Condición humana: tres ejemplos de hoy
Opinión

Condición humana: tres ejemplos de hoy

Álvaro Uribe, Néstor Humberto Martínez, Jesús Santrich. ¡Cómo me han servido mis experiencias al servicio de la paz para explorar y conocer la condición humana! 

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septiembre 12, 2019
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Corría el segundo semestre de 1998. En el momento que me refiero me encontraba en San José de Costa Rica tramitando ante las autoridades locales mi asilo territorial en esa, para mí, segunda patria, cuando un buen día me visita María Elvira Bonilla, amiga de todos los tiempos, hoy directora de Las2orillas. Por las fechas que corrían ya llevaba yo 14 años buscando caminos de paz (en octubre de este año cumplo 31 años en la misma tarea de la cual no pienso renunciar). Leyva –me dijo en esa oportunidad María Elvira, -como esta situación suya pinta para largo, por qué no aprovecha para escribir sobre la condición humana.

La insinuación de María Elvira siempre me quedó sonando. A tal punto que en la actualidad preparo un libro para Editorial Planeta que pienso titular Gritos de la memoria. Condición humana y paz. Esto, porque además del reto de ser humano, el animal racional (nosotros todos), pone a prueba permanentemente su capacidad de raciocinio y juicio; algo íntimamente ligado a esa cuestión de tanta monta llamada libre albedrío. Y es que es dentro de ese contexto que nos formamos en los más variados campos: el moral, el familiar, el social y cultural, y aún en el religioso (o no religioso) y en el político. Como que cada existencia humana termina por ende enmarcada en patrones y comportamientos que suelen ser el producto de sus propias experiencias y vivencias; lo que conduce en muchos casos a una acertada compresión y aceptación de una escala de valores siempre vigentes y siempre correctos, o a hacer de la propia necesidad existencial la medida de todas las cosas. Esto último corresponde a poner el huevo del yo primero, yo segundo, yo tercero, propio de una condición humana desdichada, o descarada, y generalmente infeliz.

Una condición humana feliz sabe distinguir entre el bien y el mal. Una condición humana desdichada no tiene fronteras. ¡Cómo me han servido mis experiencias al servicio de la paz para explorar y conocer la condición humana!  Si bien no soy nadie para juzgar, me permito exponer con algunos ejemplos lo que he sentido y vivido en esto 31 años de mi extraño recorrido. Basten botones recientes para señalarlo. Comienzo: la campaña por el sambenito del No se montó sobre unas premisas mentirosas. Hasta el máximo responsable de su ejecución, Juan Carlos Vélez, así lo confesó. Esto permitió advertir su condición humana.

Otro caso: Al expresidente Uribe lo busqué varias veces durante el proceso de paz de La Habana. Siempre fue afable, caballeroso. Para que voy a decir que no, si así fue. En exposición pública ante integrantes de su partido puse de presente que la JEP iba en serio. Que la verdad era el centro del meollo; igual las víctimas, y que la justicia restaurativa se aprobaba para quedarse. Las conversaciones que sostuvimos, varias estas, fueron claras. Hasta divertidas en ocasiones. -Vaya a La Habana, -le dije más de una vez. Le expuse los riesgos que eventualmente habría de correr. Amablemente me invitó a su casa. Llevé libros, acompañados de argumentos varios. Se lo advertí. Desde el punto de vista humano aquella tarde dejó entrever aspectos de grata recordación. Pero sin duda, él, terco como una mula. Cañero. Hábil. Y ahí lo tenemos corriendo base. Enredado y enredando. Siento que no haya sido capaz de interpretar el momento. La paz con todos y para todos siempre fue mi tesis central. Pero su extraña condición humana no le permitía comprender, ni medir, mucho menos acceder. Seguro pensó que estando él de por medio se cumpliría Josué 6:20 a la colombiana: “Entonces el pueblo gritó y los sacerdotes tocaron las trompetas; y sucedió que cuando el pueblo oyó el sonido de la trompeta, el pueblo gritó a gran voz y la muralla se vino abajo, y el pueblo subió a la ciudad, cada hombre derecho hacia adelante, y tomaron la ciudad”. Pero lo cierto es que, de correr el expresidente una aciaga suerte, no caerán las murallas de la paz; tampoco las de la Jurisdicción Especial para la Paz.

 

 

Quede claro, eso sí, que entre la condición humana de Jesús Santrich
y la condición humana de Néstor Humberto Martínez,
me quedo mil veces mil con la del señor Seuxis Pausias, Jesús Santrich.

 

 

Y a propósito de este mismo tema de la condición humana, pongo de presente lo sucedido recientemente con Iván Márquez, con el señor Seuxis Pausias Hernández Solarte, más conocido bajo el alias de Jesús Santrich, y otros. Pregunto: ¿cuántos colombianos conocen lo ocurrido a estos hombres a partir del 9 de abril de 2018, fecha de la detención de Santrich? El impresionante discurrir de las vidas de estos individuos a partir de esa fecha está por relatarse. Quede claro que por ningún motivo puedo estar de acuerdo con su rearme como conclusión de su penoso recorrido desde la citada fecha. Claro que no. Pero, ¿quién o qué medio ha investigado lo sucedido? ¿Juega un papel perverso en este caso la condición humana? A los citados señores los conozco. Y de cerca. Ambos son coautores de los acuerdos de La Habana que tanto hemos celebrado. Negarlo es igual a mentir. Por otra parte, ellos también gozaron lo alcanzado porque lo firmado por las partes constituía igualmente un éxito político y personal suyo. ¿Qué ocurrió? ¿De que fueron objeto estos señores en lo personal y familiar? Créanme que más temprano que tarde tendrá que conocerse la verdad de lo ocurrido. Por lo pronto desde esta columna les pido cordura. Nada de agregar errores a un error que se ha debido evitar. Como igualmente solicito que una comisión independiente (¿cuál? no sé, pero dejo la idea), inicie una investigación seria, respetuosa, imparcial, eficaz, que permita comprender lo acaecido y evitar con ello que todos tengamos que lamentar las consecuencias de algo que no fuimos capaces de solucionar a tiempo. Pero quede claro, eso sí, que entre la condición humana de Jesús Santrich y la condición humana de Néstor Humberto Martínez, me quedo mil veces mil con la del señor Seuxis Pausias, Jesús Santrich.

 

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