Presidente Duque, aprenda de Uribe: salve la patria

Presidente Duque, aprenda de Uribe: salve la patria

"Querido mandatario, ¿cómo quiere usted ser recordado en la historia de Colombia?", le pregunta un ciudadano al jefe de Estado

Por: Martin Eduardo Botero
agosto 30, 2019
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Presidente Duque, aprenda de Uribe: salve la patria
Foto: Las2orillas

Para iniciar, permítame aprovechar esta oportunidad para expresar mis mejores y más cordiales deseos al presidente Duque por su primer año de presidencia. 

Como ustedes saben, queridos lectores, Colombia está en peligro, y si no afrontamos este peligro, las consecuencias para nosotros y las generaciones futuras serán incalculables. En Colombia, se ha abaratado la democracia, la justicia y la legalidad. Es hora de corregir algunos errores graves y estudiar un proyecto equilibrado y realista. No se puede negar, so pena de ofuscarse, que se han producido numerosas omisiones, olvidos o errores a la hora de considerar anticipadamente la complicada situación político-social actual en torno a la paz y la seguridad. Seamos realistas y claros. Nos hemos lanzado, sin frenos y sin visibilidad a la aventura de la paz. El problema que tiene Colombia es que el antecesor de Duque, con su acuerdo de paz de 2016, dejó una herencia envenenada a los futuros gobiernos, además de que constituye un legado indeseable para las futuras generaciones, podría socavar seriamente los cimientos de la democracia; una herencia de primer orden y son encarnación viva de la tragedia. En esta fase, el papel y la responsabilidad del presidente Duque, cuyo mandato dura otros tres años, es crucial. Me parece que hoy en día esta misión es más actual y más apremiante que nunca.

El presidente Duque debe asumir nuevas responsabilidades políticas, jurídicas y morales para encontrar soluciones seguras y sostenibles a largo plazo. Porque, como lo decía Leonardo da Vinci, “no prever, ya es lamentarse”. Es responsabilidad del presidente no dar la impresión de que existen personas que están por encima de la ley y exentos de persecución, que pueden hacer cualquier cosa sin rendir cuentas a nadie, y que pueden hacer caso omiso de las normas y principios internacionales. Si en Colombia se permite a algunos creer que están por encima de la ley, incluso magistrados de las altas cortes o cargos políticos que ocupan una posición de poder, no estoy seguro de que se nos considere como asociados fiables. Pero, además, ha de tener el valor de hacer oír su voz y reaccionar, y la determinación de no tolerar lo intolerable. En el marco de su mandato, el presidente Duque debe poner de manifiesto y denunciar, cuando procede, todas aquellas situaciones y acciones que sean contrarias a las pautas y los valores éticos tan lúcidamente establecidos en nuestra Constitución. La función del presidente Duque es precisamente ésta: garantizar los derechos, condenar las violaciones con miras a castigar a los culpables y ofrecer reparación a las víctimas, y luchar contra la impunidad. Incumbe al presidente dar a ese mensaje su resonancia intelectual, preservar y transmitir el conjunto de los valores comunes fundamentales y el apego de su pueblo a la libertad y la justicia.

Por ello le pregunto, señor presidente, ¿cómo quiere usted ser recordado en los libros de historia, como un hombre de paz, como un magnífico ejemplo que lucha por el respeto de los derechos humanos, como un ilustre estadista amado y respetado por su pueblo por su cariño, compasión y humildad, como un destacado líder, estadista y patriota, cuya dedicación y cuyo compromiso inquebrantables hicieron en realidad su visión de un Estado de derecho y democrático o quiere "arrancar corriendo" como su antecesor? De ser así, será recordado como alguien que ayudó a que sucediera.

Pienso, por ejemplo, al presidente Uribe, que siempre será recordado como el presidente que llevó la paz y la estabilidad sociopolítica al país y cuyos incansables esfuerzos, férrea determinación y dirección contribuyeron al bienestar de su nación y de nuestra sociedad, de conformidad con la nueva política nacional de seguridad, prestando más atención al respeto del Estado de derecho, así como un pionero digno en la defensa de los derechos y del bienestar de los grupos desfavorecidos y vulnerables, querido por su pueblo y un dedicado esposo y padre. Porque, al igual que Robert, Edward "no necesitaba ser idealizado ni engrandecido en la muerte más allá de lo que fue en la vida, sino simplemente recordado como un hombre bueno y decente, que se fijó en lo que estaba mal y trató de corregirlo, que vio sufrimiento y trató de curarlo, que vio guerra y trató de frenarla". 

Por lo tanto, señor presidente, conociendo su sensibilidad respecto a este tema, le insto respetuosamente a que aprenda de los mejores maestros, de los verdaderos patriotas, de los que creen que el pueblo tiene derecho a decidir su propio futuro, incluyendo el presidente Uribe —quien simboliza el cambio— un hombre de coraje político y una visión extraordinarios, un hombre de trato amable. Recibió un país en guerra (2002 – 2010) y en consonancia con las normas democráticas internacionales, abordó simultáneamente la reconciliación nacional, la seguridad y el desarrollo con justicia social, promovió la ciudadanía y los derechos fundamentales, una Colombia del derecho y la justicia, la lucha contra la criminalidad, el terrorismo y las otras amenazas. Uribe es un hombre que conoce de primera mano cómo convertir sus sueños y sus conceptos en realidad, los ideales en acción, purificar las instituciones y la sanación de la memoria marcada por la injusticia: un mandatario que ha dedicado toda su vida a la causa de la paz y el desarrollo. Hoy necesitamos estas ideas, y estos hombres y mujeres con visión y coraje políticos. “Hoy necesitamos sabiduría y amplitud de miras para proteger lo que hemos heredado y para poder dejar algo mejor y más grande a las generaciones futuras”. Presidente Duque, si queremos convertir los sueños en realidad, tenemos que explicar qué instrumentos vamos a utilizar. Le ruego que no interrumpa y que ante todo aprenda de las amargas lecciones del pasado y el presidente Uribe tiene mucho que ofrecer en ese sentido. En ese momento Uribe tuvo una visión de lo que este pequeño "terreno de Dios" podría convertirse.

Redunda en provecho de todos los colombianos, empeñarnos en dejar a las generaciones futuras un mundo más seguro y más justo. Es nuestro deber pensar en el futuro, es decir, ante todo en las generaciones venideras. Las generaciones futuras mirarán retrospectivamente y se preguntarán por qué nos negamos a actuar, por qué pudimos jugar con la defensa de la democracia y dejar a un lado esos valores por conveniencia, por qué no pudimos proteger la seguridad del país y la de sus ciudadanos. A mi modo de ver, la cuestión que se plantea hoy a la Colombia es sencilla, se trata de  saber qué queremos transmitir a nuestros hijos: ¿la esperanza de un futuro mejor o los cúmulos de escombros que dejan terribles plagas como, por ejemplo, el tráfico de drogas, la corrupción, la inacción y la sensación de impunidad generalizada de los responsables de graves violaciones de los derechos humanos, la experiencia de las heridas no cicatrizadas y las injusticias que pueden definir nuestra situación actual o la perversión criminal? En ese sentido, deseo citar las palabras que pronunció el primer ministro Tony Blair acerca de su objetivo para Gran Bretaña: “Podemos ser el mejor lugar para vivir, el mejor lugar para educar a nuestros hijos, el mejor lugar para vivir una vida plena, el mejor lugar para envejecer” (citado por Federico Mayor, director general de la Unesco 1997). Este ejemplo nos introduce en la esencia misma de la función intelectual y ética de la Presidencia de la República y su papel de foro de reflexión prospectiva y de determinación de las opciones estratégicas del gobierno. Por último, la responsabilidad política que tiene Duque con las nuevas generaciones, en particular, frente a los ciudadanos o frente a sus electores que son los que financian con sus impuestos esta construcción o reconstrucción del país constituyen un componente cada vez más importante de la solución a la actual crisis. Ame

Nota: En mi reciente artículo publicado en la prestigiosa revista Las2orillas —Interceptaciones a Uribe: ¿ejercicio de acción penal o espionaje político?—, un amable redactor (o colaborador) me mostró como “seguidor del expresidente”, a quien por cierto no tengo el honor y el privilegio de conocer personalmente; ¡un cronista muy inteligente! Me atrevería hasta a decir que lo conozco desde hace muchos años, de las ideas y opiniones expresadas por sus propios conciudadanos, de las historias de éxito y perseverancia en promover una sociedad más pacífica, equitativa y democrática. Yo, por mi parte, nunca he votado en una elección a favor o en contra del presidente, no conozco absolutamente a nadie de su maravillosa familia y jamás lo he visto en persona. Ahora debemos aspirar a una función de "seguidor diligente" y no vacilo en proclamarlo. Me sentí llamado a ser su seguidor, aunque no me siento digno ni capaz para hacer su trabajo y colaborar con él en el ejercicio de su misión. Retrospectivamente hablando, no puedo dejar de admirar su visión y su coraje. En este sentido, me considero un seguidor convencido de la dignidad, de la legalidad, del Estado de derecho y la democracia. 

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