Desde lejos alguien pulsa botones, resetea, borra, edita, tunea y ecualiza sin que por acá sepamos a ciencia cierta la identidad de quién gobierna. Hermoso sería que en estas elecciones eligiéramos a los mejores entre los nuestros, pero no.
Ese que se nos presenta viene con hardware y software programados de antemano, con sus debidas aplicaciones y miles de gigas y teras, para que en esa simulación la gente actúe con meticulosa y programada actitud en un juego, que ya tiene un final preconcebido y en el que perderemos todos.
Se habla de los Montes, del Turco Hilsaca, de los Blel, de los Char, como si fuesen las opciones para jugar un Free Fire, en donde nos demos duro entre nosotros, para que no ganen los jugadores sino el dueño del juego.
Desde algún lugar, ese alguien ganará. Ganará por nuestra ignorancia o por nuestra ingenuidad. El que vemos que está dando abrazos y besos a diestra y siniestra no es el que manda, fue escogido dentro del juego. Trae su plan, que es el plan de otros, y ese a su vez es el plan de otros, sucesiva e interminablemente, como una matrioska, una muñeca rusa que va dentro de otra.