Los cultivos de coca son un tema que viene sonando desde hace más de tres décadas en Colombia, mas sin embargo es el aspecto del narcotráfico que más ha descuidado el gobierno colombiano Hoy día, la situación es tan crítica y vergonzosa que en la vereda La Paz (Guaviare) la moneda es pasta de coca. Es tan poca la presencia y el control del Estado en estos territorios que las economías se mueven de esta manera.
En 1993, los narcocultivos generaron 300.000 millones de pesos y la inversión en erradicación del gobierno tan solo fue de 22.000. Hoy no son claras las cifras y en qué va la erradicación, lo único es que las hectáreas sembradas están creciendo de manera exponencial. Sumado a esto, están los grupos ambientalistas encima con el tema del glifosato, que más adelante veremos a fondo.
Ahora bien, los narcocultivos crecen y crecen todos los días más: pasamos de tener 66 mil hectáreas sembradas en 1993 a tener 171 mil en 2018. Con eso en mente, muchos se preguntan: ¿cómo es esto posible? Existen varios motivos. “Tal vez fue mi culpa. Precisamente por imponerle a las Farc en la agenda el tema del narcotráfico y eso tuvo un incentivo perverso porque muchos campesinos dijeron ‘va haber una sustitución voluntaria y va haber beneficios para quien esté cultivando coca, pues vamos a cultivar coca y se aumentó’”, dijo Santos. Aunque suene contradictorio, la paz de Santos significó la desmovilización de muchos guerrilleros pero también el surgimiento de muchas disidencias que acabaron uniéndose a otros grupos armados o creando nuevos. Estos para sostener su “revolución” se financian de muchas maneras, una de ellas es dedicarse al cuidado o cultivo de coca y con la devaluación del peso frente al dólar, esta última actividad mencionada se volvió la más atractiva y lucrativa para ellos (disidencias y otros grupos).
Además, si bien entre 2007 y 2013-2014 los cultivos disminuyeron, entre el 2015 y el 2016 aumentaron fuertemente: se pasó de 96 mil a 150 mil hectáreas sembradas. Acá cabe anotar que en el 2015 el gobierno Santos prohibió la aspersión con glifosato en Colombia porque supuestamente este químico es cancerígeno y contaminante. Como queda claro, este tipo de políticas deben venir acompañadas de un plan b para mitigar estas problemáticas. Sin embargo, lo curioso es que estas prohibiciones en Colombia solo son eso, simples prohibiciones.
Soy consciente del impacto ambiental y de las consecuencias para la salud que puede causar el glifosato pero también soy partidario de que para situaciones críticas hay que tomar medidas críticas. Por eso, en medio de esta situación, encuentro la solución en un punto medio. En Antioquia, por ejemplo, se está desarrollando una modalidad de aspersión con glifosato en drones: la gran ventaja que tiene es que es una aspersión mucho más controlada que la modalidad aérea (aviones) porque el dron puede bajar mucho más (hasta 5 metros); por otra parte, es mejor que la tradicional (soldados cargando bombas de riego) porque así los soldados no tiene que arriesgar sus vidas. En conclusión, el Estado debe ponerle más atención a esta problemática y tomar medidas sostenibles en el tiempo, además de contundentes, e invertir más en estos proyectos que involucran nuevas tecnologías (que son eficientes y viables).