cual ha demorado la entrega de resultados de la investigación. Abel Osorio, funcionario de Corantioquia, indicó que muchos peces se mueren en el trayecto a un laboratorio y de esta manera es imposible encontrar una explicación. Peor aún, dije para mis adentros, a la espera de visitar a mi paño de lágrimas en las horas del mediodía para que me ayudara a salir de la maluquera que tenía, porque la verdad es que enterarse de cosas así, sobre todo cuando estamos a pocas horas comenzar la Navidad, era más que una mala noticia, era en verdad lo peor que pudiera pasar. Incluso, me dije, esto es peor que las declaraciones del inútil de Pastrana, de las bobadas de Duque y de las artimañas del innombrable, porque eso significa que en adelante a mi pueblo no tendré cómo recordarlo.
Ella me dijo que no era para tanto, que ya estaba escrito y que, según el Apocalipsis, vendrían tiempos peores y fue por eso que acudimos a un viejo amigo para que nos dijera algunos rasgos de la especie que hoy comienza a decirnos adiós. El bagre, dijo, es una de las familias con mayor diversidad, cuyo tamaño puede encontrarse a partir de tan solo una pulgada y en otros casos, llegar a pesar más de 300 kilos, un tamaño casi descomunal. Sí, como los que veíamos por los amaneceres de los meses de enero, me anticipé a decirle cuando él agregó que la mayor parte de sus especies, como el bagre rayado, permanece la mayor parte del tiempo oculto entre el lodo de los ríos y allí espera que la corriente traiga su alimento, por lo cual no se caracteriza por ser un gran cazador, sino más bien un oportunista que gasta poca energía en su proceso de alimentación.
Estimulado por nuestra curiosidad, nuestro amigo nos contó que el bagre se considera como poseedor de muchas proteínas, nutritivas para los seres humanos por lo cual es muy apreciado en la mesa. Es, principalmente, un animal de agua dulce y su gran depredador es el ser humano, quien lo persigue, precisamente por el gran tamaño que en algunas ocasiones logra alcanzar y porque su carne se considera como de un sabor muy agradable. Este es un animal considerado como un gran recurso para la economía, porque prolifera en todas las zonas del planeta, desde aguas dulces a saladas y también en todas las temperaturas, excepto en el frío extremo.
Y ya cuando habíamos declarado haber tenido la suficiente información, nos conmovió la advertencia que sobre el tema hizo la docente Luz Fernanda Jiménez, cuando señaló que lo que está ocurriendo debe ser “un llamado de atención para tener en cuenta que los cambios que se hacen en las cuencas influyen en la sostenibilidad del recurso pesquero y pueden poner en riesgo la supervivencia de una especie”.
A mi amigo, que me despertó a tan tempranas horas para ponerme al tanto de la desventura que le espera a los bagres de mis ríos de la niñez y la juventud, no me queda más que decirle que una vez logre darle tranquilidad a la mente, pondré en modo recuerdo a la memoria porque son muchas las historias que se tejieron alrededor de estos inocentes peces y de tantas cosas hermosas de esas tierras tan queridas como maltratadas.