En la Feria
Opinión

En la Feria

A propósito de la Feria del Libro y otras ‘Ferias’

Por:
mayo 08, 2014
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La actividad, cita, participación y, por qué no decirlo, congratulación que constituye, que deja la feria, cualquiera que fuera, no tiene par. La Feria[1] —con mayúsculas— que, como se entiende ‘(Del lat. ferĭa).1. f. Mercado de mayor importancia que el común, en paraje público y días señalados.2. f. Fiestas que se celebran con tal ocasión.(…).4. f. Concurrencia de gente en un mercado de esta clase. (…)6. f. Instalación donde se exponen los productos de un solo ramo industrial o comercial, como libros, muebles, juguetes, etc., para su promoción y venta’; y, hasta, ‘9. f. Trato, convenio’; pero más exactamente, ‘~ de muestras. 1. f. Instalación donde, con periodicidad determinada, se exponen máquinas, herramientas, vehículos, aparatos y otros productos industriales o de comercio, para promover su conocimiento y venta. (…)’, es sin igual; ver a la gente, a nuestra gente, en el mercado más importante, que en fiesta se torna, en una instalación, ufff qué instalación, en un trato o convención: contagia; encontrar niños correteando por el juguete nuevo de páginas parlanchinas —sus padres detrás—, juventud extasiada escuchando charlas, caras en averiguación de lo que posee el mercado, introduciéndose por vocación o curiosidad en lo que enseña el reemplazo del papiro; mayores con su paso, entrepaso saboreando de la tarde, de su tarde y, a llegar en punto al encuentro con lo suyo, con lo propio, con lo que les quieren contar o, de pronto repasar; la gente, sus caras, la concentración en el momento. Sí señoras y señores, les estoy hablando, refrescando, la Feria del Libro. ¡¡Qué evento!! Como dicen hoy, evento, pero mejor certamen. En familia volvimos y, además de disfrutar un poco del atardecer, impacta, sí, impacta, ver cada edad en procura de la diversión que produce el libro y, lo que en su derredor se encuentra: autores, lectores, críticos, presentadores, espontáneos, en fin, todos a una. Qué delicioso sarao.

Así que encontré las salas llenas de expertos y de no iniciados; de espectadores expectantes e improvisados transeúntes; de industriales que respaldan su labor, la empresa editorial;  y, en los salones de presentación, discusión, análisis, crítica sobre actividad alrededor del autor, del libro; textos y contextos vi pasar; horas y horas; acto tras acto; ufff qué emulación, luego, contienda, de rito y, por supuesto, que no último, satisfacción.

Escuché que el país invitado, Perú, puso énfasis, obvio, en sus propios y, qué bueno, en los niños. Una lección para Latinoamérica, para nosotros que, como sabemos, vamos mal en la ‘asignatura’, educación; lógico que no hablamos de las buenas maneras que cada vez son más ‘raras posturas’, sino por la calificación que merecimos. Sin duda, la lectura es o constituye el punto de partida de la educación. Obvio, el derecho, acceso y calidad son proverbiales, fundantes, pero la lectura, su socialización, apego y, así, diversión, resumen, como hito, la educación: la Feria del Libro, certamen para despertar la educación.

Y, de lo serio, pasamos a… lo real: las otras ferias, tomadas como el ‘5. f. Conjunto de instalaciones recreativas, como carruseles, circos, casetas de tiro al blanco, etc., y de puestos de venta de dulces y de chucherías, que, con ocasión de determinadas fiestas, se montan en las poblaciones (…)’ o, ‘revolver la ~.1. loc. verb. coloq. Causar disturbios, alborotar.2. loc. verb. coloq. Descomponer un negocio en que otros entienden. (…)’; ¡qué movimiento telúrico! La feria —con minúsculas sostenidas— de la primera acepción de este apartado: (i) la de las propuestas sobrecogedoramente premiales del fiscal, como las que irónicamente proclama el ‘ángel vengador’ del procurador y, ambas fuera de sus resortes funcionales; (ii) las del volver a la Urbanidad de Carreño que, si bien falta como concepto de cultura ciudadana, dan a la sazón, parte de victoria de la reivindicación de la actitud de sumisión de género; quién lo dijera cuando el contexto era otro; y, por poner algunos ejemplos, que no únicos (iii) la saga del caza alcalde versus el escondite justiciero. Y, de la segunda acepción, ni hablar: la campaña electoral que de fofa, pasó a desagradable (chuzadas y contactos indebidos con la criminalidad). Mejor volvamos a la feria grande: la del libro.

 

[1]http://lema.rae.es/drae/?val=feria. Real Academia Española. Derechos reservados.

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