En estos días al despertar como de costumbre vi las noticias del día que circulan en redes, y disfruté un café fresco, oscuro y sin azúcar. Ahora, trato de poner palabras a mi tristeza, ya hecha indignación y hastío por la impotencia que me provoca tan grotesco espectáculo de violencia armada, política, social y simbólica en nuestro país en estos tiempos; lo peor, el papel de los medios masivos de información.
Después de más de 20 años de trabajo en salud mental y entendiendo la incidencia que tiene la información “periodística” en el pensar y el sentir pero sobre todo en el actuar de la población, cuya gran mayoría no tiene acceso a educación de calidad que permita el ejercicio de una ciudadanía crítica, madura y responsable, creo que el tema amerita al menos una reflexión.
Una sociedad cuya población en gran medida no sabe leer (hablo de lectura crítica), que transcurre su cotidianidad viviendo en analfabetismo funcional, difícilmente podrá descifrar, relacionar y comprender las dinámicas sociales y políticas que determinan sus propias condiciones de vida personal, laboral, familiar o comunitaria; además, esto se hace más dramático aún al considerar la realidad proyectada por los medios masivos, que en Colombia encarnan y representan los intereses económicos de empresas que defienden y promueven el modelo neoliberal impuesto en las últimas décadas en América Latina.
El asunto que en ese contexto quiero señalar es la patética situación de ignorancia y desinformación de muchas personas en nuestra sociedad que, en su confusión, optan por creer en lo pregonado (valores, formas de entender) por los noticieros de televisión y las principales publicaciones periódicas y así, viven una realidad que configura con el tiempo el adefesio de país que la economía, la política y el mercado nos han llevado a construir, con pesados rasgos culturales de resentimiento, frustración, tristeza, rabia, miedo, agresividad, trampa, engaño, etc.
Para no extenderme, y a manera de ejemplo o ilustración de la perversidad de esos medios hegemónicos que aludo, solo referiré una nota de un noticiero regional de la capital, que presenta el extraordinario acontecimiento de una niña utilizada al parecer por su padre para distraer al encargado de un establecimiento comercial de esta ciudad, mientras él sustrae disimuladamente algún elemento de una vitrina.
¿Cuál es la noticia y cuál es el drama? ¿La maldad o irresponsabilidad del padre al usar a la menor para cometer un ilícito?, ¿la inseguridad generalizada en la ciudad? ¿La eficacia de las cámaras de vigilancia para poder probar el delito?... La respuesta elaborada por los receptores dependerá en gran medida de su facilidad para “leer” los mensajes compartidos, es decir de su capacidad de percibir, integrar, interpretar, comprender y relacionar la copiosa información recibida a diario de esas fuentes.
Y de otra parte, también podríamos preguntarnos, ¿qué llevó a ese hombre a decidir dar instrucciones a su hija para acompañarlo y ayudarlo a robar?, ¿qué han comido en esa familia en los últimos días?, ¿lo extraído de una vitrina de tienda de barrio solucionará la situación económica de ese hombre o de sus hijos?, ¿qué soluciona la captura, judicialización y eventual condena de ese padre de familia? Así mismo, cabría preguntar por los índices de desocupación, o las barreras de acceso al goce de derechos como la educación, la salud o la recreación… o para no ir muy lejos, siendo honestos, ¿para qué alcanza el dinero devengado por un trabajador de salario mínimo en Colombia?, o ¿cómo sobrevive una persona desempleada en la ciudad?
Por el mismo camino podríamos intentar entender la información circulante acerca de la moción de censura al ministro de guerra, las circunstancias de la muerte de ocho niños en un bombardeo hecho por el ejército nacional, o las masacres y homicidios selectivos a lo largo y ancho del país, o el fraude electoral… Entiendo primero que esto no es normal y que algo no anda bien, están haciendo trizas los acuerdos de paz, y buena parte de la ciudadanía continúa ignorante, desinformada y con miedo, o sea inconsciente de las implicaciones y las consecuencias de “hechos que son noticia”.
Es triste y muy perverso que en medio de la corrupción y del modelo económico neoliberal, esa misma población atolondrada, gracias a los medios masivos, elija a los gobernantes que deciden las políticas que hacen que ese mismo grueso de la población permanezca ignorante, desinformada, acaso sobreviviendo, victimizada y revictimizada.