Un fondo privado de pensiones (relea el título) pide unos documentos para otorgar la pensión por vejez a un ciudadano cualquiera. Estos son el certificado de nacimiento de él y su esposa, el certificado de nacimiento, copias de cédulas de ambos, certificado de EPS y diversos formularios firmados por el peticionario.
Los reuní todos y los envíe por computador, como pide la empresa, el 22 de febrero, a mis 63 años de edad. Nadie me dijo que faltaba una X en un formulario (donde decía “pensión por vejez” bajo el título que decía Formulario para solicitar pensión por vejez) y tenía una fecha mal colocada bajo mi firma. No se pudieron meter los documentos en el sistema por estos detalles y nadie me llamó a avisarme. Se me dice que se me envió un correo que no encuentro en mi bandeja de entrada.
Dos meses después llamé a averiguar por mi trámite y sorpresivamente nada estaba radicado. Gasté dos días llamando por teléfono hasta que se me informó que todo estaba completo sólo debía corregir el formulario y enviarlo.
Un día después se me avisa que el sistema no permite el ingreso de mis documentos pues tienen más de tres meses de expedidos (no he cambiado de país, ni esposa ni soy otro). A pesar de mis explicaciones con correos y llamadas a defensoría (del fondo cuyo nombre comienza por P) se me informa hoy que debo recoger copia nueva autenticada de todos los documentos. No nací en Colombia lo que implica pedir el certificado apostillado al exterior, mi esposa nació en otra ciudad donde ya no vive ningún familiar ni amigo que pueda sacarnos su certificado de nacimiento pero el sistema no entiende esas dificultades.
Este fondo que me lleva entonces a un negro “Porvenir” después de trabajar 34 años en una universidad pública es privado. Mientras hacía las correspondientes llamadas con su larga espera una grabación me repetía que “se le había concedido el premio Portafolio al servicio al cliente en 2011” (me aprendí el falaz sonsonete publicitario tras unas veinte llamadas) Inocentemente creí que esto sólo pasaba en Colpensiones pero este fondo privado parece ser más kafkiano y peor. No sólo tengo rabia sino también pienso en todos los ciudadanos pobres, que no manejan computadora ni pueden escanear, y a veces sólo merecen una pensión mínima: toleramos crueles campos de concentración burocráticos para los ciudadanos de la tercera edad.
