Hace un par de semanas presencié cómo mi hermana menor y su mejor amiga jugaban a la cafetería. Debido a que nadie estaba intercediendo en su juego, era sumamente interesante ver cómo se ponían de acuerdo en los precios de los cafés que vendían y cómo negociaban el pago de la jornada. Se podía notar que estaban en perfecta armonía, las risas eran prueba de ello.
Sin embargo, la última vez que se reunieron el juego no estuvo caracterizado por las carcajadas de siempre. Esta vez había tres niñas en lugar de dos.
—Hermano, Camila nos está obligando a pagarle seis monedas por su turno. El problema es que no es justo, casi no hemos tenido clientes— exclamó la pequeña.
—¿Intentaste negociar el salario con Camila?— pregunté yo
—Sí, pero dice que no va a aceptar menos— contestó ella.
— ¿Y por qué no le dices a María José?— dije yo.
—Porque se puso de acuerdo con su amiga y ninguna va a trabajar por menos de seis moneditas. Creo que voy a tener que cerrar la cafetería— respondió ella.
Sin saberlo, este trío de chiquillas estaban representando la teoría económica. En el caso nacional, esas seis moneditas serían el salario mínimo y la cafetería serían las empresas cerrando por el crecimiento de los costos laborales. El reflejo de esta serie de sucesos es un desempleo nacional creciente, que para el mes de agosto de este año fue del 11,4% según el Dane.
Un esfuerzo del gobierno por empezar a combatir dicha problemática fue el salario mínimo menor para personas entre 18 y 25 años. La lógica detrás de la propuesta es la siguiente: si aumentamos el número de trabajadores activos, tendremos una cantidad de bienes y servicios mayor. Una mayor oferta deriva un menor precio, entonces, a pesar de recibir salarios menores, la mayor oferta de bienes compensaría la diferencia salarial. Sin embargo, la propuesta no ha sido recibida con mucha aceptación entre los colombianos. Los comentarios de indignación son inminentes y las redes sociales se han vuelto prueba de lo impopular que resultó ser la propuesta gubernamental.
Ahora bien, vale la pena preguntarse lo siguiente: ¿los jóvenes sin experiencia merecen retribuciones iguales a personas que se han desempeñado en sus respectivos sectores por un tiempo considerable? El derecho enuncia que a igual trabajo igual salario y, en mi opinión, la experiencia de los trabajadores antiguos hace que sean más capaces y más productivos, lo que justifica una mayor remuneración.
Utópicamente, los empleados con experiencia y antigüedad deberían recibir salarios superiores al mínimo y los jóvenes que recién ingresan a las empresas recibirían el salario mínimo. No obstante, como dijo Bastiat, se debe tener en cuenta lo que no se ve. El costo de emplear una persona en Colombia no se limita al valor pagado en el salario. Las empresas están obligadas a hacer los respectivos pagos de seguridad social, cesantías y vacaciones, montos que encarecen la mano de obra colombiana. Por ende, el esfuerzo gubernamental de hacer más competitiva la mano de obra nacional es un intento de dinamizar la economía colombiana, la cual ha sido fuertemente afectada por los precios del petróleo y la coyuntura internacional.
Finalmente, se debe considerar que para poder atacar el desempleo necesitamos empresas que demanden más trabajo y medidas como el salario mínimo, a pesar de tener grandes connotaciones positivas, se encargan de disminuir la demanda de empleo. Puede que este sea el momento de mirar el problema con otra perspectiva y considerar que recibir un sueldo menor es mejor que estar desempleado. Además, la experiencia se encargará de aumentar las posibilidades de recibir remuneraciones mayores en el futuro y, en últimas, 625 es mayor que 0.
