J Balvin en cada entrevista dice que él ama mucho a Colombia. Parece un boxeador olímpico, manda besos a su pueblo, les manda saludos cada vez que abre un concierto. Para mí no es más que una mentira barata para fidelizar clientela. Recuerden que J Balvin no es un artista sino que es uno de esos emprendedores que promueven la Economía Naranja. Dios mio, el peor de los pecados uribistas es haberle entregado a los tecnócratas la cultura, el arte.
Como toda persona que se autoproclama “de bien”, a J Balvin sólo le importa lo que pueda pasar con él mismo y con su entorno. Me imagino que por ahí recogerá plata para alguna fundación que le sirva para que le rebajen impuestos y de paso darle un poco de sosiego, de paz a su alma católica y paisa, pero de ahí a preocuparse por los cambios sociales que necesita este país si hay un trecho muy grande.
Él, como todo rico colombiano, cree que todo está bien sólo porque a él le va bien. Además, ¿para qué hablar mal del presidente? si decide visitarlo Iván Duque le sacaría alfombra roja las veces que sean necesarias y además lo trataría con el respeto y solemnidad que sólo se le brindan a los jefes de estado. Y, quién lo podría negar, el presidente tiene atributos que no podría exhibir un malandrín como Gustavo Petro: jamás se metería con los latifundistas ni permitiría una reforma agraria, Duque es un buen hijo y un padre ejemplar que respeta a las iglesias y está convencido que Mauricio y Palodeagua es una especie de Leonard Coen rolo entonces, ¿para qué socavar el orden establecido? ¿Por qué negarnos el gusto de que nos gobierne un buen muchacho? ¿Para qué gastar unas palabras condenando el vandalismo policial, vandalismo que ya es portada en periódicos como el Wall Street Journal? ¿Para qué mandarle un mensaje de fuerza a Dylan que se debate entre la vida y la muerte en el Hospital San Ignacio, a Dylan que lo único malo que hizo fue salir a protestar cargado de rabia porque el Icetex no le quiso prestar para el semestre? No, Balvin no debe saber de ese muchacho, ni le debe importar.
Cansado de que le cuestionaran sobre su silencio con respecto a la convulsionada situación política y social que vive Colombia Balvin escribió en su Instagram:
“Desde acá mandarles un mensaje a Colombia, que los amo, que los quiero. No me importa hablar ni de izquierda ni de derecha, lo importante es ser uno derecho en la vida y echar pa’ lante y no pasar por encima de nadie”.
No señor, se equivoca, en Colombia la gran mayoría son gente decente, gente de iniciativa, y sin embargo les va muy mal en la vida porque existe un modelo que ha permitido que el país sea dominado por una clase que se acostumbró a aplastar al otro, a pasar por encima del trabajador, del verdadero pueblo y privarlo de educación, de salud, de vivienda. Es contra los echaospalante que este pueblo protesta, contra una cultura que hizo del hacha devastadora y desforestadora un símbolo de progreso. Contra un sistema educativo tan pobre que lo ha convertido a él en un artista venerado.
Balvin, mezquino como todo uribista, cree que los únicos ciudadanos que valen la pena son los emprendedores, los que hicieron plata a costillas de sus empleados, los diabólicos capitalistas latinoamericanos que montaron fortunas amparados en gobiernos que los alcahueteaban, como sucedió durante los ocho años de Alvaro Uribe, como quería hacer Duque con su paquetazo económico pero el pueblo se lo impidió.
Si, Balvin es rico, ya cumplió todos los sueños, los demás que trabajen, que no jodan, que no digan palabras tan horribles como solidaridad, que mejor sigan escuchando su música y no piensen tanto. Pensar es de terroristas.