El cinismo de Sanitas con el suicidio

El cinismo de Sanitas con el suicidio

Mientras la EPS organiza conversatorios y congresos para prevenir este mal y con ello captar clientes, no se preocupa por los afiliados, como yo, que han pedido ayuda.

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octubre 04, 2019
El cinismo de Sanitas con el suicidio

“¿Sabías qué las personas que se suicidan muestran señales de querer intentarlo a sus familiares, amigos y/o médicos? Por eso ¡Toda persona que hable del suicidio debe ser tomada en serio!” escribe Sanitas en sus redes sociales y en los correos electrónicos que envía a todos los afiliados y a los periodistas. Como respuesta a uno de esos correos escribí: “Pero la EPS no aprueba consultas cuando uno está en riesgo. Lo de ustedes es pura hipocresía. Sigo esperando que me den la cita en sicología”. Nadie respondió.

El tema está de moda, caen suicidas de los edificios, se lanzó uno de la Universidad Javeriana, otro de la Torre Bacatá, y uno se lanzó del noveno piso de la Universidad Sergio Arboleda (de este último nada se dijo). Ante la noticia del universitario javeriano los medios de comunicación entrevistaron sicólogos, siquiatras y charlatanes. Un buen momento para que Sanitas lanzara la campaña y así convertirse en abanderada del tema. Excelente estrategia publicitaria de una entidad prestadora de salud. Mientras organizan el evento algunos cotizantes, como yo, les hemos rogado durante meses para salvarse.

Por más de diez años he escrito la historia de otros y ahora lo hago sobre mí porque que me siento débil y abandonada por una institución que tiene la obligación de atender a sus usuarios. En términos empresariales uno paga por un servicio y hago público este mensaje para reclamarlo.

Desde que tengo recuerdos el velo de la tristeza me ha cubierto. Luché por años contra esa sensación, intenté ganar la pelea, pero cada vez que lanzaba un golpe recibía otro, desde adentro, que me lanzaba a la lona. Después de pelear me entregué a perder como los boxeadores que han agotado las fuerzas. Lloraba en las mañanas y en las noches, lloraba porque tenía la necesidad de llorar. Me odie al sentirme una lisiada mental, un ser inútil, y contemplé la muerte. La imaginaba, la exageraba, pensaba en todos los escenarios. Hay muertes vergonzosas, otras que causan horror y repugnancia, y algunas, risa. No podía correr el riesgo de ser un hazmerreír.

Intenté morir. Evitaré los detalles. Sucedió hace casi cuatro años.

Confieso que ya no soy capaz de pensarlo de nuevo. Cerré esa puerta y ahora lucho por sentirme viva aunque a veces me sienta ahogada. Llevo luchando contra mis miedos, la tristeza, la ansiedad, y ahora con la negligencia de unos médicos y una EPS.

El año pasado, siguiendo con la burocracia de las entidades, pedí una cita en medicina general para que me remitieran a sicología. La médica escuchó mi historia con cara de aburrida y luego me aseguró que en próximos días alguien de la entidad se comunicaría conmigo para remitirme. Nadie llamó. Resignada, pagué por meses consultas particulares. A mediados de agosto de este año hice de nuevo el trámite. A un médico le conté la misma historia para solicitar la remisión a un especialista. “No te preocupes, yo me encargo de enviar ahora mismo la solicitud y en diez días hábiles te deben llamar para atenderte”, y terminó con la frase, “todos tenemos problemas”. Ya ha pasado más de mes y medio y sigo esperando ¿Cuál es el siguiente paso? ¿Es necesario llegar con una sobredosis de drogas, con un reguero de sangre saliéndose de las venas o un ataque de histeria para que se alarmen y cumplan con su compromiso?

Cerca de 800 mil personas se suicidan cada año en el mundo según la Organización Mundial de la Salud y es la tercera causa de muerte entre los 15 y 34 años. En Colombia se presentaron, desde 2005 a 2014, más de 18 mil casos, y en 2018 murieron en el país 2.410 personas.

El viernes 13 de septiembre, hace menos de un mes, un excompañero de la facultad de filosofía de la Universidad Sergio Arboleda subió en la noche al noveno piso de esa institución y se lanzó en picada cayendo sobre el pavimento de la carrera 15 con calle 74. El cuerpo fue levantado, limpiado el suelo y la universidad no permitió que se emitiera un comunicado ni contempló estrategias de prevención. Aunque el tema no es la caída libre del hombre que conocí hace 15 años, si lo es la omisión.

En esta época en la que llueven personas o son encontradas inertes en sus casas, la omisión es una forma de culpabilidad,  y es peor cuando la entidad que evade el problema es la obligada para encontrar soluciones. Sanitas y cual otra entidad de salud irresponsable son como los consejeros espirituales de apariencia exitosa y feliz, pero que en la privacidad del hogar le pegan a su mujer y a sus hijos.

¡Toda persona que hable del suicidio debe ser tomada en serio!”, propaga la EPS. Es verdad, y por eso le pido que sea consecuente con sus intereses comerciales. Si hay que vender hay que hacerlo sin engaños o, por lo menos fingir una buena atención. El producto de ustedes se llama salud, los afiliados, o los clientes, pagamos por ese servicio, y estamos en el derecho de exigirlo.

Quizá los médicos consideran que la mayoría de pacientes en busca de ayuda sicológica son despechados, con crisis económicas, recién desempleados o estresados por el trabajo. Una manada de exagerados y dramáticos que pretenden hacerle gastar plata y tiempo a la entidad. Estos doctores, que estudiaron por cinco años el cuerpo, parecen no comprender que los padecimientos emocionales pueden ser terminales como el cáncer. A la mente hay que tratarla como si fuera de vidrio; hay algunas tan frágiles por la depresión, la ansiedad, la bipolaridad, la esquizofrenia, la demencia… que pueden romperse si no se atienden con cuidado.

A la EPS no le interesa la fragilidad de sus pacientes, no se compadece por un problema de salud cada vez más grande. Con cinismo intenta prevenir un mal que evade desde adentro quizá para ahorrar dinero. Abandona a sus afiliados para que se vean obligados a buscar ayuda por fuera. No quiero rogarle para salvarme, no es justo, solo exijo mi derecho a la salud, y Sanitas debe cumplir.

 

 

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