Y ahora resulta que todas nuestras desventajas laborales frente a los hombres, se reducen esencialmente a un tema confianza en nosotras mismas.
Así lo argumentan Katty Kay y Claire Shipman en su más reciente libro, El código de la confianza (The Confidence Code), en el que aseguran que para tener éxito en el trabajo la clave es la confianza y no las habilidades.
Según Kay y Shipman a pesar de los avances de las mujeres a nivel académico y su intensidad y constancia laboral, son los hombres quienes se llevan los más jugosos sueldos y los cargos mas altos por que están llenos de confianza en sí mismos. A diferencia de las mujeres, la ejercitan sin problema.
¿Por qué?
Según la reportera de ABC y la conductora de la BBC Mundo en comparación con los hombres, las mujeres no se consideran preparadas para los asensos, creen que no alcanzarán los promedios necesarios en las pruebas profesionales y por lo general subestiman sus habilidades.
Su propia historia lo confirma. En el libro, las dos exitosas periodistas confiesan que a pesar de haber llegado muy lejos en sus carreras, ambas se pasaron años atribuyendo sus logros a la suerte, o a la generosidad de extraños. Realmente estaban convencidas de que con solo sus habilidades no hubieran llegado tan lejos.
Nada parecido a lo que le sucede a los hombres, que por lo general atribuyen a sus capacidades los éxitos alcanzados en el trabajo y a causas externas los fracasos en el ambiente laboral.
Según Kay y Shipman, los hombres se sobrestiman . ¿El efecto? Con ello logran avanzar mucho más rápido que sus pares. No importa que tengan menos habilidades o calificaciones.
La evidencia así lo demuestra. Hace varios años cuando Hewlett Packard estaba tratando de llenar posiciones de alto grado con mujeres, descubrió que ellas solo aplicaban a este tipo de cargos cuando se sentían 100 % calificadas. Los hombres por el contrario, con solo el 60 % de las aptitudes decidían medirse para la posición.
Y no es que los hombres no duden de sí mismos. Es que esas dudas no les impide tratar, intentar. Lo vemos desde tempranas edades. Cuando los hombres se enfrentan con sus amigos y son fiscalizados, estos arreglan sus problemas a los golpes, o se desquitan físicamente a través del deporte y siguen hacia delante con facilidad. Las mujeres por el contrario, se quedan “rumiando” las críticas convirtiéndolas muchas veces en fijaciones que generan dudas constantes sobre sus comportamientos y decisiones. Le dan mucho más valor a las opiniones externas y las convierten en validadores únicos.
Por eso tal vez, cuando las mujeres creen que hay al menos una posibilidad de fallar, no intentan y se quedan en cargos menores o con menos responsabilidades. El temor al fracaso, y el juicio externo alimenta la falta de confianza que termina por inmovilizar.
¿Podemos cambiar?
La confianza en nosotros mismos es en parte genética, y en parte generada por pensamientos que nos indican cómo debemos comportarnos. Según la definición que utilizan las autoras del libro, “la confianza es lo que nos permite convertir nuestros pensamientos en acciones”.
Por eso al cambiar patrones de pensamiento podemos alterar nuestros comportamientos.
Empezar por darle más valor a los procesos que a los resultados. En pocas palabras, dejar de pensar y actuar.
No confundir la arrogancia con la confianza. Según las autoras, no se trata de demostrar, sino de creer y realizar. La arrogancia es una falsa confianza que se construye pensando en los demás. La confianza verdadera por el contrario viene del convencimiento en nosotras mismas y nuestras capacidades. Se nota en los gestos, el tono de voz, la presentación personal y otros detalles que sobrepasan el peso que tienen las habilidades para realizar tareas.
Por último, el fracaso es el aliado principal de la confianza. Al tomar riesgos necesariamente habrá momentos de fracaso que a su vez lograrán generar la fortaleza que necesitamos para creer en nosotros.
No es tarde para empezar. Así que sin más, dejar de pensar y actuar.