Como pasa en nuestro país cuando tratamos de hacer copias de lo producido afuera, que por lo general terminan siendo una replica barata y de poca calidad, contrario a lo propio que se caracteriza por la autenticidad, la calidad y el valor de su creatividad, la piratería, que algunos tratan de legitimar a hurtadillas detrás de la famosa “malicia indígena”, llega hasta espacios tan abstractos como el comportamiento y el desenvolvimiento de los individuos en sociedad. Es allí donde la mala calidad de la copia se acentúa, cuando ese individuo pretende ser aceptado en una manada o en las citadas tribus urbanas, aspecto muy singular de las sociedades modernas, pero que ha perdido el enfoque dado que se ha llegado a extremos completamente ridículos y absurdos, atentando contra la vida, las libertades, pero, sobre todo, la inteligencia al pretender cumplir con exigencias comportamentales que aparentemente abren las puertas de la aceptación.
Hablamos aquí de la Generación Z, también conocida como generación de posmilenials, que son aquellos que nacieron entre mediados de la década del 90 y la década del 2000. Mal haríamos en generalizar, por supuesto que no, sin embargo, la intención de nuestros jóvenes de adaptar las características propias de su generación, a partir de modelos externos, llevó a que se combinaran dichas características con los comportamientos y tradiciones de nuestra sociedad. Pero hay además un condimento adicional a esta receta criolla: los gobiernos de Uribe Vélez y sus prácticas sociales y de masas, entre las que se cuentan la creación de algunas normas de comportamiento, mitos y la estigmatización y costumbres que fueron interiorizadas por la Generación Y que, pareciera, la Generación Z llevara en su ADN de manera inconsciente. Mientras en la década de los 90, cuando estábamos en las universidades públicas del país sentando precedentes de reivindicación de derechos y por la defensa de la universidad pública, que incluso llevaron a Pastrana a estrenar con nosotros el Esmad, esta Generación Z, llena de “revolucionarios estudiantiles” luchan por la universidad pública, en clase atacan el establecimiento pero se encorvan ante él mientras ruegan por un cupo en la Universidad de Antioquia o la Nacional, o se humillan por una beca en universidad privada, arengan contra los abusos de la fuerza pública, mientras insultan y sacan de las universidades a los “capuchos”, símbolo de la histórica resistencia estudiantil y el rechazo al statu quo.
Pero estas generaciones van más allá, muchos tienen como figuras máximas de la política a personajes como Sergio Fajardo, y bien, fue quien reforzó la concepción de una universidad pública y su acceso restringido, pero respetando las instituciones y las decisiones por ellas tomadas a cambio de acceder a la universidad con becas que son pagas con el dinero de todos los colombianos, es decir, convertir la universidad pública en privada, ¿qué tal? En aquella época en la UdeA, los paramilitares nos acorralaban, el Esmad se estrenaba, la primera línea de la resistencia eran los ahora poco queridos y estigmatizados (herencia de Uribe) capuchos, las mujeres reivindicaban sus derechos con marchas, protestas, desnudez pública, jornadas pedagógicas de sensibilización, las asambleas eran acatadas y respetadas por todos y todas, asistían todos, los debates eran álgidos, con total respeto, a pesar de las acaloradas discusiones por la diferencia de planteamientos, se acampaba en el campus esperando la reanudación de las asambleas o por el trasnocho al que llevaban las mismas.
Contrario a todo lo anterior, la asamblea fue estigmatizada por el establecimiento que subyuga a una generación pérdida de zombies que creen que hacer parte de un grupo de Facebook universitario ya es suficiente prueba de pertenencia a una manada, a una tribu llamada universitarios. Una manada que actúa sin el más mínimo respeto por el otro, que cae en gavilla a destruir el argumento del otro, basándose en otro de los bienes inmateriales del uribismo: el hablar e informarse a través de imágenes, porque se enseñó que ya no se lee, lo que hay que aprender está resumido en imágenes. Una generación perdida, porque en su mayoría no hablan, no discuten, no se sostiene un debate serio, sino que insultan, se burlan, pero eso si, como no con capaces de concatenar dos frases completas sin tener que hacer uso del meme para desprestigiar, calumniar, burlarse o simplemente como mecanismo coercitivo utilizado por la tribu, por la manada violenta para llamar a los demás al ataque, destrozar a la presa ante la incapacidad de desvirtuar desde los argumentos, aquello contrario a su credo. Ahora, algunas mujeres salen a reivindicar sus derechos, la igualdad y la equidad de género (completamente respetable, y por eso hago salvedad que son solo algunas) mientras se suman en las filas del matoneo y el bullying a quien caiga en las redes de los grupos.
Los invito a que visiten el Grupo Asamblea UdeA, pero ojo, que el nombre no los engañe, ni la mayoría de los que están allí son universitarios, ni son de la Universidad de Antioquia y mucho menos, representan la generalidad de “la de Antioquia”, pero su comportamiento sí representa cada una de las características antes expresadas. Muchos pretenden defender las libertades individuales y colectivas, mientras su mala educación brota por los poros, sus argumentos más sólidos son “papi, deje la lora”, “tía, no insista”, “hombre horrible, cállese”, mientras exhiben sus músculos, o sus cejas depiladas y cortadas por la máquina, tal vez como signo de vacíos emocionales, o como complejos sociales, o simplemente como copia externa de comportamientos que les permiten estar en la manada. De allí que todos se sumen a los insultos y las burlas, pues es lo que hace la mayoría, nadie se va a arriesgar a pedir respeto para el otro porque se sumará al deshonroso grupo de las víctimas de la manada.
Esos son los mismos que van a clase y suben los pies en la silla de adelante como muestra de rebeldía, pero atacan a los capuchos y despotrican de la asamblea porque “están perdiendo tiempo y clase”, desprestigian a los “revolucionarios de los 80 y 90” mientras publican fotos de estudiantes dando flores a la policía, esa misma policía que en los años 80 y 90 atropelló, asesinó, aturdió, golpeó y hasta urdió la desaparición de estudiantes mientras defendían los derechos de los cuales gozan ahora muchos de los miembros de la manada de la tal Generación Z o posmilenial. Repito, hay esperanzas, pero la batalla de la universidad contra la ignorancia, la mala educación y los valores y principios revertidos y trastocados, se está perdiendo en la medida en que más y más se suman a las hordas de matoneadores de las tribus como la tal Asamblea UdeA, y otras tantas que mal toman el nombre del alma mater, pero que afortunadamente, en absoluto representar el espíritu de la misma y de quienes allí nos formamos. Y como sé que esta publicación tendrá una respuesta que dará valor a lo aquí referido, sea este el medio para despedirme de semejante “tribu” criolla calcada de estereotipos que se desdibujaron al conjugarlas con las malas prácticas locales: la herencia de los gobiernos de Uribe Vélez.