Jóvenes de la Escuela Kimy construyen teatro de marionetas para la resiliencia de las víctimas, con ello buscan incidir en los procesos de construcción de una pedagogía para la paz y la equidad en el país.
El proyecto financiado por Idartes a través de la convocatoria Bogotá Diversa dirigida a sectores sociales ha tenido muy buena acogida por parte de los jóvenes integrantes de la Escuela Kimy, también de las instituciones como la Alta Consejería de Víctimas, la Secretaría de Gobierno y la Comisión de la Verdad, además de organizaciones comunitarias como la Huerta del Barrio, proceso que lleva a cabo acciones en pro de la reconstrucción del tejido comunitario, aportando desde la práctica a la transformación de las formas de vida de los habitantes de la UPZ 55.
Este proceso surgió a partir de la necesidad de realizar un ejercicio de pedagogía de paz, el cual recogiera elementos de formación teórica, artística y práctica sobre los derechos humanos y el derecho internacional humanitario, en conjunto de las memorias históricas sobre el conflicto armado. Allí en cada manifestación actoral, técnica vocal o compartir de alimentos se abordaron elementos importantes sobre la historia del país, la defensa de la vida y la búsqueda colectiva por construir una nación equitativa en la cual todos y todas podamos existir.
Nada de esto hubiera podido surgir sin el compromiso, persistencia y entrega de los y las jóvenes, quienes con sus diversas procedencias geográficas, históricas y vivenciales le pusieron el alma al ejercicio de personificación de los actores del conflicto, encarnando la voz de las maestras rurales, los campesinos, mujeres, jóvenes y actores armados, capturando con los hilos de las marionetas las memorias de los diversos tipos de violencia.
Esto es importante de resaltar, ya que los procesos de formación en su mayoría fracasan por la pérdida de interés de los sujetos sobre el mismo, máxime cuando se es joven y otras actividades pueden captar más fácil la atención llámese internet, televisión, etc.
Y tenía que construirse la experiencia estética, política y artística de esta manera, porque cuando una persona se toma el tiempo de asumir el rol social del otro, lo construye en medio de madera, hilo y alambre, comprende la dimensión vital de su existencia, además le transfiere emoción, razón e imaginarios, construyendo una real empatía por el otro. Esto permite que florezcan nuevas ideas en su subconsciente, generando quiebres estéticos, subjetivos y racionales, para que de esta manera nazcan nuevas formas de ver la realidad y asumir la realidad.
Por otra parte, de manera colectiva se buscó hacer un ejercicio de reconocimiento a las víctimas del conflicto armado y al maestro Enrique Buenaventura, montando las obras La Maestra y La Tortura, dos piezas claves de Los papeles del infierno, que dialogan con la realidad histórica, cultural y social que vive el país en su tránsito hacia la paz. La primera obra narra la historia de una maestra rural que vive en carne propia toda la violencia estructural, simbólica y física sobre su humanidad, mientras que la segunda narra la vida íntima de un actor del conflicto y cómo dichas violencias estructurales se decantan en violencias cotidianas.
Finalmente las obras fueron presentadas en la Alta Consejería de Víctimas, la Comisión de la Verdad y la Minga por la Memoria y la Verdad realizada en el territorio de la Chiguaza. En todos los escenarios los jóvenes fueron felicitados por su apuesta artística. Serán ellos mismos quienes tejan nuevas realidades siempre desde la vitalidad, el amor y la pasión, para desterrar de corazón el dolor y hacer un teatro por la vida.