Lo que calla un esposo

Lo que calla un esposo

Aunque no se comenta con frecuencia, los papás también pueden sufrir de depresión posparto. Un relato personal

Por: Javier Daza
septiembre 11, 2019
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Lo que calla un esposo
Foto: Pixnio

Las mujeres siempre nos hablan sobre sus cambios hormonales, su volatilidad emocional y otras cosas que no comprendemos y que son las causantes, entre otras cosas, de sus cambios de humor tan fuertes y repentinos. El otro día mi esposa me reclamaba si yo acaso también tenía cambios hormonales como ella, dándome a entender que yo no podía tener derecho a esa cualidad. En ese momento no le respondí (algunos más osados, quizás se atreverían a hacerlo), pero me quedé pensando en eso que dijo. No sé si tengamos más o menos hormonas que ellas, o si tengamos la misma cantidad. Tampoco sé si también tenemos las mismas variaciones en nuestras hormonas. Sé por lo que aprendí en el colegio y alguno que otro artículo leído, que las mujeres tienen unas hormonas y los hombres otras. Habría que investigar más, por supuesto, y seguro que hay expertos en la materia. Pero a lo que a mí concierne, y no se trata de una cuestión de género ni de machismo o de feminismo, los hombres también tenemos nuestras hormonas y también sufrimos de depresión. Y no sufrimos de depresión porque nos duele un riñón o porque se nos bajó el nivel de azúcar (aunque seguro pueden tener alguna relación). Sufrimos de depresión, porque también tenemos cambios hormonales, como todos los seres humanos.

En mi caso, que aún no ha sido estudiado por psicólogos ni investigadores, no podría saber que hormona u hormonas causaron mi depresión, si es que hay algún motivo biológico. Sufrí depresión posparto y, al menos, podría identificar varias de las causas, más allá de las hormonales. Para empezar, me gustaría confesar que es cierto que la depresión posparto existe, y que ocurre tanto en mujeres como en hombres. Nuevamente, no es una cuestión de géneros, sino de salud mental, bienestar y estabilidad emocional. Supe por lo que leí que son más frecuentes los casos de madres con depresión. Pero también hay padres, y aquí me incluyo, que han sufrido de esta misma condición, sin embargo, en los hombres no es tan fácil descubrirlo, porque se supone que debemos estar más acostumbrados o preparados para los cambios fuertes. Esta misma razón hace que sean menos los hombres que se atreven a expresar lo que están sintiendo, porque igualmente se supone debemos ser vistos con fortaleza y aplomo.

Sentir que la vida cambia tan radicalmente es la principal causa de la depresión. Aquí hablo más a manera personal y, al menos, en mi caso, fue la frustración lo que me llevó a esta enfermedad. No tener la certeza de que estaba haciendo mis funciones paternales bien; más aún, no considerarme a veces útil o necesario en el cuidado de mi hijo, fue una gran fuente de frustración. Además, no poder estar más tiempo con él ni tener el dinero suficiente para cubrir todas su necesidades, me irritaba demasiado. El no poder hacer las mismas actividades que hacía antes ni poder disfrutar de mis hobbies o actividades favoritas, me aburría mucho. Está claro que el cuerpo no nos cambia como a las mujeres y quizás eso no nos afecte a la mayoría ni en igual manera, pero, verme cada día más delgado, menos atlético, más débil y sin la fuerza que tenía antes, también me hizo desear estar más tiempo entrenando y no en casa. No podía compartir mucho tiempo con mi esposa tampoco, como pareja, y eso me entristecía increíblemente. En resumen, claro, destacando sólo lo malo, que es lo que hace una persona con depresión, yo sentía que trabajaba obligado cuando lo que más quería era estar en casa con mi esposa y mi hijo. Trabajaba en algo que no me apasionaba y por lo que no recibía una gran remuneración (eso deprime a cualquiera). Llegaba a mi casa y mi bebé, al rato de estar conmigo, lloraba por hambre que sólo podía satisfacer la mamá. Me quedaba entonces en casa viendo como mi esposa era una gran madre, pero no podíamos compartir íntimamente una copa de vino, una cena o una conversación; cuando lo hacíamos era más bien algo corto y siempre estábamos muy cansados. Sentía que no debía salir porque podía entenderse como no tener compasión con mi esposa y toda nuestra nueva situación familiar. Así, que no podía ir a hacer deporte u otras cosas que disfrutaba. Claro, mi esposa tampoco podía y entonces además yo sentía que tampoco debía hacerlo, para que ella no se sintiese mal.

Todo esto me llevó a tener muchas discusiones con mi esposa, que no parecían tener solución. Una cosa llevaba a la otra y todo se hacía más complicado, cada vez. No era fácil encontrar una causa, mucho menos un culpable o una excusa. No podíamos detectar dónde empezó todo. Los primeros días, incluso los primeros meses de vida de nuestro bebé, todo era maravilloso, así que el comienzo seguro no fue cuando él nació. Tampoco es culpable de nada, que es algo muy común en la depresión posparto: culpar al bebé. Así, que con certeza no sabíamos dónde había comenzado a deteriorarse todo. Se podría decir que nuestra relación iba en caída a pique. Tanto que incluso yo no encontraba alguna motivación de seguir y sentía que ya todo había sido suficiente en mi vida y que no habría nada más por lo que continuar. Contemplé el suicidio, y esto es otro tema aún más largo y complejo, del que quizás, me gustaría hablar después. Pero para no ahondar más, lo planifiqué todo, era perfecto, iba a desaparecer lentamente y ocultar todo indicio de depresión. Después de mucho contemplar, pensar, imaginar y analizar casi todas las alternativas, decidí regresar a casa. Allí, me encontré a una esposa que hubiera podido seguir su vida; a una familia que también podrían seguir unidos; a mi bebé, que aunque difícil, también hubiera podido seguir su vida, y a toda mi casa que me recordaba mi pasado. Así que comprendí que toda esa vida podría seguir, y que me gustaría estar presente para vivirlo.

Este sería un buen final, pero las cosas no se solucionaron en ese instante de calma y felicidad. Tenía un pasado claro que no quería olvidar y tenía un futuro que quería vivir, pero no tenía un plan para el presente que me permitiera lograr todos los planes que comencé a crear. Así que los problemas continuaron o reaparecieron. Las discusiones con mi esposa continuaban, el aburrimiento y la frustración volvieron a aparecer. No era fácil encontrar una solución. Pero al menos, esta vez estaba seguro de no querer irme nunca y de que quería estar con mi hijo y con mi esposa siempre. Así, que para ser sincero, considero que todavía estoy sufriendo de depresión. A eso le sumo que, por diferentes razones, no soy el más elocuente y digo muchas cosas que no debería decir. Los problemas persisten y, supongo, que persistirán siempre. Pero espero que en mi hogar pueda haber una comunicación tan acertada que nos permita sobrepasar todas las dificultades nos encontremos. Al final, si nos lo proponemos, podríamos hacer cualquier cosa juntos, como un gran equipo, cualquier cosa.

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