Respetado Presidente Duque, ¡despiértese, sacúdase, muévase, gobierne!
Como ya es claro para todos, su economía naranja no está funcionando, ni su gabinete, ni su gobierno. La ausencia de una visión clara, una visión completa de cómo superar esta crisis está empeorándolo todo. Nos ha quedado claro también que su partido se está lavando las manos, evitándose toda responsabilidad por el desgobierno, y se ha convertido en el más rudo de los partidos de oposición. Nadie quiere asumir el fiasco de haberlo elegido.
Pero lo que más hay que reprocharle no es ni siquiera su falta de experiencia, sino su indecisión. El país está harto de verlo sonreír sin motivo, seguramente asesorado por su equipo sobre la importancia de mantener un aire de “confianza en el futuro”. Estamos hartos de que se esté haciendo el pendejo, de que los asesinatos de líderes lo pillen en almuerzos con cantantes, de que se haya convertido en un espectador más de como se viene abajo lo poco que se había construido en materia de paz y de convivencia. Su indecisión, su incapacidad de tomar una posición clara y de rodearse de un equipo que lo ayude a hacerla posible, está llevándonos al traste, y de eso, usted es responsable.
Es cierto, hemos tenido tantos incapaces en el poder que hoy posan de estadistas, que podrá creer con razón que solo tiene que soportar 3 años más y retirarse con una sonrisa. Falso. Abra los ojos. Están asesinando a los líderes sociales, a los candidatos en las regiones, estamos superados por la delincuencia en las ciudades. Usted es el presidente, ¡gobierne!. Su obligación no es aguantar, su obligación es impedir que esta masacre a cuentagotas siga pasando.
En medio de todo, tiene una enorme oportunidad por delante: el país entero entiende el riesgo en el que estamos. Hemos entendido que la violencia no es una pesadilla del pasado, que perfectamente podemos volver al infierno. Convoque al país, reúnanos alrededor de la obligación de defender la paz, y convoque a los mejores entre los mejores, a un gabinete de paz, de unidad, de justicia, que le proporcione las fuerzas para mantener firme el timón de la transición.
La creciente convicción de que se aproxima una recesión y de que usted no tiene ni idea de lo que está haciendo, sumada a la ola de violencia que arrecia cada día, están produciendo un efecto de carácter sistémico de consecuencias devastadoras. Los que pueden, quieren irse. Los que volvieron apostándole a la construcción de la paz, quieren devolverse. Un sector del empresariado está convencido de que su ineptitud es la antesala de un gobierno autoritario de corte populista, por lo que no quieren invertir más. Y en las regiones, la gente ha vuelto a tener miedo.
La semana pasada, como muchas personas, lamenté el suicidio de Jhonnier Coronado, el joven estudiante de la Javeriana. Luego de expresar mi opinión en redes, recibí un mensaje que me cayó como un baldado de agua fría: era un joven colombiano, emigrante, que me reprochaba que la depresión es una constante entre los jóvenes pobres en las zonas rurales del país, que no conocen del Estado más que su violencia, y que crecen en la precariedad, sin ninguna oportunidad de salir adelante.
Si hay un patrón común a este brote de violencia, es que la nueva ola de delincuencia y los crecientes ejércitos de las bandas criminales están compuestos de jóvenes. La gente crece en Colombia sin esperanza. No les importa su vida, no les interesa arriesgarlo todo, bien les vale tomar todos los riesgos si pueden vivir bien por poco tiempo, no les importa que los maten. No tienen confianza en el futuro, ni lealtades con un Estado que no tiene planes para ellos. Empiece por ahí. Está a tiempo. Usted es el presidente de la transición, defienda la paz, no nos regrese al infierno.