¿Por qué la nueva joya de Tarantino molesta a los falsos feministas?

¿Por qué la nueva joya de Tarantino molesta a los falsos feministas?

Una lluvia de críticas ha despertado el supuesto maltrato a la mujer que contiene Erase una vez en Hollywood. ¿Quién tiene la razón?

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agosto 16, 2019
¿Por qué la nueva joya de Tarantino molesta a los falsos feministas?

Es una gran injusticia llamar a Quentin Tarantino misógino cuando él fue quien convirtió en íconos a Uma Thurman, Palm Griem o María de Madeiros. Yo me imagino que la gran mayoría de quienes conforman la horda que lo acusa de maltrato no han visto Death Proof, esa pequeña joya que el tiempo ha convertido en una de las películas más feministas de la historia del cine. Claro, para ellos, los adalides del falso feminismo, todo tiene que ser panfletario, todo tiene que venir en consignas, todo debe ser obvio. La corrección política está acabando con lo ambiguo y no hay nada más vulgar que la obviedad.

Sobre Erase una vez en Hollywood está cayendo una verdadera tormenta de señalamientos por su última media hora. Sin el contexto histórico requerido gritan los histéricos contra lo que parece una afrenta: ¡Cómo es posible la glorificación descarada del maltrato a dos mujeres dentro de la película! Tarantino vuelve a falsear la Historia para salvar a las víctimas. En Inglorious Basterds llenó de plomo a Hitler y a Goebbles mientras veía en un cine de barrio de París la última gran producción de la cinematografía Nazi, ahora da rienda suelta a uno de los deseos más oscuros que hemos tenido los que conocemos la masacre de Cielo Drive: despedazar a puño limpio a Susan Atkins, Leslie Van Hauten y Tex Watson, los jóvenes pertenecientes a la familia Manson que mataron a puñaladas a las siete personas que estaban en la casa de Roman Polansky el 9 de agosto de 1969.

La brutalidad con la que el personaje de Brad Pitt acaba con estas hippies satánicos es perfectamente coherente con la maravillosa violencia que hemos visto en sus películas: desde la cabeza explotando de un negro en el carro que conduce Samuel Jackson en Pulp Fiction, la corta de oreja con baile incluido de Michael Mansen a un policía en Perros de la reserva,  la abaleada que le pega Robert de Niro a Bridget Fonda en Jacky Brown,la precisión con la que Uma Thurman acabó a los 88 locos con su Hatori Hanzo en Kill Bill,  o la sevicia como trituraba cabezas de nazis con su bate Eli Roth en Bastardos sin gloria. Los que colmamos los cines ayer, el día del estreno nacional de Erase una vez en Hollywood, lo hicimos porque amamos la violencia de Tarantino, la imaginación que tiene para acabar de la peor manera con los malos, ya sea con un bate o con un lanzallamas.

Si, Tarantino en sus películas tiene el poder de corregir la historia, de voltear la masacre y entonces salva a Sharon y a sus siete amigos y condena a la intrascendencia a ese demonio del Manson. De pronto muchos de los que enarbolan las banderas del feminismo sin haber leído historia o tener gustos tan insanos como la visualización constante de películas, desconocen el horror que desataron estos hippies asquerosos en Los Angeles, una tragedia que de paso acabó con todos los sueños que se tejieron en los sesenta: por culpa de Manson el movimiento Hippie terminó con siete cuerpos colgando por el cuello y de una cuerda en la sala de la mansión Polansky. El director tenía dos opciones: o mostraba la brutalidad contra Sharon Tate o se inventaba esta historia alternativa.

Y lo volvió a lograr uniendo los dos periodos históricos donde se siente más cómodo: finales de los sesenta y la Conquista del Oeste, y volvió a Sergio Corbucci y a esas horrendas series de final de los sesenta donde todo se veía tan feo, donde la acción sólo era cosa de hombres. Es preocupante ver como el crítico del New York Times se explaya hablando de que el cine de Tarantino es cosa de machotes. Le preocupa más su corrección política que una visualización objetiva de esta maravilla: el homenaje al cine más hermoso desde La noche americana, una declaración de amor al Spaguetti western, y darle vía libre para que se explaye Leonardo Di Caprio, esa fuerza de la naturaleza que seguramente alcanzará, en febrero del próximo año, su segundo Oscar.

Si, Brad Pitt al aplastarle la cabeza a Susan Atkins y Leslie Van Hauten no agrede a ninguna mujer sino que acaba con dos demonios. Eso nunca lo entenderán las falsas feministas, las que con su histerismo van promoviendo linchamientos injustos.

 

 

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