El concepto de singularidad referido a lo humano parece estar mal traducido del español al inglés si nos atuviéramos como modelo al que pudiera decirse físico cuando se refiere a cierta época o instante de la singularidad del universo más allá del cual nada puede ser inferido por la leyes actuales. La física reconoce que hay universo allí pero no nos llega la información suficiente, y quizás no nos llegue jamás, para inferir qué ocurre en sus inmediaciones o más acá del llamado universo conocido. Cuando las leyes no estaban diferenciadas, ¿qué ley única mandaba? Parece que todo era simetría y la materia no podía diferenciarse pues estaría plagada de simple energía, cualquier cosa que eso signifique para entonces.
Al concepto de singularidad humana se allega hoy pues no se está aceptando en virtud del avance desmesurado de la ciencia y la tecnología que la naturaleza sea sagrada y, ya en ese contexto, tampoco el ser humano que estaría pasando de tener un cuerpo a ser un cuerpo, es decir, un almacén de cachivaches más o menos organizados por el devenir de la selección natural, que ya casi no lo es tanto pues está mediada por la influencia de la cultura y ya casi de la cultura de los robots, cuando éstos la tengan. Los robots pasarían de ser un cuerpo a tener un cuerpo, de ese tamaño sería el asunto. ¡Entonces habría una singularidad, si es que para entonces todavía existimos, sin que quisiéramos ser, mejor robots. ¿Podrían sentir los robots un nanosexo, como en realidad nos ocurre, sin que lo advirtamos pero luego con su advenimiento percatarnos de ello? ¿Acaso no ocurren saltos de electrones durante el sexo de manera que su objetivo último es cuántico?
“El concepto de 'singularidad' (singularity) apareció por primera vez en una necrológica de 1958 que el matemático polaco Stanisław Ulam le dedicó a su colega John von Neumann, del Proyecto Manhattan: 'el siempre acelerado progreso de la tecnología y los cambios en el modo de vida humana, la cual da la impresión de aproximarse a una singularidad esencial en la historia de la raza más allá de la cual los asuntos humanos, tal como los conocemos, no podrían continuar'. Más adelante, Vernor Vinge usó el término para hipotetizar sobre el desarrollo de una inteligencia artificial superior a la humana que amenaza a nuestra especie, un tema que preocupa a los transhumanistas más críticos”.
Lo que digo es que esa definición está mal traducida y quizás mal comprendida, o puede estar enredada, tal y como adelantaré en este análisis. Debería decirse que la singularidad humana sería como una especie de lugar geométrico o un campo donde “el siempre acelerado proceso de la tecnología y los cambios en los modos de vida más allá de la cual los asuntos humanos, no podrían conocerse como siendo distintos de los emanados de un robot, y viceversa”. Esto quiere decir que, de alguna manera ya estamos metidos en la robotización del hombre, y viceversa, rumbo a la singularidad en que ya sea indiferenciable de la misma manera como antes pudo haber sido indiferenciado, que fuimos y seguimos siendo un derivado de las bacterias y todavía más impreciso, o más preciso, de los electrones y partículas subatómicas.
Por otra parte ignoro por qué se deba hipotetizar, según Vinge, que el desarrollo de una inteligencia artificial superior a la humana sea una amenaza para la especie tal y como la conocemos, puesto que dudo mucho que se conozca mucho de nosotros mismos, nos sea perjudicial. ¿Qué es perjudicial aquí?
Sin embargo creo que en ambas interpelaciones he procedido muy rápido pues el discurso puede ser mucho más nutritivo. Vincularé por ello el concepto de horizonte de sucesos para consignar que estamos demasiado cerca del hombre para que nos llegue información de los robots. Y es que, aparentemente, no nos está llegando información suficiente, o suficientemente rápida, del futuro. Como la velocidad de la luz es tan lenta no nos llega información de hasta dónde rebotó esa luz trayendo información del futuro. Es claro que hemos estado tan embebidos en saber de dónde venimos que no ponemos atención suficiente de qué tanta información obtenemos, si es que nos llega y no la percatamos, del futuro. Es más, podemos decir por cierto, que los robots nos están llegando del futuro pero los asumimos torpemente como haciendo parte de nuestra evolución.
Incluso en ese meollo podríamos aducir con absoluta certeza que estamos en plena singularidad pues quién nos dice que la información de la luz proviene del pasado: si estuviéramos recibiendo suficiente luz azul en el espectro, cómo sabemos que también viene del pasado cuando la comparamos con la roja. Es decir, puestos en rigor, quién nos dice que el universo ha empezado. Podría ser demasiado pronto.
La fuga de las galaxias según predice Hubble puede anticipar que a esto le hace falta mucho acomodo todavía. Pudiéramos admitir que si las galaxias se siguen retirando nos llegará una nueva fase oscura, luz insuficiente, que es como si fuera un valle derivado de algo que emite una longitud de onda muy, pero muy larga.
A esto habría que agregar cierta desmesura que plantea Richards Dawkins en El Gen Egoísta cuando se refiere a la escasísima influencia que un gen, o algún componente de él en el supuesto de que provengamos de más de uno, de diez generaciones atrás sobre nuestro actual comportamiento. Es decir, desde cierto concepto de horizonte de sucesos, esa información genética ya no nos estaría llegando, salvo que exista un accidente que nos la traiga de regreso, como si rebotara sobre algo. Y es absolutamente cierto. Es muy dudoso que alguien sepa quién fue su tataratataratatarabuelo, es decir, pongámoslo en denominación matemática, 0,000000000000001 y ese uno al final es un ascendiente, qué significa ese uno genéticamente para nuestro comportamiento. ¡Nada, dice Dawkins, sin saberse cómo ha podido dilucidarlo, solo apoyado en Darwin que nunca hizo, ni se puede hacer, experimento alguno.
Para aquellos que pensamos que todo sigue estando ligado al universo, esto de Dawkins nos dice algo inquietante. ¿Para qué estaríamos necesitando saber tanto del pasado si no pareciera que tuviera suficientemente influencia sobre el futuro?
Y, mirando hacia el futuro, ¿será tan apetecible saber su influencia sobre nosotros? Parecería que saber del futuro fuere más rentable.
Ahora bien, qué pensamiento ideológico o político, podrá dilucidarse de esto. ¿Cuáles serían las batallas del futuro? Bueno, ya se advierten algunas señales. Imaginemos que el cambio climático exija una rápida robotización. ¡Será tan urgente como si aspiráramos a seguir haciendo lo mismo! Estoy hablando de robotización que obedezca a la robotización humana, acercarnos a la singularidad humana arriba debatida; es decir, que consumamos robots, llámense peras y manzanas de la misma estirpe. Que no tienen por qué ser menos, sino más sápidas, que las actuales. Y que los robots nos consuman: un orgasmo mutuo podría ser una experiencia fascinante de la singularidad. Podemos seguir diciendo que el cambio Climático es luz roja que nos viene del pasado y luz azul lo robótico que nos viene del futuro.
Igual podríamos decir, si es que para ese entonces existe la política, que esta hará parte de la singularidad. Si ahora es tan complicada quizás pronto lo será muchísimo más. Es posible que para entonces la política sea una parte de la lógica y la matemática difusas y por lo tanto votáramos por algún algoritmo. Es apenas perceptible que el principio de la No contradicción se subsumirá. Mírese cómo durante las campañas electorales todo se mezcla en función de una victoria que ni siquiera es diferenciable de una derrota. ¡Los contradictores desaparecen!
Ahora mismo decimos, sin mayor nivel de discernimiento que votar por Uque fue un error desastroso, de la misma manera que haber votado por Trump fue anticipar lo que el fin de un imperio puede significar. Pero los debates que ha producido Uque es indudable que resultaron más pobres que los suscitados como si hubiera un gobierno Petro. Quiero disculparme por ofrecer estos ejemplos que están muy lejos de una singularidad política, pero aquí hay que aprender. La disfuncionalidad política que una singularidad humana admitida pudiera atraernos arrasará con todas las versiones actuales del desempeño de las emociones, incluida la participación política que, dicho sea de paso nada tiene de diferente de consumir una pera o una manzana, como si ello hubiera significado una decisión fácil. ¡No lo fue! Ya para ese entonces nuestro estómago estaba infestado de bacterias que nos han permitido digerirlas. ¡Digerir un robot, nos costará y viceversa!
Finalmente debe tenerse en cuenta que lo aquí dicho debe pasarse al lenguaje matemático, con lo que cualquier sentido de simplificación al lenguaje normal de lo aquí sustentado es absolutamente imposible, pero ya seríamos otros. Nótese que las frases escritas en un computador nunca desaparecen aunque aparezcan borradas, tal y como cualquier unidad de energía consumida sigue siendo parte del universo.
Notas. La singularidad aquí definida dista mucho de aceptar que los robots serán mecánicos y, mucho menos, simplemente metálicos o plásticos, eléctricos, etc.
La cita ha sido tomada de: Hacia un futuro transhumano aparecido en la revista Nueva Sociedad.
He encontrado esta definición de horizonte de sucesos que ni mandada a hacer: “En esos puntos, llamados agujeros negros, aparece una singularidad cuyos secretos la ciencia no puede explicar. Esta última frontera, a partir de la cual nada, ni siquiera la luz, puede escapar del agujero negro, es conocida como horizonte de sucesos”.