Muchos salieron a manifestar el pasado jueves 21 de noviembre de 2019. La inmensa mayoría fueron personas jóvenes.
Colombia es un país en el que predominan los jóvenes, dirigido por grupos e individuos para los que los niños y los jóvenes no son su prioridad.
Los menores de cuarenta años representan dos terceras parte de la población colombiana, unos 32 millones de personas. Los menores de 30, algo más de la mitad (51,4 %). Niños y adolescentes hasta 14 años constituyen una proporción ligeramente superior a la cuarta parte de la población, es decir, unos 12 millones y medio de compatriotas.
A juzgar por los niveles de violencia contra los niños y los jóvenes, incluidas las formas mas brutales y las menos evidentes, el mundo de los adultos pareciera estar en guerra contra aquellos o, por lo menos, en situación de indiferencia. Son la postura de los adultos, activa y pasiva, frente al presente y futuro de la sociedad colombiana. Nunca han sido prioridad de políticos y gobernantes, quizás porque no votan.
La violencia, la que se denuncia y la que no, es solo una forma de agresión a los mas jóvenes de la sociedad. Las hay más sutiles y de graves consecuencias para los futuros adultos y la sociedad en su conjunto.
Educamos y no damos empleo: Colombia ha avanzado de manera considerable en su cobertura de educación básica, media y superior. Basta ver las estadísticas de la matrícula y los graduados en las distintas modalidades de la educación superior: 2,4 millones de estudiantes matriculados en 2018 en los distintos niveles (universitaria, tecnológica, maestrías, técnica, especializaciones, doctorados). En cuanto a los graduados, la cifra es de 486.000, en la que predominan los de las universidades (227.000 ) y las tecnológicas (131.000).
El cuento cruel: la tasa de desempleo abierto en Colombia fue de 10,2 % en septiembre del 2019. La de los jóvenes (entre 14 y 28 años) fue de 18,1 % y para las mujeres jóvenes de 23,4 %. Cifra absurda que no tiene eco, que se repite en un eterno retorno cuando el Dane vuelve y la publica.
Es obvio que en la estadística están los jóvenes que han cruzado por la educación superior y también los que no. De hecho, la tasa de vinculación laboral para graduados universitarios egresados entre el 2001 y el 2015 fue de 77 % en el 2016 (SNIES, MEN). La de los graduados técnicos es peor: 63 %. Es decir, el desempleo da duro y parejo tanto a quienes tienen educación superior como a los que no.
La suma de desempleo, subempleo (altísimo, sinónimo de alta informalidad) y bajos salarios hace de los jóvenes, la mayoría de colombianos, una población de alta vulnerabilidad.
Un modelo económico del que muchos se jactan por la estabilidad macroeconómica (un valioso activo, sin duda; en Colombia no se conocen los fenómenos hiperinflacionarios que sufren hoy los venezolanos y padecidos, en su momento, por chilenos, peruanos, argentinos, bolivianos y brasileños) y en las tasas de crecimiento del producto, pero que no reparan en la inequidad crónica en la distribución del ingreso ni, como se ha mencionado, en las escandalosas tasas de desempleo que sufren los jóvenes.
Muchos de esos jóvenes manifestaron de forma pacífica el pasado jueves 21 de noviembre. Jóvenes fueron los voluntarios que limpiaron fachadas públicas el viernes 22.
Suena imposible que ante las perspectivas de no futuro de millones de jóvenes le quepa a alguien en la cabeza que no andan angustiados y descontentos, con bríos para manifestar.
Desaparecen ocupaciones, surgen nuevas,
los modelos de negocios tradicionales son remplazados por otros que nadie imaginaba.
Los pedagógicos están mandados a recoger
La “trenza” resultante de la globalización de los mercados, la revolución tecnológica y el cambio climático está revolcando los mercados laborales a unas tasas desconocidas. La confluencia de la inteligencia artificial, nanotecnología, biotecnología, robótica, neurociencia y tantas otras disciplinas nos sorprende a diario.
Desaparecen ocupaciones, surgen nuevas, los modelos de negocios tradicionales son remplazados por otros que nadie imaginaba. Los pedagógicos están mandados a recoger. El mandato de formarse toda una vida está sobre la mesa. Asuntos que les concierne a los niños y jóvenes de hoy. En buena parte de los países de la OCDE, nuestro club favorito, hay valiosos recursos financieros y humanos trazando caminos para los jóvenes.
Dudo que haya partidos y movimientos que estén dedicándole energía a estas preocupaciones. Y que estén presentes en las reuniones posparo. Las demandas justas por presupuesto para la educacion superior no han aludido al tema.
Los niños y jóvenes de Colombia necesitan vivir en paz, respetados y con perspectivas de futuro alentadoras.