Argentina ha tocado fondo. El riesgo país se ha elevado a 2.533 puntos superando por más de 500 puntos el de Venezuela, un país asediado. En solo la semana pasada perdió casi 14.000 millones de dólares de sus reservas en un esfuerzo descabellado del gobierno de Macri de frenar la acelerada devaluación del peso, que a la postre resultó inútil: el viernes pasado el dólar alcanzó la cifra récord de 62 pesos. Y subiendo. Tampoco ha servido de mucho la decisión el BCRA, el banco central de la Argentina, de elevar al 85 % la tasa de sus bonos. Nadie los compra. Porque como declaró Alberto Sánchez en junio y reiteró el jueves pasado en una entrevista al Wall Street Journal, la Argentina está en “un default encubierto”. “Ahora no hay nadie tomando deuda argentina. Ni nadie que pueda pagarla”.
Estos son los escuetos datos macroeconómicos que dibujan la situación de un país llevado a la ruina por una política neoliberal aplicada a rajatabla. Este sombrío panorama, cuya trágica dimensión social es fácil de adivinar, es el radiante porvenir que los publicistas de Macri y el periodismo que fue portavoz de sus consignas, le ofrecieron al pueblo argentino como salida de “la horrible noche” del gobierno de Cristina Kirchner. A la que como era de esperar también le están achacando esta crisis, como si en los tres años largos trascurridos desde el fin de su mandato, Macri no hubiera hecho otra cosa que cuidar un legado, que él ha caracterizado de populista e incompetente.
Hay quien dice que esta crisis por su gravedad se parece mucho a la crisis de 2001, la del tristemente célebre corralito y la de las impresionantes movilizaciones callejeras que forzaron la huida en helicóptero de la Casa Rosada a Fernando de la Rúa, entonces presidente de la república. Pero, aparte de que la historia no se repite dos veces, por mucho que lo hayan dicho Marx y Hegel, hay un dato crucial que separa esta de aquella crisis. Y que es otro la puesta al desnudo del FMI. Tanto presumir por parte de sus directivos de rigor científico y de que sus decisiones se toman en base a criterios estrictamente técnicos y lo que ha hecho en Argentina es simple y llanamente clientelismo. Dinero a cambio de voluntades políticas. A gran escala eso sí. Nada de las pichurrias que tasan entre nosotros la “mermelada” con la que habitualmente se endulza la voluntad de nuestros congresistas. No señores y señoras, estamos hablando de los 57.000 millones de dólares que justamente en julio, un poco después de las declaraciones en las que Fernández denunció la existencia de un default encubierto, el FMI prestó a la Argentina a sabiendas de que ya tenía enormes dificultades para pagar sus obligaciones de deuda. Un cifra récord. El préstamo individual más grande hecho por el fondo en su historia. Se dice que lo hizo siguiendo instrucciones personales de Donald Trump interesado en apoyar a un aliado incondicional en un continente que no termina de controlar del todo. No he podido comprobarlo, aunque no me sorprendería para nada que fuera cierto.
El préstamo individual más grande hecho por el fondo en su historia.
Se dice que lo hizo siguiendo instrucciones personales de Donald Trump
para apoyar a un aliado incondicional en un continente que no controla del todo
El caso es que el préstamo se hizo saltándose los propios protocolos del Fondo y es evidente que ha servido de poco para resolver el default encubierto que denunciara Fernández y que ahora sale a la luz pública. Como tampoco sirvió para pavimentar el camino a la reelección de Macri, que naufragó sin paliativos en las elecciones primarias de hace un par de semanas, en las que la candidatura presidencial de Alberto Fernández le sacó más de quince puntos de ventaja. Fue la inversión en una campaña electoral “más cara de la historia porque le dieron plata a un gastador compulsivo” - apuntilló Fernández en la ya citada entrevista en el Wall Street Journal.
El FMI confía sin embargo en que este préstamo desaforado logre un propósito aún más oculto y todavía más siniestro: obligar al gobierno de Fernández “a renegociar la deuda de rodillas”. Este sí que es el sueño húmedo del Fondo, como bien lo saben los países que han sido víctimas de sus irritantes extorsiones. Falta por ver si el pueblo argentino va a permitir que otra vez se salga con la suya.