Llevamos por lo menos 16 años queriendo conocer la verdad sobre Álvaro Uribe Vélez pero tal vez nunca la sepamos, por lo menos nunca tengamos una verdad judicial, porque verdades ideológicas, de opinión, de sectores, tenemos a montón. Tantas que esto parece un sartal de mentiras.
Con frecuencia Daniel Coronell nos deja conocer pedazos de verdad. Lo que se filtra en los audios que le han grabado al senador Uribe, pero de ahí a saber con certeza lo que hay detrás, falta mucho trecho. Esperemos que la Corte Suprema logre entender ese tejido de versiones donde hay más de un abogado enredando la pita y más de un seguidor montando un tinglado para hacer parecer como mártir a este político amante del poder que es Uribe.
El 8 de octubre pasado, día en que se presentó a indagatoria frente a la Corte, fue todo un circo político desde tempranas horas de la mañana. Hubo cubrimiento en vivo y en directo desde su llegada triunfal a la Plaza de Bolívar, con sus seguidores en eucaristía, sus múltiples guardaespaldas abriéndole camino, hasta el Esmad controlando que no se enfrentaran seguidores y detractores.
Después hubo un largo silencio gracias a que la audiencia era privada, pero al final salió raudo hacia la sede del Centro Democrático a dar una larga declaración, que no rueda de prensa porque no se permitieron preguntas, para repetir su inocencia y afirmar que su única obsesión es la verdad. ¿Verdad? Si algo hay claro es que en, el caso de Uribe, este en el que se lo acusa de comprar testigo y otros que lo vinculan al paramilitarismo, no hay nada trasparente, todo es oscuro, hasta las acciones de sus abogados.
Pero lo que está pasando es que han convertido un proceso judicial en un proceso político y ya sabemos que, a lo largo de la historia de Colombia, lo político nunca permite esclarecer la verdad. Ese mismo 8 de octubre, que para cualquier acusado hubiera pasado como una diligencia más, para el expresidente se convirtió en un mitin, con discurso final y seguidores pletóricos de pasión.
Por otra parte, están los opositores militantes, porque los que no creemos en las verdades uribistas podemos ser millones pero no se nos ocurre salir a la calle a gritar: ¡Uribe paraco, el pueblo está verraco! Esas manifestaciones opositoras que han dado en seguir los pasos de Uribe por todo el país, parecen ser un concierto construido y organizado, más que una expresión popular espontánea.
En muchas plazas públicas del país a donde llega, aparecen pancartas y gentes gritando contra el “prócer” lo que ha oscurecido todavía más la verdad que tanto necesitamos. A mayor presencia opositora en la plaza pública, más revestimiento político tiene esta oposición y más se aleja la posibilidad de que haya un pronunciamiento judicial incuestionable e incuestionado.
La justicia contaminada de política, de discurso en plaza pública, se contamina de un tufo ideológico que impide que tarde o temprano se sepa si Uribe es paraco, comprador de testigo, obstructor de la justicia o un simple mártir que, como dijo el presidente Duque, es un hombre honorable.
Hasta el gobierno ha tomado cartas en el asunto,
opinando y metiendo las narices
en terrenos que no le competen
Como será de enredado el ambiente que se ha ido creando en torno a este juicio que hasta el gobierno ha tomado cartas en el asunto, opinando y metiendo las narices en terrenos que no le competen. Duque y su ministra Nancy Patricia defendiendo al acusado, la oposición militante siguiéndolo de plaza en plaza y la justicia, como siempre, lenta…. Muy lenta.
Mientras tanto Uribe en su salsa, dando discursos veintijulieros. Explicando ante los medios “sus verdades”, contando intríngulis confidenciales de un proceso en el que solo él habla, mientras los magistrados están obligados a guardar la reserva. Esa es la “obsesión por la verdad” que proclama el expresidente y esa es la gran mentira que ha construido.
Publicada originalmente el 11 de octubre de 2019