No se dieron cuenta de que los usaron como idiotas útiles. Marcharon por mentiras. Ni un solo argumento de fondo. “Por hacer de este un mundo mejor”, fue la consigna final. Ahora empezarán las consecuencias, no por las cosas materiales destruidas, sino por la presión de una agenda política de izquierda, una que nunca ha funcionado. Los engañaron. Disfrazaron el “socialismo del siglo XXI” bajo el nombre de “progresismo”.
La estrategia estaba planteada. No nos dan contratos ni puestos en el gobierno: los presionaremos. Empezaremos desprestigiando a las fuerzas armadas (“matan niños, gritaron”). Ahora fueron por los policías. No se dieron cuenta de que el número de hombres en armas en las regiones no disminuyó desde el acuerdo de La Habana. “Creamos violencia en regiones y presionamos con protesta social en las ciudades”. El país siguió ese camino. Cayeron en la trampa.
Si logran su cometido en las próximas semanas habrán dado dos pasos: hundir la reforma tributaria y lograr un alza exagerada del salario mínimo. El país sin saber de qué trata el fondo, celebrará. Pagarán las consecuencias en los años venideros. Si no logran su cometido ahora, la presión social aumentará.
Las juventudes, que les enseñaron que “todo lo podían”, son las más ignorantes. Preguntas tan básicas como: ¿qué significan las siglas IVA e ICA?, ¿cuántas cortes tiene Colombia?, ¿cuánto vale el acuerdo de La Habana?, ¿cuánto ha aumentado o reducido el número de líderes sociales asesinados?, ¿cuánto le aporta el sector petrolero a la economía?, ¿quiénes deben pagar impuesto de renta?, ¿cuál es la diferencia entre un senador y un representante a la Cámara?, ¿cómo funciona el sistema pensional colombiano?, ¿cómo funciona el sector salud?,¿cuánto es el presupuesto general para 2020?, ¿qué sectores privilegia?, ¿cuánto es el déficit fiscal del gobierno?, ¿qué es la inflación? No saben responderlas. No tienen ni idea de Estado. No generan valor agregado al país, pero creen merecerlo todo.
El odio al empresariado es de gran preocupación. Tal vez olvidan que es el empresario el que crea nuevos puestos de trabajo. Quieren acabarlos, ahora los llaman “oligarcas”, “la burguesía”. Solo falta que vean los discursos de Chávez en el 2001. Es el mismo. Es una revolución. La generación que votó por Chávez, por Evo, por los Kirchner y por Correa disfrutó de grandes inversiones sociales. Sin embargo, no supieron que endeudaron a sus países. Los hijos de esas generaciones son las que pagarán, tal cual los dichos populares: “el pan de hoy, el hambre del mañana”, “padres trabajadores, hijos ricos, nietos pobres”. Obviamente no lo entienden, no han estudiado las economías de otros países.
Los líderes de opinión no ayudan. Tal vez el odio a un caudillismo de un partido los tiene sesgados. Tal vez muchos creyeron, como en su momento hasta yo lo hice, que el acuerdo de La Habana había creado otro país. ¿Cómo decirle no a la paz? Nos vendieron una palabra enorme para un hecho diferente. Legalizaron la criminalidad. Ahora, apoyados en eso, buscan crear el país por el que tantos años asesinaron y masacraron. Lamento decir que lo van a lograr. Se siente alrededor. Se siente en las redes. Se siente en la juventud.
