Por estos días en que las letras parecen andar libres y en que las pésimas estadísticas de libros leídos per cápita en Bogotá ceden ante la moda de una feria de enormes proporciones, me he topado con que son muchas las humanidades que comparten una gran pretensión: crear páginas con vocación de inmortalidad.
Yo mismo, y se me disculpará la irrupción de la primera persona, me hago culpable de dicha ambición.
Soy culpable. Me he dejado tentar por la alucinación de versificar, de construir en letras, fiel a mis fantasmas, la noche, el día, la felicidad, el amor, el rechazo, el apetito carnal, la luna. De recrear en imágenes el mundo.
Soy culpable de literatura. Pero que ésto no se confunda con la complejidad secreta y modesta, casi evanescente de la culpabilidad de escritor. La escritura es un sueño dirigido y deliberado del cual aún estoy muy lejos.
Mi defensa es fácil: la tecnología no sólo ha servido para banalizar y confundir el mundo al tiempo que nos libera. Ha servido para abrir mundos vetados. Y uno de esos mundos es el de la escritura.
Que fácil es ahora publicar. Antes había un proceso que consistía en pensar, crear, escribir y publicar. Ahora se empieza por el fin: publicar. Cualquiera puede producir cualquier libro, a fuerza de ensayos y variaciones.
Sólo basta con darse un chapuzón en google para encontrar miles de sitios dedicados a la literatura, para encontrar cientos de ensayos, cuentos, pequeñas novelas, poesía de personas que no sobrepasan los 30 años. La literatura es una especie de arte combinatoria de palabras, parece quedar como hecho en esos portales.
Las facilidades con que ahora cualquier combinador de palabras se hace escritor ha sido un asunto que he pensado esta semana luego que un buen amigo me increpara por haber puesto en publicación un escrito poco noble en su manera de narrar. “ventana que mira ciudad” publicado en el portal Las2Orillas es sin lugar a dudas un arabesco “rimbombante en la elección de palabras, lleno de oximorones que no agregan nada nuevo sino que confunden. Pura palabrería sin cohesión”
La pregunta al por qué lo publiqué no tiene sustento. Me atrevo a defenderme con una sentencia fácil “solo los errores son nuestros”, y arroparme bajo la facilidad de la publicación para hacer que otros lean mis ensayos de escritura a través de la posibilidad que otorgan los nuevos portales de opinión.
Todos deberíamos escribir y publicar. Eso nos hace nobles pero no nos hace escritores, esa diferencia debe quedar muy clara. El arte se hace de vida y no de vida meramente observada. La publicación nos permite acercarnos a la voz implacable de lectores atentos que nos brindan nuevas oportunidades.
Desempolvemos nuestros archivos, dejemos que nuestras letras tomen el mundo y escuchemos lo que éste tiene que decirnos. No reculemos en el empeño.
@ignotolegris
