El Chocó es una región periférica, en donde la gente espera que los beneficios de su Estado lleguen en razón a la distancia que los separa de la capital del país, pues según dicen sus líderes políticos Bogotá es el centro de las decisiones nacionales que, al parecer por conveniencia margina políticamente al resto del país.
Chocó tiene selva, recursos mineros, ríos navegables y mar. A pesar que todos ellos son condiciones estratégicas para el desarrollo de economías de mercado, el territorio del Chocó y su gente, sus poseedores, terminan siendo solo los consumidores.
Los productos básicos de la canasta familiar, la ropa, el calzado, los medicamentos, la tecnología, los insumos, la maquinaria y las herramientas son traídas del interior del país, especialmente de Antioquia y Risaralda. Las amplias y fértiles vegas de ríos como el Baudó producen en baja escala productos agrícolas de los que sobresale el plátano.
Sus formas particulares de ocupación espacial y ordenamiento urbano le otorgan gran importancia a los ríos, quienes se convierten simultáneamente en medios de transporte, fuentes de alimentos, medio de actividades domésticas, lugar de recreación, depósito de desechos, de aguas servidas, materia fecal y abastecimiento de agua para consumo humano.
Desde muy temprano l@s niñ@s asumen la cultura de río reproduciendo prácticas y actividades que ven en sus progenitores y demás mayores, siendo la relacionada con el transporte fluvial, sus embarcaciones y puertos las más atractivas.
Algunos mayores con añoranza proclaman que el río ya no tiene pescado “algo le han hecho para que se acabe”. Por sus caudales suben y bajan civiles, funcionarios, militares, paramilitares, guerrilla, mineros, madereros y comerciantes con el fin de extraer de sus fondos, riveras y poblados la abundante riqueza que posee.
Vimos subir por el Atrato proveniente de Cartagena con rumbo a Quibdó una draga gigantesca que chupa todo el oro del fondo y orillas de los ríos y a cambio escupe al suelo y al río arsénico, mercurio y cianuro. Un cambio con visos de injusticia, pero al parecer ese es el único posible cuando regiones como la del Chocó sin condiciones adecuadas se enfrentan a economías extractivistas y de mercado.