Adriana Tono, fuera de tono

Adriana Tono, fuera de tono

¿Un sarcasmo al magisterio colombiano?

Por: CARLOS MARIO SOTO CARRASCAL
mayo 16, 2014
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Adriana Tono, fuera de tono
Foto: Archivo Vanguardia.com

Cuando todos creíamos, o por lo menos yo, que el noticiero CM& gozaba de un menor sesgo noticioso en comparación a otros medios nacionales, que el noticiero CM& promulgaba cierta independencia en relación con posiciones ideológicas y que otras empresas informativas de manera descarada no lo hacían, aparece en el día de ayer 13 de mayo, la cartagenera y presentadora Adriana Tono Vélez, en su sección 1,2,3 de CM& la noticia hablando del paro indefinido de docentes que se inició formalmente hoy 14 de mayo de 2014. La Federación Colombiana de Educadores (FECODE) es una organización que representa a más de un millón de afiliados en todo el país, es la federación más importante de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT) y por lo tanto, su participación social y derecho a exigir al gobierno nacional mejorar las condiciones en que la educación ha venido forjándose a través de los años, es en principio, un derecho fundamental, necesario y pertinente.

Conocemos a Adriana Tono en su faceta como presentadora de entretenimiento, cantante y activista por los derechos de los niños en Cartagena y por los soldados heridos en combate, actitud loable y digna de admiración.
Sin embargo, muy poco conocemos de su adolescencia, por ejemplo; que terminó su secundaria en el colegio George Washington de Cartagena, uno de los más prestigiosos de la heroica y del que se afirma sólo pueden entrar a estudiar personas con solidez financiera, con alto respaldo económico, pues sostener la matrícula en esta institución, es casi imposible para alguien que no ostente un alto nivel de ingresos monetarios.
En este enlace se puede apreciar las instalaciones de este plantel educativo:

Adriana Tono Vélez, tan pronto terminó sus estudios en el George Washington viajó a Francia a perfeccionar su técnica para el canto, es hija de una reconocida familia de la capital de Bolívar, de Pedro Rafael Tono Lemaitre y de Marta Elena Vélez de La Espriella.

“La Tono” como también se le conoce en la farándula de este país, ha posado para importantes revistas, ha grabado canciones y hasta ha sido objeto de chismes y noticias polémicas. Como se puede notar, muy poco o casi nada, ha explorado o mejor, vivido de fondo, la realidad de la educación pública en Colombia. No ha experimentado (no es culpable de nacer en cuna de oro, no es un complejo y mucho menos el que haya estudiado en un colegio privado) las necesidades reales de un sistema educativo que priva de grandes ingresos e inversión a las miles de escuelas que se sumergen en la pobreza de infraestructura, de recursos y herramientas didácticas que adolecen millones de niños en este país, de escuelas en zona rural que no han sentido desde hace años la presencia del gobierno nacional.

En el día de ayer la presentadora tuvo el más grande desacierto que un comunicador social o periodista serio puede cometer. El mensaje emitido por este noticiero fue devastador y agresivo. Parece que en la sala de redacción no hubo cabida para el equilibrio noticioso sino un afán firme por desacreditar el paro nacional indefinido de maestros.
¿Con qué autoridad dice usted, con un disimulo casi infantil, en nombre del gobierno nacional que este paro es político?
¿Cómo se atreve usted a decir que el gobierno responde con argumentos económicos y equidad con el resto de los funcionarios al servicio del estado?

¿Cómo se atreve usted a difamar diciendo que una tercera petición, siendo el meollo del debate y que además no tiene presentación ante la opinión pública es la suspensión de la evaluación de competencias? Eso no le corresponde decirlo usted, además porque no tienen claridad conceptual en lo que están informando.
Con su permiso, no sea atrevida e irrespetuosa al afirmar, con el respaldo de Yamid Amat que el gremio de profesores desea que los ascensos no sean por la calidad de su formación y es que acaso, le pregunto señora periodista: ¿graduarse de una especialización, maestría o doctorado en Colombia es un juego y no sirve de nada? ¿No son las universidades las que determinan ese proceso de formación académica?

No se puede negar que este gobierno ha hecho un importante ejercicio en la idea de transformar, desde las aulas, las prácticas pedagógicas, en básica primaria miles de docentes han recibido formación directa con el programa Todos a Aprender, en áreas fundamentales como lenguaje y matemáticas han logrado avances en reflexiones curriculares y en la puesta en marcha de planes que ayudan a construir procesos pertinentes y serios cambios en el oficio de enseñar.
No obstante, esa iniciativa que cuenta con la dinámica piramidal o efecto cascada, no es, ni más faltaba, la única manera de construir un país equitativo y una educación verdaderamente de calidad. La calidad es un concepto muy amplio e implica una serie de condiciones para lo cual Colombia no se ha preparado.

Es en este momento histórico cuando miles de maestros pertenecientes a dos estatutos diferentes (2277 y 1278) muestran con grandeza y gallardía, en las calles, en los colegios, en el ejercicio mismo de aula su espíritu humano, porque es el ser, es la condición misma de personas que aman y merecen respeto por la profesión más bella del universo.
Este país necesita volcarse hacia la educación, y ésta a su vez; debe ser tratada con total idoneidad, con altruismo y sobre todo con responsabilidad. Este país que se desangra, se oscurece por la corrupción política y maltrata de manera frontal a quienes honradamente se ganan un salario trabajando, no puede seguir alimentando esperanzas inexistentes.
No se va a paro docente por pereza a dar clases, no por perder tiempo, no por querer igualarse en salario a los honorables senadores, fiscales y oficiales de las fuerzas armadas, o asesores de ministerios, o a altos funcionarios del gobierno que jamás han pasado por aulas agrietadas, techos que filtran el agua, bibliotecas sin libros y colegios distantes, con la pena de arriesgarse y exponer la vida sólo por creer en la educación.

No se va a paro para exigir medicina prepagada, es tener derecho a ser reconocido y valorado. No con medallas, ni palabras de aliento, ni mucho menos con falsas promesas que nunca llegan a cumplirse en su totalidad. No se juega con quienes día a día salen de su casa a su otra casa, a su hogar cotidiano, a sonreírle a los niños maltratados, a los que están felices y también deprimidos, a los que tienen ritmos distintos de aprendizaje, a los que sólo viven con sus abuelos, a los que van con hambre a aprender porque su desayuno sólo es una bienestarina y un par de galletas cuando son afortunados, a los que sueñan con ser profesionales y ayudarles, algún día a su familia, con orgullo, salir de la pobreza.

Hoy comienza un día para exigir por la dignidad, aunque no debería serlo, esa es una actitud y un compromiso social de quienes lideran, desde las políticas públicas, la educación de esta nación.
No es mentira que en Colombia quienes estudian para ser licenciado no siempre aman su oficio, y es justamente porque casi nadie quiere ser maestro, a menos que lo viva, que lo disfrute o sea convicción innata o cultural, no es fácil serlo porque en este país la clase política no le da el estatus o el respeto que ello merece. Aquí en Colombia es más importante un asesor político corrupto o un contratista de grandes obras que un maestro de aula y sí es de zona rural, aún más.

Es lamentable y triste ver la actitud de los estudiantes cuando se les pregunta si sueñan con ser docente, casi que de manera colectiva y en tono despectivo, confiesan con honestidad que no. Ellos quieren ser profesionales en otra cosa, y disfrutar de las ventajas económicas que les ofrece el mercado. Es cierto, hay niños que desean ser docentes, pero tenga la plena seguridad que en ellos ha influido, positivamente, su maestro.
No es de extrañar esa actitud y ellos no son culpables de pensar así, basta con hacer un análisis de la problemática que vive el magisterio colombiano.

Nada más piense en el hecho de que usted haga una maestría e invierta casi veinte millones, y en algunos casos, más de veinticuatro millones de pesos, en un país donde la educación en postgrados es de alto valor, seguro haciendo préstamos en ICETEX o con ahorros de su trabajo, se esperaría que ello redundara en un beneficio económico significativo, pero no es así. Ese aumento es irrisorio.
Por ejemplo, un docente en el escalafón 2A gana $ 1.411.890 cuando éste sea magíster recibirá $ 1.534.628 es decir, $ 211.783 de aumento salarial. ¿Es justo?

Ahora, piense en que usted realice un doctorado. La realidad es aún más deprimente. Y no debería serlo, porque es motivo de orgullo estar en el mundo de las investigaciones y los aportes científicos en un país que se declara amante de la ciencia, el arte y la tecnología. Donde los doctores políticos o en política, que trabajan en otros escenarios sí perciben la diferencia. E incluso se ganan ese título sólo con vestirse bien, tener un carro de alta gama y trabajar en un cargo dignamente o no, muy bien remunerado. Doctores que nunca lo son, en cambio cuando un docente se gradúe como doctor, seguirá siendo profesor. (No es un calificativo despectivo, al contrario es un orgullo)

En este orden de ideas, ¿podrá usted imaginarse cuánto debe costar un doctorado en Colombia? Alrededor de ochenta y cien millones de pesos, además de lo que significa ese esfuerzo académico, creo que usted se preocupará más por saber cómo los consigue o cómo los pagará que las tareas propias de estudio. Ese mismo maestro en el escalafón 2A se le aumentará el sueldo a $ 1.835.457 es decir, $ 423.567 de diferencia. Eso es inconcebible.

¡Por Favor! No deje de pensar, reflexione, ahora a partir de la siguiente pregunta ¿un docente del sector oficial, con este salario, pensará en doctorarse? Y si lo desea, ¿podrá pagar ese estudio? Seguramente ese mismo docente, en la mayoría de los casos, desea tener hijos, compartir con su esposa, viajar, porque tiene derecho a la recreación, a comprar su casa propia y por qué no el vehículo que siempre había deseado. ¿Podrá hacer todo lo que planeo para su bienestar y el de su familia?

Es muy fácil pensar rápidamente y de manera epidérmica, con insensatez, querida Adriana Tono, o en su defecto respetado señor Yamid Amat. No es así de sencillo como ustedes lo creen. Fue tan brusca e hiriente cada expresión irónica que su trabajadora hizo. No con algunos docentes sino con toda la educación del país, no a favor de los niños como ustedes creen, sino con la desidia social que genera cada palabra expresada, dicha con la intención de satanizar a los maestros que, insisto, también somos seres humanos.

Señora Adriana Tono, déjeme preguntarle: ¿usted sabe de lo que le estoy hablando? ¿Usted sabe del daño que significa cargar de sentidos y sesgos una nota de prensa ante toda la audiencia de un país? No, seguramente no se lo imagina, porque por dignidad, por las tantas jornadas de amor expresado por los niños de Cartagena, usted respetaría a quienes ayudan y orientan a esos mismos pequeños.

Un docente insatisfecho no es una garantía para la educación de calidad de los infantes, sin embargo son muchos los maestros que se desviven por construir un mañana más justo, por hacerles creer que un país humano es posible, por ser parte fundamental de un sueño de paz, que está muy lejos de ser real cuando no se empieza a creer en la educación, cuando esos mismos maestros se desmotivan, se entristecen, se consumen en la cotidianidad, y todo porque ni sus propios sueños pueden alcanzar.

Yo por mi parte, seguiré disfrutando mi profesión y lucharé en contra de mi razón, así dejaré que mis sentidos me sigan demostrando que ser maestro es la profesión más bella de todas.

Por último, pedirle a usted Adriana Tono que hable con su jefe Yamid y que, en nombre de todos aquellos luchadores de la educación, de aquellos maestros que se despiertan cada mañana para dejar su huella en el corazón de un niño, se disculpe y reconsidere su tonito que tanto daño causa en un momento tan sensible y crucial.

Por: Carlos Mario Soto Carrascal
Licenciado en Español y Literatura.
Magíster en Comunicación.
Docente sector oficial

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