Estados Unidos, país de inmigrantes xenófobos

Estados Unidos, país de inmigrantes xenófobos

"Sus pobladores no deberían olvidar que ellos en su mayoría son descendientes de expatriados sajones que usurparon un territorio y lo transformaron a su antojo"

Por: Nestor Mauricio Niño Cuenza
octubre 11, 2019
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Estados Unidos, país de inmigrantes xenófobos
Foto: Instagram @realdonaldtrump

Pareciera que la imagen de Donald Trump extendiera una sombra hostil y pendenciera sobre la faz de la tierra, pero no es Trump. De hecho, su lenguaje escueto y sin maquillaje no desentona para nada con el historial de la política exterior de los Estados Unidos. Sin duda es la misma sentencia cruel y sin tapujos que ha construido la arquitectura georeferencial de sus gobernantes y finalmente es una conducta heredada por los siglos de los siglos del arbitrario modelo dominador.

Claro que esta sobredosis de franqueza pública agita y agudiza los históricos problemas geopolíticos y sus disconformidades, estimulando las migraciones y obligando a estas masas sociales a interpretar de manera diferente los aspectos territoriales del mundo.

Estas concurrencias humanas en mención construyen y edifican una morfología más diversa y homogénea en numerosos contextos, entendiendo que las migraciones preservan sus matices costumbristas y engendran nuevas particularidades de proceder, que a la postre están cambiando los cánones culturales de las sociedades. Por ejemplo, los asiáticos y latinos incitaron la introducción de nuevos bienes y servicios, alterando la oferta y la demanda del escenario mercantil. Hoy su percepción ideológica redunda en los planteamientos políticos y por supuesto en sus resultados electorales (de tomar en cuenta el potencial electoral latino, el cual es determinante para el panorama proselitista de este país). Además, indudablemente los contenidos en los medios de comunicación tendrán adopciones en sus normas habituales y permitirán gradualmente la aparición de una visión distinta del mundo, sobre todo en materia de música y religión.

“En lo puro no hay futuro, la pureza está en la mezcla”, manifiesta una canción de Pau Donés, voz líder de la banda española Jarabe de Palo, y se ajusta a la reflexiva temática del artículo. Está demostrado que es imposible detener la marea humana impulsada por su instinto básico de supervivencia, es imposible cartografiar el mundo a través de límites imaginarios y de argumentos falaces, muy distantes del respeto por la vida y la convivencia humana.

Como punto de reflexión, hay que decir que el disforme diseño de los mapas demuestra claramente que fueron hechos con las herramientas de la codicia y de la ambición, antes que por instrumentos altruistas como la igualdad y solidaridad por los congéneres; aspectos tan apremiantes para que el mundo realmente funcione y no orbite de forma inverosímil, persiguiendo las utopías de honradez, respeto y rectitud, vendidas por Hollywood y todos sus cosméticos superhéroes.

¿Qué país que ayer y hoy haya exhibido florecimiento económico no les debe una gota de sudor a los países emergentes y pobres? ¿Si desapareciera Sudamérica y África del horizonte global, colapsarían las economías? ¿De verdad el ideal de las potencias más militares que económicas, es llevar al mundo a un equilibrio socioeconómico y sociopolítico? ¿O será más importante el primario sentimiento de supremacía global? Pues todo parece indicar que seguimos encadenados a nuestros más primarios e imperfectos instintos, que solo fructifican en egos y orgullos, en infamias e iniquidades.

¿Pedimos disculpas por obedecer?

Esta es una gran pregunta, al observar por ejemplo que el país de la libertad suma argumentos remotos y vigentes en contra de su disfuncional tesis de territorio de libre albedrío; empezando por decir que es una nación de inmigrantes, que hoy impugnan inmigrantes, se ajusta la retórica popular de “No decir caje, porque se les escucha jeo”.

Recordemos ahora que los actuales pobladores de EE. UU. en su mayoría son descendientes de expatriados sajones, que literalmente usurparon un territorio y lo transformaron a su antojo, lanzando por la borda todo el concepto cosmológico y cultural de los asentamientos humanos que allí se habían desarrollado, dentro del perdurable tiempo y evolución.

Después construyeron los cimientos graníticos de la nación con la sangre, el sudor y el llanto de la esclavitud africana. Seguidamente en su voracidad geográfica casi extinguen a México, no sin antes tomar prestado a Panamá, Hawái, Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Todo esto dejando al descubierto al escritor y poeta inglés Rudyard Kipling, quien defendiendo la dominación estadounidense, escribiera en 1899 su poema perverso La carga del hombre blanco: tesis argumentativa que decretaba la libre necesidad imperialista de ganar territorio, solo por la inferida supremacía del hombre blanco sobre las deducidas razas inferiores; pero de plano no era otra cosa que la consolidación del burdel institucional y la orgía armamentista norteamericana, sobrellevando las embriagueces y las resacas del poderío colonialista. No tributación, climatología tropical, hegemonía geográfica y egos de potencia emergente seguramente eran parte de la premisa.

Sustrayendo un poco más del remoto pasado y ya en el siglo XX, el rostro yanqui no dejó la mueca y el entrecejo de la discordia cuando evocamos el fatídico capítulo que lo convirtió en el único país que ha lanzado dos bombas atómicas sobre los inermes civiles de las ciudades niponas de Hiroshima y Nagasaki, después en su desaforada carrera militarista se convirtió en el mayor comercializador de armas, el de mayor número de bases militares fuera de su territorio, el mayor consumidor de narcóticos, prostitución, trata de blancas, modernas leyes xenófobas y tantas otros hechos, que han estimulado el caos en el planeta.

¡Realmente hoy es contradictorio creer que la estatua de la libertad se posa en el lugar correcto!

Ahora, culpar a los países tercermundistas de los fenómenos de migración es como denunciar al vecino por los malos olores en su propiedad, cuando arrojamos nuestra basura en su vivienda. Es fácil entender por ejemplo que las personas que hacen parte del éxodo solo buscan en los países desarrollados subsanar las necesidades básicas insatisfechas que en sus países de origen no encuentran, no obstante, las potencias si usufructúan las riquezas de todo tipo de estos países pobres, interfiriendo en sus organizaciones sociales con el fin de garantizar su hegemonía económica. Se podría decir que para que un norteamericano viva como vive, debe empobrecer a 10 ciudadanos del planeta, su consumismo es excesivo y es ofensivo a la vez, frente a la pobreza de África y Latinoamérica que no conmueve y no estimula, porque es pobreza negra o tercer mundista.

Por eso, la síntesis de que la economía es un juego, donde una sociedad apoya sobre los hombros de otra el peso de sus lujos y de sus vicios, decir que el hambre de África vale menos que el hambre de Europa, indicar que la violencia en Latinoamérica genera dividendos en los países militaristas, es una realidad indiscutible. Hoy el conflicto es menos racial, es una circunstancia de capacidad adquisitiva, ricos contra pobres, evidentemente una guerra muy desigual, tomando en cuenta que en la cuantificación de la riqueza, tan solo 26 personas reúnen el mismo dinero, que 3800 millones de habitantes del planeta.

Con todo, es bueno reconocer que el mundo está transformándose, sobrevendrán otros conflictos, pero la vida y su instinto se abrirán paso a la fuerza y otras humanidades ganarán sus espacios y sus derechos, la mixtura racial sigue conquistando con fines genéticos, mostrándonos que hoy hay menos rubios en el planeta que hace 100 años, todo por la maravillosa consecuencia de la mezcla, de los genes recesivos y los genes dominantes.

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