Nada refleja mejor nuestra precaria democracia, nuestro tradicionalismo político y el predominio de las formas clientelares y perversas que las elecciones municipales y regionales. Las del próximo domingo así lo confirmarán, será el triunfo y la consolidación de lo peor de la política colombiana.
La democracia local y regional siempre ha estado dominada por lo otrora llamados gamonales políticos, definidos magistralmente por el historiador Jorge Orlando Melo: “ Se llama "gamonal" (por no decir capataz o cacique) al hombre rico de un lugar pequeño, dueño o poseedor de las tierras más valiosas, especie de señor feudal de la parroquia republicana, que influye y domina soberanamente el distrito, maneja a sus arrendatarios como a borregos, ata y desata los negocios del terruño como un San Pedro de caricatura y manda sin rival como un gallo entre sus gallinas. El gamonal es, pues, el sátrapa de la parroquia, el gallo del pueblo con todas sus consecuencias". En 1887 Rafael Uribe Uribe definió al gamonal como "cacique, monitor, reyezuelo, gallito o magnate".
Los tradicionales gamonales han sido reemplazados por las famiempresas y las castas electorales regionales. Los caudillos nacionales (Uribe, Gaviria, Petro, Vargas Lleras) impotentes e incapaces de imponer orden en sus huestes politiqueras contemplan resignados el batiburrillo y el caos de sus partidos a nivel regional. Los caudillismo nacionales y las famiempresas regionales se retroalimentan, se complementan, se toleran. Nada pueden hacer frente al todo vale y lo que importa es ganar.
Las castas regionales conformadas por una o dos familias
han reemplazado a los partidos políticos
La presunción de que la democracia viva reside en los pueblos y en los departamentos no ha pasado de ser una quimera. Las castas regionales conformadas por una o dos familias han reemplazado a los partidos políticos. Duchos empresarios, expertos en las lides del clientelismo y la corrupción electoral han fusionado el poder político regional y el poder económico, poder que acrecientan y reproducen gracias al control que ejercen sobre las administraciones y las dádivas y jugosos beneficios que se derivan de ello. Los Char, los Gerlein, los García Romero, los Gnecco y los López-Casado en la Costa, los Aguilar en Santander, los Toro en el Valle del Cauca, los Martínez Sinisterra en el Pacífico son quienes controlan la “democracia regional”, los amos y señores de las elecciones regionales del próximo domingo
El remplazo de los partidos por los caudillos carismático mesiánicos, tan propia del siglo XIX y XX, con los Mosquera, los Berrio, los Murillo Toro, los Mariano Ospina Rodríguez, los Núñez, los Caro, los López, los Gómez, los Lleras, los Turbay, los Pastrana, hoy está más vigente que nunca.
Resulta ilustrativo el descarnado análisis que Fernando Londoño Hoyos, uno de los más destacados ideólogos del uribismo, hace de la situación del Centro Democrático y los demás partidos del establecimiento, de cara a las elecciones de próximo domingo: “Se advierte, en este ceniciento paisaje, que los partidos políticos desaparecieron. Que no significan nada. Que no valen nada. El Partido Conservador, viejo de 170 años, guarda su pensamiento de hoy en la mente de su Director Omar Yepes, que no es muy profunda alcancía. El Partido Liberal no tiene jefe ni pensamiento alguno que lo identifique o dignifique. La U es una lamentable tribu, se supone la de Santos, pero que por vergüenza no menciona su origen. Cambio Radical es Vargas Lleras, que no pasa de una pobre personal ambición. ¿Y el Centro Democrático? Todavía no sabemos si con motivo de estas elecciones ya logró reunir, en alguna parte y con algún propósito a su Directorio de 45 miembros. El Centro Democrático es de un caudillo maravilloso, agobiado por muchas pesadumbres, traicionado por innumerables intereses parroquiales, perseguido sin piedad por jueces inicuos, que va de acá para allá, sin descanso ni sosiego, tratando de rescatar los restos de un naufragio”.
Los grandes proyectos políticos que se disputan el poder político en Colombia, el uribismo, el petrismo, el vargasllerismo, el gavirismo, el fajardismo están fundamentados en un gran caudillo mesiánico e infalible, en un líder carismático que todo lo decide, controla y decide según su leal saber, entender y capricho. Los “partidos” de estos caudillos son una incómoda formalidad que les impone el sistema electoral. El Centro Democrático y la Colombia Humana son impensables sin Uribe y sin Petro. Todos los demás “copartidarios” son hombres grises, opacados por la omnipresencia de sus caudillos.
El caudillismo de derecha y de izquierda se ha convertido
en el principal obstáculo para el avance de nuestra democracia
El caudillismo de derecha y de izquierda se ha convertido en el principal obstáculo para el avance de nuestra democracia. Han debilitado y deformado los partidos políticos, los han convertido en hordas de empresarios electorales y a sus seguidores en una masa fanática que movilizan a su antojo.
El partido es un trapo, una razón social, un parasol al cual se apegan para sacar avante su particular interés personal o familiar. La coherencia a la hora de las elecciones brilla por su ausencia, en su reemplazo se observan verdaderas escenas de horror y misterio. O si no, cómo explicar que, por ejemplo, en el Valle, Dilian Francisca Toro decida apoyar al candidato del Partido Verde a la Alcaldía de Cali, Jorge Iván Ospina, con el cual no tiene ninguna identidad política ni programática, solo cuestiones de conveniencia y oportunismo político los unen a los dos. No menos escabroso es el caso del Lucía Bastidas, concejal de Bogotá e integrante del Partido Verde, convertida en la más aguerrida defensora del alcalde Peñalosa, el gran rival de los verdes en Bogotá, y no pasa nada ni le pasa nada, se puede ser verde y peñalosista a la vez. El partido liberal es una vergüenza y un monumento a la incoherencia política. Adalid del partido que se arrima al sol que más alumbre y más convenga. Hoy es aliado del uribismo en Bogotá alrededor de la candidatura de Miguel Uribe Turbay, su enemigo de otras batallas, la paz por ejemplo.
Mientras la democracia busca su destino en otros países de América latina, en nuestra Colombia, nos preparamos para una nueva jornada electoral que confirmará que aquí no pasa ni cambia nada, que somos el país del todo bien, todo bien. Que todo está atado y bien atado.
Adendo: En medio de este desesperanzador panorama electoral, el triunfo de Claudia López abriría caminos de esperanza y convertiría a Bogotá en un lugar de la resistencia democrática, por esta elemental razón votaré por ella.