Antes aclaremos que lo que se proclamó como un paro protesta contra el gobierno terminó siendo una marcha pregonando la paz. Sin dudas los más asustados fueron, finalmente, los más tranquilos porque en el ambiente están latentes los casos de Chile, Ecuador y más reciente, Bolivia, y en Colombia no había motivos para excepciones, pero logrado el objetivo de desviar la intención rebelde de un paro rabioso contra el sistema político, sus inmediatos responsables debieron soltar un suspiro de alivio porque poco después de mediodía el pueblo agrupado pareció decir, calabaza, calabaza, cada uno a su casa.
Colombia es un país con paros seguidos, pero este fue el más atacado, más odiado, el que trató de evitarse por todos los medios posibles, incluyendo falsedades, como ya es común en nuestro país, y el que más expectativas tuvo por lo que dijimos de los países en revueltas verdaderas. Parece como si los administradores del gobierno esperasen una reacción parecida a lo que ocurría allá. Obviamente que eso debe asustar, incluso, a quienes no estamos acorazados por una fuerza bélica como la policía y el ejército, quienes tiene claro a quienes defienden y a quiénes atacan.
Es muy reciente hablar de ganadores y de perdedores. Esperemos la respuesta del gobierno, quien era el principal objetivo, donde se pretendía, inicialmente, presionar hasta lograr el desalojo de la Casa de Nariño. Digamos que desde allá se programaron desde un principio, en caso de que el paro, que terminó en marcha, se saliese de madre y arrojara violencia desmedida con muertos y sangre a la lata como hace días lo vaticinó Regina Once en un noticiero, y como temían muchos, incluso, nos imaginamos que algunos con pasaporte en mano y un avión disponible por si acaso había que salir corriendo. Afortunadamente, no sucedió así. Desde el principio el gobierno demostró que daría la pelea por mantener su posición, se militarizó el país, la prensa cumplió su papel de informar con sesgo, se dejó de lado la verdadera intencionalidad del paro y finalmente hasta los promotores repartieron la consigna de nada de violencia, todo en paz, agarremos al que se salga de la tangente, preocupémonos de hacer una marcha tranquila para alivio de todos.
Se puede decir que hay dos ganadores, uno más feliz que el otro. El gobierno no solo logró que se olvidase el tema central que se pretendía con el paro, de corregir la corrupción, la delincuencia gubernamental, pésimas políticas sociales, saqueo, poca inversión, paquete de leyes onerosas, sino también que todo terminase como acabó.
Por otro lado, el pueblo logró el objetivo de mostrar masiva convocatoria, unificación de criterios y capacidad de lucha. Es lamentable que en solo catorce meses de gobierno se origine una reacción colectiva como la de hoy. Eso debe preocupar. Si el gobierno no logra reacomodar el enunciado y continúa en la posición vencedora de que con prensa, policía y ejército se consigue lo que sea, no es necesario ser clarividente para vaticinar lo que se puede venir, ya no con una marcha de risa y buenos modales como la que acabamos de clausurar. Aquí es donde podemos tener, entonces, dos perdedores y un país en ruinas.
Para nadie es secreto que la economía colombiana está entretejida con telarañas, que la mayoría de los negocios están en crisis y sus propietarios endeudados y que no se ve un plan de estímulo al crecimiento que no sea apretando el cuello impositivo, algo así como sucede con el feligrés endeudado, sin empleo, que va donde el pastor por aliento y la respuesta de este es que diezme más. La producción colombiana está maniatada por los acuerdos del TLC y ahora producir es muy costoso comparado con el país que nos envía remesas. De nada sirve que unas cuantas familias sigan almacenando efectivo en las bodegas de los bancos mientras el país completo está que se rompe.