Le fascinaban los Estados Unidos. Cada vez que hablaban en la radio de él decía que las personas más importantes del mundo eran Ronald Reagan y él mismo. Se tomó una foto en Washington frente a la Casa Blanca junto a Juan Pablo, su primogénito, el heredero, en su delirio de poder le habrá dicho, alguna vez entrarás a esa casa y el presidente te dará la mano y te tratará como un igual. Acaso él mismo, en ese 1981, también lo podría hacer. Los negocios iban tan bien que estaba en camino de ser un hombre respetable.
Ese año su hermana Alba Marina organizó un viaje a Orlando. Los acompañó Hemilda, la mamá del capo, su hija Juan Pablo, su hermana y Maria Victoria, su esposa. Contrataron chofer propio y se gastaron más de 10 mil dólares para Juan Pablo, su heredero, a quien quería tanto que, a pesar de la fobia que le tenía a las montañas rusas, el capo se subió a muchas de ellas. Su cara de estrés refleja el ataque de pánico que tuvo.