Las elecciones territoriales en el Magdalena están pasando por un momento de fervor y tensión como hace tiempo no se había visto. Es interesante ver cómo por primera vez en muchos años el debate ha salido a las calles encarnado en la manifestación de la gente que se ha apropiado al sentir político con el que se identifica.
Hace ochos años, incluso antes de las elecciones se sabía qué candidato iba a hacerse al poder con solo saber su apellido y los grupos políticos y económicos que los respaldaban. Las campañas para convencer al elector eran solo un discurso alejado de la realidad de un departamento en donde la compra de votos configuraban el rumbo de las elecciones.
Es así como el contenido programático y las cualidades de un candidato era lo menos importante en un pueblo desesperanzado, ajeno a la política, con una abstención por encima del 60%. Los ciudadanos solo esperaban cada cuatro años al que le ofreciera más dinero por el voto, o el que llevara al mejor cantante y repartiera trago gratis en los cierres de campaña. Al fin de cuentas ninguno iba a cumplir con lo que prometía.
Ese sentimiento ha sido por años el fortín político de quienes hoy están en el poder departamental.
Hoy la dinámica parece haber cambiado, y esto tiene en aprietos a la clase política tradicional, a escasos quince días de definirse el nuevo Gobernador del Magdalena, el candidato de los clanes políticos no encuentra rumbo ni dirección. Por todo el territorio magdalenense se ha paseado en estos últimos meses un coro que dice que hay que cogerle la plata a este político de las maquinarias y votar por el otro.
Hoy está sucediendo algo que hace mucho tiempo no pasaba en el departamento, los candidatos están en las calles buscando ganarse el voto de los magdalenenses; el uno con discursos populistas como el de "Nos van a convertir en Venezuela" y el otro hablando de lo que ya ha hecho durante sus años como servidor público.
¿Pero quién es este otro y por qué ha desatado este efecto en el Magdalena? Estamos hablando del exalcalde de Santa Marta Carlos Caicedo quien es hoy el responsable de que los políticos tradicionales como El Mello Cotes se vean obligados a hacer campaña como manda la democracia y no como manda el poder económico que tenga cada quien.
Si algo hay que reconocerle a Caicedo es que ha permitido que personas con apellidos diferentes a los tradicionales entren al debate electoral en la capital del Magdalena. El voto de opinión surgió en Santa Marta a partir de que a este señor outside de la política que se planteó romper con lo establecido, logró lo que muchos decían imposible, ganarle a las maquinarias.
El mismo ambiente que se vivió en Santa Marta cuando los samarios eligieron con una votación histórica a Carlos Caicedo como alcalde, es el mismo que se vive hoy en el departamento con las elecciones a la gobernación. Hace mucho no se veía a un pueblo salir a las calles manifestando su inconformidad y cansancio con quienes por décadas los han mantenido en la miseria.
Tal parece que por primera vez, desde las elecciones a gobernación en Colombia, el voto de opinión será el determinante en los resultados electorales en el cuarto departamento más pobre del país. Y esto plantea por mucho el fin de las clase política tradicional.