Palabras mudas
Opinión

Palabras mudas

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abril 26, 2014
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Son o somos muchas las personas que ante el ofrecimiento de ejecutar una acción concreta repetiremos, a la vez que damos la espalda, la famosa y cansada frase del escribiente Bartleby: “Preferiría no hacerlo”. Y damos la espalda y preferiríamos no hacerlo, tal como procede el apático personaje de Melville.

Lo anterior me lleva a recordar aquellos repetidos reproches serios y cargados de ira e intenso dolor de patria contra Gabriel García Márquez, quien no hizo nada por su pueblo, que muy de izquierdas y poco solidario, dando fe de aquel dicho que hoy invento y que puede decir que en Colombia no aplaudimos, sino que aplastamos. Que ni siquiera fue capaz de hacer el acueducto de Aracataca, una humilde escuela o pavimentar su calle principal. Nada, cero. Tenía tantísimo dinero y enorme poder con los poderosos, y el muy costeño habrá dicho no joda…, volteado la espalda sentenciando con un preferiría no hacerlo.

¿Y qué me dicen de Mutis?, quien aparte de haber sido retrógrado y monárquico (así como se oye: de los que cree que el rey está por encima y abajo suyo nos ponemos los demás, los de sangre triste) que se tiró la platica de la Esso destinada a hacer cultura y el muy… se la tiró en parrandas culturales.

¿Y Vallejo qué?, aparte de resentido y anticolombiano, un tipo que se atreve a tildar de puta a la iglesia de Roma, pero que si llegas acometer la insensatez de pedirle un millón de pesos, te caes de para atrás cuando te enteras que él prefiere destinarlos a quitarle las garrapatas a un perro escuálido, antes que dárselos a un niño necesitado.

Grandes dudas y preguntas que dan pie para soltar varias insensateces.

Y la primera insensatez que llega a mi cabeza es el pensar que cada quien es libre de actuar como crea que es conveniente y que nadie está obligado a hacer lo que uno quisiera y, ante causas concretas y por su interés decidido, Gabo no dijo preferiría no hacerlo. Estuvo en sus luchas y peleas.

Recuerdo ahora cinco:

  1. Cuando recibe el premio Rómulo Gallegos por sus Cien años, premio dotado con cien mil bolívares, decide entregarle el cheque respectivo al Movimiento al Socialismo, el MAS, partido político liderado por Teodoro Petkoff, hoy director del periódico Tal Cual, otro medio que lucha con garras por la libertad en Venezuela. Y por qué no le entregó la platica al Partido Liberal colombiano, se preguntará alguien, o a los mamertos, o a los trabajadores de Ecopetrol o los indios wayúu, y la respuesta puede ser tan simple como que porque no, porque prefirió un partido cuyo líder después hubiera escrito Proceso a la izquierda, un fuerte librito en contra de la izquierda ortodoxa a la cual Gabo era supuestamente tan afín. Decisiones.
  2. Cuando las dictaduras de Pinochet y demás salvajes, en compañía de Cortázar decide ser parte del Tribunal Russell que juzgaría aquellos crímenes. Luchas inútiles y pendejas, dirá alguien con vehemencia. Cada quien.
  3. Cuando se constata que Cuba es una dictadura con el conocido caso Padilla (Heberto Padilla, poeta y encarcelado y quién en un acto propio de épocas de Stalin se autoinculpa dejando ver claro los métodos poco cariñosos previos a la autoflagelación). Pues Gabo, con Cortázar y otros, decide seguir siéndo fiel al castrismo que perseguía sin tregua al homosexual y al diferente. Posturas.
  4. No responderle a Marito el puñetazo.
  5. Y dentro de la isla, y afín a su amor por el cine visto en Roma y aplicado en México, decide metérsela toda a la Escuela de Cine San Antonio de los Baños. ¿Que por qué no la fundó en Cartagena, ciudad que supuestamente tanto quería? Pues porque no.

Todas son incongruencias, como la que secunda el mismísimo presidente, el locuaz blablablá Santos, que después de acudir a una ceremonia en México por la muerte de GGM, comete el pecado de acudir de primero a una misa en Bogotá orquestada por Mozart cuando es lugar común que el nobel no era muy de curas.

Es que en Colombia (y en España y todo el resto) no opinamos, nos limitamos a vociferar con nuestras verdades, como cuando le exigimos a alguien por no hacer lo que pensamos que debe hacerse.

Gabo hizo lo suyo, bien, mal o regular y conforme a sus convicciones erradas o acertadas.

E hizo, fundiendo palabras con su overol de artesano, gracias a su fantasía mágica, no sé cuántas novelas y cuentos y relatos y bellezas y hermosuras que me sacan suspiros y asombros y gracias a los cuales siempre diré: Gracias maestro.

De los acueductos se encargarán otros. O no, como es costumbre.

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