Leer columnas de reconocidos líderes de opinión cada ocho días se ha convertido en una buena costumbre en Colombia. Durante la semana se exponen diferentes temas de interés social como el de la salud, educación, economía, desempleo, política, seguridad y escándalos de corrupción, entre otros. Ir lanza en ristre en contra de los dirigentes políticos es lo más común en dichos escritos, ¿pero escribir en contra de lo que la población quiere y exige? Eso es algo atípico en dicho género periodístico.
Por lo general una columna de opinión se escribe desde una postura inconforme frente a las problemáticas civiles, cuestionando al sistema que nos oprime a todos. Sin embargo, en Colombia, existe un grupo de "periodistas" que dan la impresión de que están al servicio del poder, porque escriben para agradar y no para cuestionar a quienes mal gobiernan en el país.
Se sabe que una columna de opinión se escribe desde la subjetividad del periodista, pero hay temas en los que indiscutiblemente se debe ser objetivo, sobre todo en problemáticas que afectan a un alto porcentaje de la población. Si en la ciudadanía se evidencia vulneración o alteraciones en el sistema educativo, laboral y de salud, lo lógico sería escribir en contra de quien vulnera o intenta arrebatar lo que por derecho nos pertenece. ¿Cómo van a escribir a favor de la burguesía y en contra de los afectados? Existe algo que se llama sentido común, el cual se antepone a la famosa subjetividad periodística.
El paro nacional convocado para el 21 de noviembre sirvió de inspiración para que algunos periodistas se pronunciaran en contra de las manifestaciones. Hubo un par que, aunque en ocasiones han dicho que ninguna figura política ni pública debe tomar vocería en casos coyunturales como estos para evitar polarización, terminaron polarizando. Se mostraron desesperados y quisieron, a través de sus columnas, dejar en el imaginario colectivo de la población que no habían razones suficientes para salir a protestar. Quizá lo hicieron para respaldar sus preferencias políticas o para obedecer a sus jefes, ¡no lo sabemos!
Sin embargo, lo que sí sabemos es que el país carece del buen periodismo, de ese que vigile al poder burocrático, que lo fastidie, que meta el dedo en la llaga y eche sal a la herida. Se necesitan periodistas que revelen casos ocultos, temas de los que nadie se atreva hablar. Se requieren periodistas que trabajen al servicio de la sociedad y no que se arrodillen ante el poder. Se precisan comunicadores que den voz a aquellos que no tienen voz. El buen periodista se debe a la ciudadanía, a esa que pide justicia a gritos silenciosos. No se necesitan líderes de opinión que peleen como perros guardianes por los intereses de sus amos, el buen periodista no se educó para eso. La función del periodista es servir al lector, mas no al poder. Al poder se vigila, se incomoda. Al poder no se le lame las suelas.
En Colombia la libertad de prensa fue pisoteada, irrespetada y comprada por los dirigentes políticos y por los empresarios, ellos no permiten ejercer el oficio con libertad. Los líderes de opinión que se deben a ellos están condenados a maquillar las verdades para tapar las faltas de los poderosos y desinformar a las audiencias. De esa manera, los periodistas al servicio del poder se convierten en la servidumbre de los dueños de los conglomerados.
El verdadero periodismo es el que informa sin temor, el que hace investigación sin pedir permiso, el que no trabaja limitado, el que respeta a la ciudadanía brindando información veraz. Es por eso que los medios de comunicación en Colombia no deben ser propiedad de empresarios que tengan cierta empatía con el poder político, eso le resta rigurosidad al oficio investigativo. Esa alianza conlleva a los líderes de opinión a tomar posturas defensivas, haciendo que se diluya el verdadero objetivo del arte de inform
