Los que conocen a Jaime Granados afirman en que es un tipo brillante, capaz de hablar durante horas y con la precisión que le da su memoria eidética sobre los detalles más desconocidos de la batalla de Stalingrado o contar, milimétricamente, de qué ingredientes se componían los venenos en la corte de Francia durante el convulsionado reinado de Felipe el Hermoso.
Su imponente aspecto de oso pardo intimida a cualquier rival. Su voz grave y poderosa es una aliada incondicional en el nuevo sistema penal acusatorio que él mismo trajo de Puerto Rico en el 2005, en dónde los abogados, como en las series de televisión norteamericanas, podían despegar todo su encanto en encendidos monólogos de los cuales Granados, es un maestro.
No hay caso que parezca imposible para este abogado graduado de la Universidad Javeriana. Allí, a mediados de la década del ochenta ya empezaba a ser popular por su léxico inagotable y sus contundentes discursos. Con otros tres compañeros de la facultad de derecho, entre los que se destacaba Rodrigo Escobar, formaron un grupo de estudio en donde hablaban, inmunes a la fatiga que podía generar el exigente pensum, de códigos, leyes y formulaban hipotéticos casos en donde el futuro defensor del general Plazas Vega salía casi siempre vencedor. Su tenacidad y obsesión por el derecho llevó a que en la universidad se conociera al cuarteto de amigos como “La corte suprema”.
El 5 de noviembre de 1985 Jaime Granados recibió su título como abogado. Su tesis, ampliamente comentada y elogiada, hablaba sobre la negativa al indulto político a los guerrilleros, lo curioso es que a unas cuantas cuadras de la Universidad, y a esa misma hora, el M-19 desataba un infierno en el Palacio de Justicia.
Una vez se graduó con honores de la universidad, “La corte suprema” lejos de disgregarse, se unió aún más. Los cuatro amigos montaron en los primeros meses de 1986 un bufete. La oficina donde funcionaba el conglomerado, era un cuarto muy pequeño al que la ausencia de ventanas lo hacía más deprimente y claustrofóbico. Allí, aprovechando los contactos que tenían en la universidad y la amistad y el afecto que habían creado con varios profesores (cuentan que Granados se hizo muy amigo del Decano de la Facultad de Derecho de esa época, el doctor Javier Giraldo con quien lo unía la pasión por la lectura) lograron conseguir sus primeros casos. "Uno se forma el prestigio en la universidad. Y con las personas que me conocen desde ese tiempo se ha extendido la cadena de clientes", recordó Granados hace poco en una entrevista.
No tardó mucho tiempo para que el aluvión de buenos comentarios que despertaba la labor de los jóvenes penalistas llamara la atención de un peso pesado de la farándula nacional. Y así fue cuando un día, el poderoso empresario y presentador de la televisión, Jorge Barón, llegó al cuarto de escobas que “los supremos” tenían como oficina.
A partir de allí a la obsesión que tiene por las leyes, Granados tuvo que sumarle otra: la pasión que siente por los medios. Hábil y metódico, el líder de la “Corte Suprema” ha sabido como ningún otro abogado en este país explotar el eco que sale de esa poderosa caja de resonancia que son los medios de comunicación. Y por eso ha hecho del escándalo su aliado incondicional. Nada más hay que repasar la larga lista de los personajes que ha defendido: los hermanos Nule, por el desfalco de las arcas de la alcaldía de Bogotá; el exalcalde de Cúcuta Ramiro Suarez Corzo condenado por asesinato y paramilitarismo; el exgobernador de Sucre Miguel Nule Amín, por parapolítica; al exgobernador del Valle Juan Carlos Abadía por participación indebida en política; y hasta en el descalabro de DMG.
A finales de la década y con una fama incipiente, viaja a Puerto Rico y en ese país, con la habilidad de un Lord Varys, le bastan solo un par de años para entrar a los cerrados círculos de poder en donde parece moverse como pez en el agua. Allí, bajo la tutela de Rafael Hernández Colón, gobernador en ese entonces de la isla, un hombre obsesionado con el poder y a quien se le culpa de la debacle económico que vivió Puerto Rico durante finales de la década del noventa, empezó a tener experiencia en reformas legales al Estado, tarea en la que se vendría a consagrar en 1991 cuando formó parte del equipo que asesoraría la reforma a la nueva constitución colombiana.
En 1996 regresa al país, con un montón de ideas en la cabeza, ideas que vendrían a concretarse dos años después cuando junto a su socio Said Idobro Gómez funda Granados Idrobo Asociados, cuya razón social cambiaría en el 2001 convirtiéndose en el célebre Jaime Granados Peña & Asociados Ltda. La ascensión de Uribe al poder vendría a significar para el abogado su consagración definitiva. Sería, desde mediados de la década pasada, un consentido del expresidente. Gracias a su influencia implantó en el 2005 el nuevo sistema penal acusatorio, en donde este Jaques Verger criollo, se desenvolvería con absoluta maestría.
A diferencia del abogado francés, quien defendió entre otros monstruos a Sadam Hussein, al nazi Klaus Barbie y al antiguo presidente de Serbia Slobodan Milosevic, Granados es un probado hombre de derecha. En su pulida página web hay un artículo, escrito por uno de sus colaboradores, Omar Eduardo Bohórquez, que lleva como título Izquierda y moda y en dónde en algunos apartes no se sonroja el aprendiz a escritor a insinuar que los muchachos que protestan en las universidades de nuestro país, están a un paso de convertirse en terroristas tal y como se puede leer en éste párrafo: “En otras latitudes, esas causas ‘de moda’ hacen que los jóvenes se den por satisfechos participando en marchas, enfundados en sus camisetas del Che y sus kufiyya, que tiren piedra de vez en cuando, pero el problema en Colombia es que esas modas son utilizadas perversamente por los sectores proclives al terrorismo, y que jóvenes que en principio solo querían sentirse vivos tirando piedra en nombre del bien común, que sólo querían protestar, terminen enredados en la telaraña del narcoterrorismo fariano y eleno, o de sus onegés afectas”. Lo preocupante es que a este cercano abogado de Granados especializado en Derechos Humanos de la Universidad Complutense de Madrid y quien ha trabajado en el Ministerio de Relaciones Exteriores como asesor en Derechos Humanos para la defensa internacional del Estado, no le impiden hacer estas peligrosas estigmatizaciones contra estudiantes y ONG.
Por este tipo de declaraciones surgida dentro de su propio equipo es por lo que las críticas arrecian contra él. Carlos Cortés llama a su estilo “El síndrome Granados” y explica que este consiste en “menos juzgado y más micrófono ¿Cuál es la labor principal de este abogado?” se pregunta el periodista en un artículo publicado en La silla vacía y ahí mismo se responde: “La del chef: manda a sus meseros a los juzgados y cocina absoluciones en los medios”. Para el fiscal 11 de la Unidad de Vida, Antonio Luis Gonzales, el representante legal de Laura Moreno es “antiético y mentiroso” y Jaime Lombana, el otro penalista con quien se disputa el amor del expresidente no duda en afirmar que Granados “pide disculpas en privado y después se explaya contra uno en los medios”.
DEFENDIENDO A DIOS: EL CASO ARANGO BACCI
En el 2006 al Almirante fue retirado de la armada misteriosamente. La orden la había dado el Presidente Álvaro Uribe Vélez porque “Había cumplido el tiempo de servicio”, poco después la opinión pública supo la razón del retiro: el entonces ministro de defensa Juan Manuel Santos supuestamente tenía pruebas que determinaban que el militar tenía contactos con los carteles de la droga.
Durante más de un año la Fiscalía fue recogiendo pruebas sin fundamento y cuando completaron el infame dossier ordenaron su captura y lo acusaron de cohecho, revelación de secreto, enriquecimiento ilícito y prevaricato por omisión. Justo cuando iba a comenzar el juicio, cambiaron al Fiscal Mario Iguarán, hombre de confianza del entonces ministro de Defensa por Jesús Antonio Marín.
Jaime Granados, usando el caudal de palabras que le ha generado su pasión por la lectura, fue desestimando una a una las pruebas hasta dejar en evidencia que lo que se fraguaba contra el Almirante era un montaje perpetrado por Santos, acaso por una rivalidas personal.
El caso se archivó en tiempo record y como suele suceder en el país, bastaron unas cuantas semanas para que nadie se acordara de lo sucedido. Sin embargo, a finales del año pasado, un par de asesinatos volvieron a poner en la palestra pública el nombre del Almirante. Uno de los testigos claves en ese caso, el exparamilitar Jaime Pérez Charry, fue encontrado muerto, junto a su esposa, a pocos kilómetros de Barranquilla. Pérez había atestiguado en su momento contra Bacci, afirmando que había estado en una reunión en Santa Marta con el oficial y un grupo de narcotraficantes que le recriminaban a Arango la pérdida de un cargamento.
Tres años después el otrora ayudante de Jorge 40 se retractó diciendo que había mentido, presionado desde las altas esferas del poder. Faltaban pocos días para su declaración cuando desconocidos entraron a su casa y lo ahogaron con bolsas plásticas mientras dormía al lado de su esposa.
Granados no demoró en pedir que se le prestara medidas de protección al Almirante y el lunes 19 de mayo, le exigió en su cuenta de twitter a Semana que todavía estaba esperando las disculpas del montaje que, según él, la revista había hecho en el caso de Arango Bacci. Al parecer, ninguna prueba le resiste al alegato de este hábil penalista.
DEFENDIENDO AL DIABLO: EL CASO VÉLEZ.
Julio Vélez se había casado con la joven estudiante de derecho, María Clara Castaño en una publicitada y concurrida boda. A María Clara no le preocupaban los rumores que corrían por los pasillos de la alcaldía de Cúcuta en donde se afirmaba que el delfín maltrataba verbalmente a sus compañeras y sobre todo a las aseadoras del lugar. Llevaban muy poco tiempo de casados y la pareja vivía en la amplia casa de los Vélez Trillos. Los vecinos escucharon, al mediodía del 17 de abril del 2010, una fuerte discusión y luego un disparo. Pasaron un par de horas antes de que el concejal saliera corriendo a la calle, buscando ayuda. La joven llegó muerta a la clínica.
Desde entonces todos los hechos apuntan a que Julio Vélez mató a su esposa. Al concejal, hijo de un gamonal político de la región y exdirigente del Cúcuta Deportivo, no le ayudó demasiado el que se hubiera contradicho en las declaraciones. Primero dijo que su esposa, después de haber tenido una fuerte discusión, cerró la puerta y deprimida tomó la pistola y se disparó en la sien. Poco tiempo después afirmó que él estaba en el segundo piso, tranquilo, viendo el noticiero, cuando escuchó la misteriosa detonación.
La poderosa familia Vélez Trillos, a sabiendas de la gravedad en la que se había metido Julio, contrató a Jaime Granados para que en uno de sus acostumbrados actos de magia, desestimara las contundentes pruebas que existían contra el joven político. Su imponente figura y la fama que acompaña su nombre, inhibieron de entrada a la precaria justicia regional, tal y como lo afirma una fuente cercana a la familia de la victima “En el Proceso contra Vélez, Granados se ha limitado a hacer lo que sabe, que no es otra cosa que intentar dilatar el proceso lo más que le resulte posible, torpedear la tarea de la Fiscalía y el Juez. Eso sin contar que ningún fiscal de Cúcuta está acostumbrado o por lo menos tiene las bases, los fundamentos y además el carácter que se necesita para plantársele a una defensa como la de ellos, pues no puede negarse que la firma del hombre es muy fuerte académicamente hablando, hay que recordar que el modelo de Sistema Penal mixto con tendencia acusatoria que impera acá en Colombia, es una copia del sistema penal Puertoriqueño, entonces resulta apenas lógico que Granados conozca todas las posibilidades y trate de explotarlas a su favor”. La presión sirvió y Vélez, contrario a todo lo que se creía, pudo salir libre. Las artimañas y recursos de Granados parecen inagotables. Al juez que llevaba el caso le presentaron una prueba obtenida de manera ilícita, como fue la historia clínica “sin que fuera autorizada la obtención de la misma a través de un control previo de legalidad o solicitada directamente por un funcionario judicial”, como lo atestiguan allegados a la familia Castaño. Por enésima vez Granados volvía a ganar un caso.
Ahora se enfrenta a lo que puede ser el reto más difícil en su exitosa carrera: tratar de convencer de que el video del encuentro de Oscar Ivan Zuluaga con el hacker Sepulveda es un montaje. En una de sus declaraciones afirmó:"hay ediciones o manipulaciones claras a los 3 minutos y 33 segundos y a los 5 minutos y 2 segundos. En esos momentos es posible verificar que el video es cortado, pero el sonido permanece igual. A los 5 minutos es tan grosero el corte, que no necesita peritos para determinar que el video es un montaje. La mano que filma se mueve, pero el sonido sigue sin ninguna alteración. Técnicamente eso es imposible sin edición".
Será una tarea bastante dura para el Fiscal Eduardo Montealegre ganarle el pulso al padre del Sistema Penal Acusatorio colombiano. Nadie como él conoce las vías de escape que presenta el laberinto que constituye un caso tan complejo como el que ha terminado envuelto Zuluaga. Granados sabrá hacer de su locuacidad una gran aliada y será mucho lo que lo veremos en los medios si su defendido pasa a la segunda vuelta presidencial.