En una columna fechada en Grecia por Christos Katsioulis, a quien por primera vez leo, se da cuenta de la supuesta caída de los héroes de la izquierda. Se supone que algo hay de cierto si ya no ocupan con el mismo verdor, y el verdor breve, las rutilantes primeras planas de los periódicos, ni aparecen con la misma asiduidad en las pantallas de la televisión. ¿En las redes sociales?
Ahora, si aparecen allí es porque están ayudando a vender los periódicos: han abierto un canal de opinión que no puede ser oculto o la prensa dejaría de tener el mote de independiente. Pero pongámoslo de otra manera: si un político de izquierda no le da ganancias a los medios, ni alimenta la voracidad noticiosa e insaciable de sus periodistas cuente que ese líder no llega a ningún Pereira. O así, si un político se pelea con la prensa, los días de su estrellato están contados; sin importar para nada la calidad de sus ideas. Obvio, la prensa es su enemigo, pero él todavía no sabe cuánto pesa, ni cuánto vale su adhesión.
Y aquella columna comienza así: “Tsipras, Corbyn, Iglesias, Sanders: en 2015, el nuevo amanecer de la izquierda hizo olas políticas. Ahora, sus estrellas se están desvaneciendo”.
Y al comenzar así les juro que algo refrescante recibí como noticia. Cualquiera puede advertir que allí no aparece Nicolás Maduro. Maduro no es un referente de izquierda en ninguna parte del mundo, lo cual no deja de ser un alivio poco menos que espectacular. Y si no está allí debe estar del otro lado. Y es cierto, ¿qué es lo socialista que ha hecho Maduro?
A continuación el columnista destaca el supuesto origen del espasmódico resurgir de esa izquierda:
El ascenso de la izquierda se produjo unos años después de la devastadora crisis financiera que sumió a Europa y los Estados Unidos en una profunda recesión en 2008. Desde al menos, la pequeña Grecia encarnó la forma en que los mercados financieros y los especuladores se beneficiaron a expensas de gente. Después de todo, lo que se desarrolló allí en ambos extremos de la escala a manos de la troika y el ministro de finanzas alemán Schäuble encontró su eco en muchas sociedades occidentales. Muchos estados lograron pagar un rescate de los bancos solo asumiendo nuevas deudas. Y la corriente económica neoliberal exigió una austeridad rigurosa para reducir estas deudas. Todo esto resultó en recortes de empleos en el sector público, aumentos de impuestos y reducción del gasto público, particularmente en el sector social.
He querido poner esto en cursivas pues sí que es interesante leerlo con detenimiento. Christos señala lo que puede ser una síntesis de las condiciones objetivas materiales y sus implicaciones sociales y políticas para que una erupción volcánica emane socialismo a diestra y siniestra como lava incandescente. Y venda periódicos… por lo menos.
Y sobresale algo más que es supremamente exquisito: es lo confirmación de que esas realidades materiales existen, o perviven larvadas en nuestras sociedades y ya no debería ser de debate negarlas o afirmarlas. Y subsisten incluso en las mejores condiciones de avance superior del capitalismo cuando ya todo el mundo podía suponer que habían quedado atrás sepultadas por la historia.
Y todavía surge más de ese volcán: cómo se van sucediendo las oleadas de calor sofocante y sulfuroso que, país tras país, van develando el oscuro entramado, la sutil estratagema, de cómo las fuerzas económicas de cada país se entrelazan con aquellas donde está el núcleo del poder duro que nunca pierde. De Washington y Estados Unidos hacia abajo y luego desde Berlín y Alemania para redistribuir sus efectos magmáticos en Europa. Entonces una crisis mundial revela una radiografía de qué tan intrincada está la red del poder. ¿Estados nacionales? ¡Vaya qué burla! ¡Cuánto eufemismo! ¿Estadistas colombianos? ¡Cuánta arrogancia y cinismo!
Ahora, si la crisis no nos toca es que no damos la talla y no hacemos parte del fragor convulsivo enlazado con las entrañas de la tierra. Si nos toca la crisis es que tenemos gente a quien castigar y hacer responsable, sin que tenga las más mínima idea siquiera.
Y aquí podría venir la más extraordinaria de las conclusiones. Precisamente para solucionar la crisis es para lo que está la izquierda. Parecería una desfachatez admitirlo pero es así, sin que pueda negarlo nadie.
Y entonces ahora es cuando puede hacerse la pregunta. ¿Será que ese siempre ha sido el papel de la izquierda? Echar una vista atrás significaría que luego que Rusia y China y Europa oriental resurgieran de las crisis espantosas en que estaban sumidas regresaron otra vez en manos del capitalismo… a engendrar otra crisis. Entonces el socialismo hizo su trabajo: regresó al redil las ovejas descarriadas que de otra forma no se sabría qué camino podrían tomar. Se podría redefinir el socialismo como aquella fase del capitalismo en la que este soluciona sus más profundas crisis y regresa luego a su apogeo. Las pruebas podrían estar al canto por el lado europeo.
Pero, la crisis del 2008, si hubiera sido lo suficientemente profunda, ¿trajo como consecuencia revoluciones? Bueno, hasta ahora, si así pudiera llamarse, solo Venezuela y, quizás Bolivia, en menor medida Ecuador.
Sacaré una conclusión final según lo que leo. Christos sostiene que la fugacidad de la izquierda se debió a la mala lectura y va y dice: “El tiempo estaba maduro, pero la izquierda no estaba lista”.
Entonces la lectura es clara, mirando hacia adelante. Si la crisis que se avecina es anunciadamente telúrica en virtud de que ya se llama guerra comercial, la acumulación de fuerzas de la izquierda y la caracterización de su momento debería ocupar las páginas de los periódicos y empezar a vender desde ya las noticias.
Una lectura de Gabriel García Márquez nos vendría bien. En su crónica… se sabe desde la primera página que Santiago Nasar ya está muerto y que los causantes de su muerte son los hermanos Vicario. Si Santiago Nasar es China, entonces Bayardo San Román, quien quizás desgració a Ángela Vicario y pasó de agache, son los Estados Unidos.
Entonces se trata, según formula Gabriel García Márquez, que de allí en adelante el lector no respire más. Y la izquierda tampoco…
Una unidad continental de la izquierda que explore los inevitables zarpazos de la crisis es absolutamente indispensable. Es decir, cuando Trump vuelva a ganar las elecciones ya deberíamos estar listos. Su voracidad es el germen más explosivo.
Es indudable que para ese momento deberíamos ser los líderes en ventas de los periódicos. Y de entrada saber nuestra suerte: lo que ya sabemos es que volveremos a caer en las manos del capitalismo, según el festín de la historia. A no ser que el socialismo democrático inspirado en la revolución americana nos aproxime a una nueva forma de hacer revoluciones. Marx no se aventuró a decir que la revolución en Rusia tendría éxito. Menos, lo habría hecho con China pues esas sociedades no estarían maduras para el socialismo. ¿Lo estarán los Estados Unidos, por primera vez en la historia? No hay que olvidar que Benjamín Franklin le enseñó a hacer revoluciones a todo el mundo quizás rebobinando la francesa.
Notas: el artículo aparece como, The downfall of left-wing heroes en la revista International Politics and Society.