1. Los Soprano de HBO: Acabo de ver esa belleza que es El Irlandés. Semanas atrás Martin Scorsese había criticado duramente a Los Soprano, sin embargo esta obra monumental lanzada por Netflix parece hecha por un fan de la serie. La atmósfera, los actores, Steve Van Zandt cantándole a Jimmy Hoffa, Katherine Narducci como la heredera de una dinastía mafiosa cuyo abolengo se remonta a los primeros traficantes de Calabria, o Robert Funaro, revelan una cercanía al universo de Los Soprano.
David Chease, creador de la serie, nunca ocultó la admiración que sentía por el autor de Goodfellas. La cinefilia de Cristopher Montissanti se la debe precisamente a haber visionado una y otra vez películas como Malas calles. Incluso, en el capitulo segundo de la primera temporada Montisanti se encuentra a Scorsese entrando a una discoteca y para demostrarle que es un fan incondicional le grita “Me encantó Kundum” o cuando este personaje muere en un accidente lo que está escuchando en un CD es la banda sonora de Los Infiltrados. Pero bueno, Los soprano no es la mejor serie de la historia solo por sus vasos comunicantes con Scorsese sino por la hondura de sus personajes. Hasta Tony Soprano creíamos que los mafiosos eran elegantes como Vito Corleone, que vivían con holgura sin problemas de dinero pero acá vemos es a un hombre obeso que sufre ataques de pánico, adicto al juego y a las mujeres que debe sobornar de cuando en cuando a su esposa, Carmela, con abrigos de bisonte y relojes de diamante para que le perdone sus innumerables infidelidades. A esa hondura se la agregan los sueños que son una constante en muchos de sus capítulos. Gracias a David Chase y sus guionistas –entre los que se cuentan a Matthe Weiner, creador de Mad Men- nos adentramos al inconsciente de un sociópata, a sus temores más ocultos. Gracias a los Soprano la televisión se acerca al cine en eso de que es la única máquina creada por el hombre capaz de mostrar sueños.
Las seis temporadas de Los Soprano cambiaron la historia de la televisión. Hace poco la volví a ver. No ha envejecido un solo día
2. Breaking Bad: ¿Uno qué otra cosa puede decir de Breaking Bad? La transformación de Walter White es tal vez la que mejor se ha dado en la historia de la televisión: el oscuro profesor de química en Alburqueque, enfermo de cáncer, despreciado por su esposa, ninguneado por su cuñado que es un duro de la DEA que se transforma en el temible Heisenberg, el despiadado rey de la metanfetamina. La transformación no la sufre solo White, Su socio, Jesse Pinkman, pasa de ser un irresponsable jonkie a la principal víctima de su propio profesor. Es a Pinkman, maravillosamente interpretado por Aaron Paul, a quien le debemos uno de los más profundos tratados sobre el dolor que hayamos visto jamás: una mañana se despierta y se encuentra a su novia muerta por una sobredosis. Con el paso de los días lo único que puede consolarlo es llamarla una y otra vez a su celular para escuchar la voz de ella diciendo que lo intente otra vez, que en ese momento no puede atenderlo. Parte el corazón de nuevo de solo escribirlo.
Nadie, ni siquiera los Soprano, pueden tener la intensidad, el frenetismo y la capacidad de adicción que tiene la obra cumbre de Vince Guilligam quien se inició en la televisión escribiendo los mejores capítulos de Expedientes secretos X. En sus cinco temporadas dejó varios capítulos a los que difícilmente otra producción podría superar: aunque los puristas le dan a Fly, el capitulo donde una mosca se cuela en el sofisticado laboratorio que Gustavo Fring ha construido para que su cocinero estrella siga haciendo el mejor productor que se pueda conseguir en Estados Unidos, a mi Ozymandias, me parece el mejor. Es que cuando ese nazi le pega un tiro en la cabeza a Hank no vemos la muerte del policía sino la de su cuñado: en ese grito ahogado de Walter White entendemos que el personaje al que le hemos alcahueteado hasta muertes de niños, ya no tiene redención.
La mejor forma de ver Breaking Bad es la siguiente: una vez termines Felina, su último capitulo, vuelve otra vez a verla completa. No se puede vivir sin Breaking Bad.
3. Mad Men: Siempre quise tener una máquina del tiempo y conocer la década del sesenta. Vivía frustrado hasta que vi Mad Men. Si, yo sé que está Donald Drapper, el macho cabrío que todos soñamos ser, un hijo de puta borrachín pero con el encanto más irresistible del mundo, el hombre que ni siquiera sabe quien es, que vive la vida de un soldado que murió en la guerra. Pero el gran protagonista de la serie es la época, los dorados sesenta, la época en donde era válido que un grupo de creativos se encerraran en una sala de juntas a fumar vareta mientras los jefes se reunían en espaciosas oficinas a matarse a brandy. Hay que soportar la primera temporada, hay que fijarse en el lento crecer de personajes como Peggy Olson – te queremos tanto Elisabeth Moss- en la segunda temporada y después de la tercera si sentarse a ver una de las mejores creaciones que se han hecho para la televisión en sesenta años de historia. La pueden ver en netflix.
4. Vinyl: Es una pena que los esfuerzos de Scorsese y Mick Jagger se hayan ido al garete. De nada sirvió un piloto épico de casi dos horas, una oda a la cocaína, el sexo duro y, como no, el Rock. Lo que no calcularon Martin y Michael Phillip es que al rock hace rato le hicieron golpe de estado y ahora lo que manda es Maluma. Por eso nos vamos a quedar sólo con esta primera temporada ya que no hubo financiadores que soportaran desarrollar la historia de cómo el rock logró sobrevivir a la música Disco y demás pamplinadas que empezaron a aparecer como ulceras a mediados de la década del setenta. Nos quedan estos diez capítulos que veremos una y otra vez, como las ruinas de una catedral romana. ¿Cómo la ves?: en la plataforma de HBO y en algunos aviones de Avianca. No está en otros lados.
5. Escobar, el patrón del mal: Entre todas las investigaciones que se han hecho sobre la fascinante vida de Pablo Escobar la de Alonso Salazar, El evangelio de Pablo, es sin duda la mejor de todos. Este fue el libro en el que se basó Juana Uribe para crear la mejor serie colombiana de lo que va de siglo. No sólo fue la interpretación de Andrés Parra o la de Chichila Navia, ambos monstruos sagrados de la actuación nacional, sino la intensidad, el ritmo con el que el maestro Carlos Moreno desde la dirección y Juana Uribe desde la escritura, supieron imprimirle a la serie. Al principio, cuando Escobar todavía era un delincuente no exento de carisma, el rating subió hasta los 20 puntos, el más alto que ha tenido Caracol desde su creación en 1998. Pero cuando poco a poco empieza a convertirse en el monstruo que le declaró la guerra a Colombia la audiencia empezó a mermar inversamente proporcional a como subía en calidad la serie.
Con El Patrón del mal queda claro que el problema no son las narconovelas sino el tratamiento que se les da. Condenar las narconovelas en Colombia es tan estúpido y peligroso como si en Alemania se prohibieran las películas sobre Hitler
6. Arrested Development: Su humor descarnado y cruel llevó a que la serie desapareciera después de la segunda temporada. Netflix la revivió en el 2016 y tampoco enganchó a nadie. No la recordaba muy bien hasta que el entusiasmo de Carolina Sanín me llevó a volverla a ver. La autora de Los niños volvía a tener razón. Arrested no solo es hilarante sino muestra a una familia de tránsfugas en plena disolución. Todo Estados Unidos resumido en cinco tipos viles, bobos, hipócritas, superficiales y ambiciosos. En netflix está completa.
7. La maravillosa señora Meisel: Si usted tiene las plataformas de HBO, Netflix y Fox no se sienta protegido. Meta en la canasta familiar Amazon y métalo ya. Esta comedia de Amy Sherman-Paladino es una razón de peso para pagar los 30 mil pesos mensuales que vale tener la plataforma. Los bares en los cincuenta en Nueva York, una familia judía, padre académico, mamá ama de casa con sueños parisinos y Rachel Brosnahan –ese portento- quiere dejar de ser una abnegada madre de dos hijos para convertirse en lo que sabe hacer: una comediante de pulmones prodigiosos capaz de pegar frase tras frase sin respirar durante tres minutos. En Colombia la hemos podido ver ´por páginas pirata, con el arribo de Amazon no hay excusa
8. Stranger Things: El salto de calidad que dio la serie en esta, la tercera temporada, la convirtió en la más popular e Netflix. Todo aquel que haya crecido durante los años ochenta viendo televisión norteamericana inevitablemente terminará entregado sin remedio a esta creación de los hermanos Duffer. La canción de la Historia sin fin cantada por Dustin y su novia es de los momentos más bonitos del 2019
9. The Deuce: Nueva York entre los años setenta y mediados de los ochenta era un pozo infecto, infernal, asqueroso, que debería ser tapado. En Time Square toda la inmundicia rezumaba. Las prostitutas y sus proxenetas, el Sida arrastrándose como una rata. Las películas porno que pululaban en las esquinas como hongos después de la lluvia ácida. Candy quiere dirigir una película porno, Candy es una prostituta que quiere dejar de hacer la calle. No tiene muchas posibilidades pero logra conseguir una cámara y que un productor le de una suma decente para hacer una película porno que parezca mas un ensayo artístico. Por supuesto no calientan a nadie, pero Candy tiene talento y cuando muere, en la Nueva York de Trump, a los 72 años, Criterion Collection remasteriza una de sus películas y es considerada la primera gran directora feminista de la historia.
David Simon, creador de The Wire, nos muestra el más descarnado Nueva York que hemos visto des de Taxi driver. Una lástima que casi nadie la vio. Sus tres temporadas son magistradas. Se consigue en HBO.
10. The Big Bang theory: Las cuatro primeras temporadas de esta obra de Chuck Lorre mostraron una originalidad, una fuerza, que transformaron a Sheldon y a su combo en toda una venganza de los nerds. Gracias a estos perdedores muchas mujeres empezaban a encontrar sexys a barrigones sin otro atractivo que su intelecto. Después de que las últimas temporadas no fueron tan buenos, la última despertó otra vez el cariño que le teníamos a Penny y sus chicos.
11. True Detective: La primera temporada de la obra de Nic Pizzolato es la razón por la que entra en esta lista. Es que ninguna de las dos secuelas han podido llegar siquiera a las más pequeñas cotas de intensidad y oscuridad que tuvo en el momento en el que los protagonistas fueron Matthew McConaughey y Woody Harrelson. Las implicaciones que ha tenido para la historia de la televisión esta maravilla apenas se están viendo en el tiempo. Cada uno de los diez capítulos que conforman esta maravilla son un ejemplo de cómo se debe contar una historia.
12. Los renevantes: Una niña desayuna como si no hubiera pasado nada en la cocina de su casa. El papá la descubre y llora inconsolable. La niña había muerto hacía tres años y ahora aparece como si no hubiera pasado nada. No es un fantasma, tampoco es un zombie, es solo algo que vuelve del pasado. Lo notable de esta serie francesa es el guion creado nada más y nada menos que por Emmanuel Carrere, uno de los maestros de la novela contemporánea. Recomiendo solo verse la primera temporada, en la segunda todos sus defectos salen a flote.
13. My Brilliant Friend: Es realmente maravilloso que HBO haya tomado el riesgo de subir a su plataforma esta obra que bebe directamente del neorrealismo italiano. Basado en las novelas de Elena Ferrante, uno de los mayores enigmas de la literatura contemporánea, en los diez primeros episodios podemos sentir la pobreza, el machismo y la alegría de ser vivir en la Napoles de la postguerra. Hay un capítulo que me marcó: siendo niñas Elena y Lila, las dos entrañables amigas, deciden caminar hasta el mar, ninguna de las dos lo conoce. Duran un día caminando hasta que el cansancio las derrota. Ese fracaso es una de las cosas más bonitas que haya podido ver en televisión.
14. The Crown: ¿Hay algo más hermoso que esas llamadas telefónicas de Carlos a Camila en los tres últimos capítulos de la tercera temporada de The Crown? No, todo eso que atisbábamos en sus dos primeras temporadas se concreta en esta maravillosa tercera entrega. Olivia Colman confirma que es una de las mejores actrices contemporáneos y gracias a Stephen Daldry podemos afirmar que no existe nada más aborrecible en este mundo que la Reina de Inglaterra, su esposo y su maldita familia.
15. Patrick Melrose: David Melrose, ese músico fracasado, invita todos los días a su hijo a su cuarto. Patrick tiene cinco años y, aunque vomita cada vez que su papá lo penetra, lo acepta como un destino inevitable. Por culpa de él Patrick Melrose crece refugiándose en las drogas, en la amargura y en la desesperación. Desconocida en Colombia en esta miniserie de cinco capítulos basada en las novelas autobiográficas de Edward St Aubyn hay dos actores que realizan dos prodigiosos trabajos: el gran Hugo Weaving y Benedict Cumberbatch
16. Dowtown Abbey: Sólo hay un vínculo que me une con mi abuelita, los dos lloramos cada vez que volvemos a ver esta maravilla de Julian Fellowes. Si, es una telenovela, tal vez la mejor tratada, la más cara y la más enternecedora de todas las que se han hecho. Cuando le conté a la vieja que había un episodio extra que habían sacado como película se emocionó tanto que ya la hemos visto tres veces. De factura visual impecable ha sido una tragedia que Netflix la haya sacado desde el 2016 de su catálogo. Exigimos que vuelva.
17. Better call Saul: Si teníamos alguna duda de que Vince Guilligam era un genio basta sentarse frente al televisor y ver el camino con el que Saul Goodman pasa de ser un gris abogado cuya oficina está al fondo de un salón de belleza coreano, al pícaro preferido de los mafiosos en Nuevo México. Algunas voces autorizadas como Guillermo Del Toro afirman que es mucho mejor que Breaking Bad. Yo creo que tiene capítulos absolutamente maravillosos como cuando los dos hermanos McGill cantan una canción de Abba en un Karaoke
18. Twin Peaks: David Lynch mata a Laura Palmer sólo para meter a su teleaudiencia en un divertido, extraño e incongruente laberinto. No sabemos muy bien de que va este delirio lisérgico. No sabemos si el malo es un extraterrestre vestido de Armani o el mismísimo satán. De lo único que estoy seguro es que solo Fellini construyó sueños como los que hace Lynch en esta obra maestra a la que hay que volver una y otra vez, con la misma fe esperanza con la que los enfermos van al santuario de Lourdes.
19. Game of Thrones: Es lamentable que las necesidades de la audiencia hayan dado al traste con la intención que tenía George Martin cuando empezó a escribir esta historia. La tragedia de los Stark se va convirtiendo poco a poco en un espectáculo televisivo de proporciones mesopotámicas. Aunque muchos fans consideran su última temporada una basura, tiene capítulos impresionantes, épicos, como la batalla final contra el Rey de la noche, con la salvada de Arya Stark matando al villano, me hizo sentir absolutamente vivo.
20. The Office: Son solo un puñado de capítulos los que hace Ricky Gervais para la BBC. Un puñado de episodios absolutamente perfectos que ayudan a crear a David Brent, el jefe más ridículo, más imbécil de la historia de la televisión. Con cámara en mano a manera de falso documental, The Office revolucionó la televisión británica. Su versión norteamericana, aunque divertida, está lejos de hacerle justicia.