No existe institución más depredadora de la soberanía de los pueblos que el Fondo Monetario Internacional. Hay otras que generan igual tipo de consecuencias, por supuesto, pero ante ninguna los gobiernos resignan su voluntad con tan humillante acato como lo hacen ante este organismo. ¿Por qué?
La razón está en que quien pone la plata impone las condiciones y este organismo mueve recursos que se expresan en billones de dólares, los cuales utiliza para controlar las economías de los países financieramente débiles, a las que les otorga créditos para recuperar el equilibrio de sus balanzas de pagos con tal que se sometan a un plan de estabilización que garantice el oportuno reembolso de lo prestado.
Obviamente que el contenido de esos planes de estabilización es realmente un conjunto de imposiciones que llevan a que los países deudores terminen lesionando los intereses de los sectores económicamente más débiles, que son los que más requieren de la atención del Estado.
El FMI quiso aplicarle a Ecuador esta inclemente fórmula. Luego de suministrarle un empréstito por 4 mil 209 millones de dólares, le exigió a Lenín Moreno medidas orientadas a la reducción del déficit fiscal, y este renegado de las toldas democráticas asumió que lo que debía hacer fue lo que hizo: eliminar el subsidio a la gasolina —lo cual repercutió en un incremento del 123 por ciento de su precio—, rebajar a la mitad la remuneración de los trabajadores contratistas del Estado y reducir, también a la mitad, su período de vacaciones. Estas medidas, gravosas para los intereses populares, fueron “compensadas” con algunos beneficios para las oligarquías, a favor de las cuales decretó la reducción de aranceles y la exoneración de impuestos a la importación de bienes de capital. En síntesis, neoliberalismo en toda la línea.
Desafortunadamente para el fondo, el tiro le salió mal. En Ecuador encontró a un pueblo que está aprendiendo a ejercer como constituyente primario, y hacerlo con soberanía. Esto lo ha llevado a deponer presidentes cuando lo ha considerado necesario, y lo hemos visto ahora en esta movilización de 12 días, durante los cuales puso por tierra las medidas de Moreno, pese a la tenaz represión con la que este reaccionó, una de las más criminales en toda la historia del país, tanto que cobró la vida de 10 personas, la integridad física de más de mil y la libertad de otros tantos, amén de varios cientos de desaparecidos.
Ecuador nos devolvió la fe en lo mucho que como pueblos podemos lograr, si nos movilizamos con la unidad y el coraje con que ellos lo hicieron. ¡Gracias, pueblo ecuatoriano! ¡Tu ejemplo nos compromete!