Todo comenzó tras la suspensión de los informes sobre los escrutinios. Hasta antes del corte de la información Evo Morales iba ganando las elecciones, pero no con la suficiente diferencia como para evitar una segunda vuelta presidencial, pero una vez restablecida la comunicación el consejo electoral, da como ganador en primera vuelta a Evo. Esto generó una gran indignación en algunos sectores y fue aprovechado por la supuesta oposición para denunciar fraude electoral. Así el señor Carlos Mesa pidió a la comunidad internacional que se pronunciara y auditara el proceso electoral, esperando lógicamente que Evo rechazara aquella propuesta para así crispar aún más los ánimos y conseguir la renuncia de Evo.
Para sorpresa de muchos, Evo Morales acepta la auditoría y la realización de unas nuevas elecciones, cosa que dejó a la supuesta oposición “democrática” sin saber cómo reaccionar, pues su apuesta por un golpe de Estado blando estaba fallando, es por esto, que optaron entonces por el golpe de Estado clásico. Los militares y las fuerzas policiales presionan a Evo para que renuncie, al mismo tiempo estas fuerzas reprimen a diestra y siniestra a todos aquellos que muestren simpatía con Evo y lo respalden.
En definitiva, lo de Bolivia es un golpe de Estado y todo aquel que se precie de ser demócrata debe condenarlo sin ningún tipo de titubeo. Los jefes de Estado de la región, los políticos en general, los medios de comunicación y todas las personas que creemos en la democracia debemos solidarizarnos con el pueblo boliviano y pedir abiertamente la vuelta a la normalidad y, claro está, la celebración de unas nuevas elecciones.