Después del garrotazo que para los movimientos progresistas significó el triunfo del no en el plebiscito y la victoria de Duque, finalizando el 2019 son refrescantes las sorpresas electorales en la disputa de gobernaciones y alcaldías, como las de Bogotá, Medellín, Antioquia, Montería, Córdoba, Cartagena, Neiva, Buenaventura, Jamundí, Palmira, Manizales, etc, donde se derrotaron las roscas hegemónicas tradicionales y a las posiciones extremas que han polarizado al país en los años recientes.
Después del auge del uribismo radical, es alentador constatar su decadencia y la de su máximo jefe, preocupado, además por las crecientes investigaciones en su contra.
El triunfo de candidatos progresistas en las principales ciudades y departamentos es gratificante, especialmente para quienes por la vía pacífica no perdemos la esperanza de perfeccionar esta democracia en obra negra, sin radicalismos y partiendo de la búsqueda de bienestar para la mayoría de la población, luchando contra la perpetuación de privilegios de monopólicos grupos económicos, preocupados por enriquecerse sin límites y poniendo a su servicio la mayoría de partidos, movimientos, líderes políticos y a las instituciones del Estado.
Pasamos por una realidad donde amplios sectores de la población viven del rebusque, la clase media cada día se empobrece más y los jóvenes, así puedan estudiar endeudándose, no tienen garantizado su futuro, y los costos de los servicios públicos no dejan de crecer. Estos factores sin duda influyeron, para que sobre todo en las ciudades, numerosos ciudadanos dejaran su indiferencia y abstención y eligieran a nuevos líderes, cerrándoles el paso a los candidatos impuestos por el uribismo y otras heterogéneas coaliciones electorales, encadenadas más por intereses burocráticos, de repartija de contratos y demás canonjías del poder emanado de alcaldías, gobernaciones, concejos municipales y asambleas departamentales.
Y aunque columnistas de prensa del vapuleado furibismo expresen que las protestas en nuestro país y en los vecinos son instigadas por agentes infiltrados del castrochavismo, ignorando los efectos indignantes de las políticas neoliberales y elitistas que defienden, no hay que descartar, que en esta rebelión en las urnas, haya influido el eco del levantamiento de los estudiantes, la clase media y los sectores vapuleados por las alzas de servicios públicos, combustibles y el transporte, registrados en Ecuador, Chile y Argentina, para no hablar de Francia, Haití y otros países, gracias al efecto dominó regado por las redes y medios de comunicación, influyendo favorablemente para que el péndulo electoral se inclinara hacia los candidatos de centro-izquierda.
Sí, quiere dejar de ser el títere de Álvaro Uribe y zafarse de la asfixiante presión de la ultraderecha de su partido, el presidente Duque tiene esta única oportunidad para no pasar a la historia como un ventrílocuo del pasado siniestro encarnado por estos personajes enamorados de la guerra y deberá desarrollar su propia agenda buscando acercamiento con otros grupos políticos que lo apoyaron en su campaña para no seguir boicoteando disimuladamente los acuerdos de paz con las Farc, sobre todo en lo referente a las políticas de restitución de tierras y reforma agraria integral, bloqueadas por los narco-hacendados-ganaderos-criadores de caballos de paso y poderosos agroindustriales, que ayudaron a elegirlo, y además deberá concentrarse en sacar adelante proyectos de ley y reformas a la Salud, Justicia, Educación, Política y del sistema electoral, la descentralización, entre otras que urgentemente requiere el país.
Después de la votación del domingo, para próximas elecciones, queda fortalecida la Alianza Verde con el triunfo de varios alcaldes y gobernadores, aumento del número de concejales y diputados. También precandidatos presidenciales distanciados de la polarización entre uribistas y petristas y ubicados en el espectro de la centro-izquierda, como Antonio Navarro, Sergio Fajardo, Ángela Robledo y Jorge Robledo y el mismo Humberto de la Calle, entre otros.
Adenda. Después del desarme, la desmovilización y la firma del acuerdo de paz, al no copar el territorio que ocupaban las Farc, el gobierno propició la entrada y permanencia de grupos armados ligados al narcotráfico, minería ilegal y extorsión, facilitando los ataques a la organización indígena, que está en conflicto: tanto con las disidencias y otras bandas delincuenciales, como también con los empresarios de la caña de azúcar, a quienes les han ocupado tierras y presionan para que les permitan ampliar sus resguardos en la parte plana del Valle del Cauca. Además impunemente se mueven en la región, paramilitares, que unas veces se llaman Águilas Negras, cártel de Sinaloa, etc. A todos les conviene acabar con la organización indígena, a la que consideran su enemigo común.
