Más allá de los grupos armados versus el gobierno, el actual conflicto se compone de varios elementos. En lo que respecta a los medios de comunicación, hay que dividirlos en dos: los masivos y los alternativos. Los primeros son aquellos que viven de la publicidad, de la pauta. Los segundos tienen más responsabilidad social.
Es triste decir que los medios masivos tienen un papel protagónico dentro del conflicto, no solamente porque toman una posición sesgada, sino porque se van de frente a favor de los grupos de poder que apoyan el irrespeto al proceso de paz, que callaron durante el nacimiento del paramilitarismo y que defienden el statu quo en contra del pueblo que protesta y se manifiesta contra la violación de los derechos humanos, la desmejora de sus condiciones de vida y pide espacio político y sobrevivencia económica.
Casos concretos los vemos con los dos canales televisivos privados conocidos, cuyo sesgo informativo se dedica a reducir el impacto de las noticias graves contra la población como el alza de impuestos y los proyectos de ley que aporrean directamente el bolsillo y el nivel de vida del ciudadano colombiano. Son permisivos y suaves en cuanto a la crítica al gobierno respecto de sus errores, disfrazan la realidad nacional y ocultan la gravedad social con la farándula y los deportes masivos; realidad que, vista desde estos dos noticieros, muestra que la razón la tienen las clases que dirigen la economía y la política del país, clases que en muchas ocasiones son la misma.
Podemos resumir el papel de los medios masivos de comunicación como el de ayudantes directos o integrantes de las mismas oligarquías nacionales, que mayoritariamente rechazaron el proceso de paz firmado en 2016 y viven alimentando el discurso de continuar con la guerra. El mensaje de RCN y Caracol no es un mensaje de conciliación sino de la imposición de una doctrina que defiende el establecimiento, continuamente repitiendo al activista y al ciudadano “si te vas a revelar, incluso si te organizas para oponerte al orden de las cosas, te espera el fracaso, la reseña malvada de los irreverentes fracasados”, es decir, pasarás al bando de los malos. Por eso estos medios realizan diariamente la labor de lavar el cerebro de la gente.
En cambio, el mensaje de los medios alternativos es diferente. En algunos casos muestran varios puntos de vista sobre la realidad nacional (sin estar obligados a hacerlo) y visibilizan opiniones a favor y en contra de las políticas del gobierno. En general, muestran un panorama multicolor. En otros casos, digamos más radicales, se les nota un mayor compromiso con la ciudadanía y muestran las necesidades del pueblo, los líderes que se ponen al frente de esas necesidades, pero aun así no llegan a incitar a la violencia. Además, no transmiten un mensaje de apoyo a la guerra, pero sí uno de defensa de los derechos humanos, con la apuesta por las reivindicaciones sociales, la ampliación de participación de los trabajadores, estudiantes, campesinos y el cumplimiento de acuerdos.
Para la feligresía que apoya la guerra, donde el uribismo no parece un movimiento político sino una religión, estas banderas constituyen un crimen y para las Farc reinsertadas a la violencia los ciudadanos no armados que reclaman son estúpidos. Pero sabemos que el activismo ciudadano, gremial o sectorial es una de las más sagradas virtudes de la democracia, donde la única arma de lucha es el poder de los argumentos y de los derechos. En conclusión, los medios masivos más comunes de los colombianos (incluyendo la radio y la televisión) atizan más el conflicto y están claramente a favor del poder político-económico tradicional, así se autonombren como imparciales.
